Cuando en 1964 los militares instauraron la dictadura en Brasil, la familia del cineasta Walter Salles se marchó a Francia. El director volvió a su país en 1969 y sufrió “un choque brutal”. Brasil ya no era el lugar que había conocido de niño, sino una zona “en estado de sitio”. Salles encontró un reducto de libertad en casa de su amiga Ana Lúcia Paiva.

Una imagen de 'Aún estoy aquí'
Rubens y Eunice Paiva vivían con sus cinco hijos en una espaciosa casa junto a la playa de Río de Janeiro. Allí sonaba la música de Caetano Veloso y Gilberto Gil, se recibía a amigos, se bailaba y se disfrutaba de la vida. Hasta que un día de enero de 1971 los militares se llevaron a Rubens.
La protagonista
Eunice Paiva fue una heroína silenciosa en cuyas espaldas reposa la odisea de la familia”
Salles ha convertido esos momentos, los buenos y los malos, que obligaron a Eunice a tomar las riendas de su familia, en una película, Aún estoy aquí , que se estrena el viernes en España y que está nominada a tres Oscars: mejor película, mejor película internacional y mejor actriz para Fernanda Torres por su interpretación de Eunice.
¿Cómo era la casa de los Paiva a finales de los 60?
Era el contrapunto a lo que sucedía en el resto de Brasil. Allí se hablaba de política abiertamente y se respiraban los movimientos culturales que la dictadura había censurado. Se discutía sobre el Cinema Novo. Había una efervescencia cultural. Me enamoré de esa casa, que es el centro de la película. Estaba siempre abierta y allí se reunían los amigos de los padres y los hijos. Era mucho más interesante que mi propia casa.
¿Cómo surgió la idea de llevar al cine la historia de los Paiva?
Yo tengo una memoria casi táctil, sensorial de los espacios y la luz. Y Marcelo Paiva, el único hijo varón de la familia, escribió la biografía de su madre. El libro y la película reflejan el final de un mundo, la pérdida de la inocencia y también la desaparición de la luminosidad que fue robada en el momento en que el padre fue detenido y llevado al interrogatorio al cuartel militar del que nunca regresó.
Los torturadores y asesinos de la dictadura brasileña nunca fueron juzgados. ¿Por qué?
Al contrario de lo que ocurrió en Chile y Argentina, los crímenes de la dictadura en Brasil nunca fueron castigados por la ley de amnistía. Fue una condición de los militares que provocó que el pasado no pudiera ser analizado ni juzgado. En Brasil hay una amnesia de la dictadura, del pasado. Por eso el libro de Marcelo Paiva fue tan importante ya que posibilitó traer esos años de nuevo a la superficie. Y más en un momento en que había una romantización de la dictadura por parte de la extrema derecha.
Eunice Paiva es el centro de esta historia...
Sí. Eunice fue una heroína silenciosa en cuyas espaldas reposa la odisea de la familia. Ella estaba feliz con su vida burguesa, pues la suya era una familia progresista, pero patriarcal. Y frente a la tragedia tuvo que reinventarse. Estudió Derecho y decidió que jamás sería una víctima así que instauró formas originales y propias de resistencia para defender a sus hijos. También trabajó durante años en defensa de los derechos humanos y de los pueblos indígenas hasta el punto de que algunos de los artículos de la Constitución de Brasil de 1988 fueron escritos por ella.
Fernanda Torres era ideal para interpretar a Eunice. ¿Cómo la convenció?
Antes de proponérselo se lo dije a su madre, Fernanda Montenegro, que es mi amiga desde que rodamos Estación central de Brasil (1998), y tuvo dudas sobre si aceptaría porque Fernanda Torres estaba muy ocupada con el teatro y el periodismo y tenía que suspenderlo todo durante un año. Pero me armé de valor, se lo pregunté y me dijo que sí.
¿Qué supone para usted tener tres nominaciones para los Oscars?
Desde Pedro Almodóvar y Alfonso Cuarón hay una presencia creciente del cine independiente en los grandes premios. Y eso es muy positivo porque crea sensibilidad para otras formas narrativas.