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Gene Hackman, un señor de Hollywood


Por muchos años que pasen, Gene Hackman siempre es el mismo. Un señor, y la palabra señor es necesaria para referirse al actor, de mediana edad. Ni muy joven ni muy viejo. Igual a sí mismo a lo largo de las décadas. Los años no pasaban para él ni existía el tiempo. Por eso se hace extraño enterarse de su fallecimiento. La pantalla lo ha hecho eterno.

La interpretación de Gene Hackman en 'Sin perdón', dirigida por Clint Eastwood le valió el Oscar al mejor actor de reparto

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Su presencia escénica resulta portentosa. Tiene o tenía una capacidad excepcional para hacer sentir la verdad de sus personajes. Hackman marcó su propio estilo desde la iniciática Bonnie y Clyde (1967), a las órdenes de Arthur Penn. Desde aquel momento, su trabajo ha tenido algo de indefinible y único. Deberíamos hablar de una especie de intensidad eléctrica, muy personal. Donde la paleta de sentimientos puede abarcar desde la ira a la vulnerabilidad más absoluta, sin perder el sentido de autenticidad. Esa forma de ser y estar se hace evidente incluso en sus peores momentos, con interpretaciones tan ridículas como la parodia de Lex Luthor, el archienemigo de Superman en las entregas II y IV de la serie protagonizada por Christopher Reeve. Hackman estaba sensacional hasta en películas tan olvidables como Rápida y mortal (1995) dirigida por Sam Raimi a mayor gloria de Sharon Stone. Su presencia significaba cualquier producto por deleznable que fuera.

Pero si la película era grande, él la hacía todavía mayor. Pensemos en la mágica -y trágica a la vez- La conversación (1971), de Coppola, donde Hackman encarna un hombre obsesionado hasta el paroxismo. Con esa imagen final, icónica, inolvidable, donde el actor toca el saxofón en medio de una casa derruida. Esa es una de esas imágenes que no se olvidan. Las dos entregas de French Connection, de William Friedkin, sobre un policía neoyorquino interpretado por Hackman de forma obsesiva. En ambas brilla la capacidad del actor para transmitir una cierta ambigüedad moral a la vez que humaniza personajes imposibles, como éste. Por la primera, ganó un Oscar en 1972. Pero uno admira sobre toda la segunda entrega de French Connection, aquella en la que el policía chulesco que ha sido Hackman debe luchar contra su propia adicción a la droga. Ahí es un hombre roto, destruido. Sentida y trágica interpretación, tan habitual en él, donde se pone de manifiesto una de sus grandes características como intérprete: la capacidad de sugerir más de lo que muestra explícitamente. Creando personajes ricos en silencios, hechos de miradas y gestos, casi imperceptibles.

Gene Hackman, en 'The French Connection', de William Friedkin

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Hackman llegó al cine en los años sesenta, con muy pocas esperanzas de conseguir nada. Todos auguraban el fracaso más absoluto para su carrera por culpa de un físico que no acompañaba. Desde luego, nunca fue el prototipo del galán de Hollywood. Y sin embargo ahí queda el trabajo de este señor de Hollywood, siempre igual a sí mismo y, a la vez, siempre tan diferente. Dos películas más para recordar su figura. Por supuesto, Sin perdón (1992), donde la mayor de las violencias -y podía ser muy violenta- se pone al servicio del pacifismo intrínseco de este gran western de Clint Eastwood, uno de los mejores de la historia del cine. Y ya en la fase final de su intensa carrera recordemos su interpretación como el “pater familias” en la inclasificable Los Tenenbaums (2001), donde la conmovedora interpretación de Hackman otorga una dimensión melancólica a la comedia de Wes Anderson. Dicen que Gene Hackman ha muerto. Será verdad. Aunque para mí siempre será eterno. Eterno y único.