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Jim Morrison está vivo y se llama Frank

Siguiendo los pasos de su admirado Rimbaud, que a los 21 años se cansó de la poesía y acabó sus días como traficante de armas en África después de vagabundear por el mundo, Jim Morrison quiso abandonar su condición de estrella del rock, dejó Los Ángeles y buscó refugio en ʲí para comenzar una nueva vida como poeta a tiempo completo. Allí le esperaba su novia Pamela Courson, que hacía poco había comenzado a esnifar heroína. El líder de The Doors tenía solo 27 años y su aspecto ya no era el de aquel dios sexy y dionisíaco de rasgos angelicales que se pavoneaba sobre el escenario con ajustados pantalones de cuero. “El símbolo sexual más poderoso desde James Dean y Elvis Presley”, había sentenciado The New York Times . El alcohol y las drogas le habían dado un aspecto abotagado y envejecido. Pero nada hacía prever que solo cuatro meses después de su llegada a la capital francesa se convertiría en la mayor atracción del cementerio del Père Lachaisese.

Jim Morrison y su pareja Pamela Courson en 1969

Jim Morrison y su pareja Pamela Courson en 1969

Estate of Edmund Teske/Michael Ochs Archives/Getty Images)

La madrugada del 3 de julio de 1971, Pamela lo encontró inerte en la bañera del apartamento que compartían en el Marais. El médico forense determinó que aquel cuerpo hinchado y barbudo había fallecido de un infarto –en los últimos tiempos tosía sangre debido a un problema en los pulmones–, aunque desde el principio sobrevoló la sospecha de una sobredosis de caballo . Morrison había sido un rebelde contra todo y contra todos, y eso le incluía a él mismo. En todo caso, fuera como fuese, el más roquero de los poetas estaba muerto. Una verdad para todo el mundo, menos para sus fans más tenaces, que medio siglo después siguen aferrados a la idea de que en realidad fingió su muerte (en algún momento había verbalizado el deseo de escenificarla y hacer mutis por el foro) para liberarse del peso de ser Jim Morrison, un ídolo desquiciado.

Como Michael Jackson, Elvis Presley y el amigo de Peret, el líder de The Doors pertenece al club de los muertos vivos

La desaparición del cantante estuvo rodeada de enigmas nunca resueltos, preguntas sin respuesta que alimentan la imaginación de quienes día sí y día también creen verlo en un rincón del Congo o el norte de Australia. ¿Por qué no se realizó una autopsia? ¿Por qué nunca se pudo encontrar al doctor que firmó el certificado de defunción? ¿Por qué el ataúd estaba herméticamente sellado? ¿Por qué nunca apareció su pasaporte? Jeff Finn, autor de la miniserie documental Before the End: Searching for Jim Morrison que resume en tres capítulos décadas de investigación, asegura que en realidad está vivo y que vive una vida normal en Siracusa como técnico de mantenimiento. Se llama Frank, se pirra por Rimbaud, en una foto en su perfil de Facebook aparece con el batería de The Doors, John Densmore, y tres exnovias de Morrison rompen a llorar al descubrir su enorme parecido...

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Eso es todo. No hay pruebas contundentes pero el mundo resulta mucho más amable sabiendo que el Rey Lagarto vive su vejez feliz en el anonimato. Pertenece al club de los muertos vivos, como Michael Jackson, Elvis Presley y el amigo de Peret, pero a diferencia de ellos Morrison rodó en 1969 una película experimental, HWY: An American Pastoral, en la que aparecía él mismo conduciendo en el desierto mientras escuchaba la noticia de su muerte por la radio.

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