¡Que lo mate la guardia civil!
Cuando era chico me pasaba la vida en los toros, con mi padre que era un gran aficionado. El mundo de los toros y de los aficionados a los toros me atraía por lo que tenía de excéntrico y excesivo. En lugar de salir por la puerta, como todo el mundo, mi padre nos llevaba a la parte de atrás de la Monumental, Marina equina Diputación, para ver como desollaban las reses que acabábamos de ver en el ruedo. Paso a menudo por aquella esquina y miro por la mirilla: aún se conserva la grúa en la que colgaban los toros para sacarles la piel, entre los entendidos que comentaban la corrida. Se creaba una complicidad divertida entre el hombre maduro, fanatizado, y el chaval que quería quedar bien con su padre y que simulaba que lo que le contaba le interesaba tanto y cuanto. Era un punto de encuentro que teníamos y no había tantos. Recuerdo un montón de historias de toros y toreros que me contaba. Guardo sus discos de pasodobles. Y si, como el año pasado, un amigo me invita a la Feria de Pascua de Nîmes, voy contento y me lo paso la mar de bien. Algunos de ustedes se van a enojar conmigo -perdón- pero tengo una coartada psicoanalítica insuperable.
Fotograma del documental de Albert Serra 'Tardes de soledad'
Estos días he descubierto el Dietari de Francesch Rierola i Masferrer, publicado en Vic, en 1908. Corresponde a los años 1893, 1894 y 1895. ¡Qué documento! Describe sus paseos por los suburbios de Sant Martí y de Montjuïc, relata la ejecución del anarquista Paulí Pallàs y el sepelio de Pitarra. También va a los toros. El 14 de abril de 1894, Día de Pascua, torean el Gallo (padre de Joselito y Rafael el Gallo), Fuentes y un francés llamado Robert. Un toro de Ripamilán, salta barrera y contrabarrera y cae sobre el tendido abarrotado de gente. Desde lo alto, Rierola ve el toro agonizante y el público que vocea: “la guàrdia civil l’ha mort!” Rediela . Cuantas veces le había oido a mi padre cuando el matador doblaba cuatro o cinco estoques en el espinazo del toro: “¡que lo mate la guardia civil!” Cuando el guardia municipal y el guardia civil que han matado el toro suben al palco presidencial, la gente agita los pañuelos como si pidiera una oreja. Enseguida empieza en runrún: el tiro ha malherido al encargado de la puerta del arrastre . “La guàrdia civil ha de matar el toro amb baioneta i no embolicar-se amb trets!” -exclaman los parroquianos-.
Vicens Ferrer se cuadra para tirarse a matar y Rierola, sugestionado, grita: ‘pobre Vicentet!’
El 5 de abril de 1895, nueva corrida. Vicens Ferrer se dispone a matar el quinto de la tarde. Un gato negro se cuela en el redondel y da una vuelta entera, con el pelo erizado y la cola tiesa. Vicens Ferrer se cuadra par tirarse a matar y Rierola, sugestionado, grita: “pobre Vicentet!” Efectivamente: el toro levanta la testuz y lo cornea. Mi padre contaba siempre que a Rafael el Gallo le daban tanto miedo los gatos negros, que si encontraba uno por la calle se negaba a salir a torear. ¡Si lo hubiera visto corriendo por la plaza! Todo esto tiene ahora un aire de leyenda: Rafael el Gallo, los gatos negros y la grúa de la plaza de toros Monumental.