Con doce años estuve a punto de hacerme millonario. O eso creí inocentemente durante unas horas en las que compré casa, coche, vacaciones y regalos caros para toda la familia con la imaginación. Tenía un catorce en la quiniela que había podido sellar gracias a la calderilla que me dispensaba la generosidad de las abuelas. Un catorce era algo muy, muy serio, lo máximo que podía acertarse en aquella época.

Aitana Bonmatí y Alexia Putellas posan con la nueva tercera equipación del Barça.
El tiempo de espera hasta que avanzada la noche cantaron en el programa de televisión Estudio Estadio el escrutinio y los premios a cada categoría de acertantes se hizo eterno. Nos comimos las uñas como si no hubiera un mañana. Pero yo ya me sabía un héroe por haber cambiado la suerte de los míos. Íbamos a nadar en la abundancia gracias a mi demostración de temprana inteligencia. El refrán que anuncia que los niños llegan con un pan debajo del brazo se había quedado corto conmigo, yo había traído a casa de mis padres la panadería entera. ¡Toma ya!
El Gobierno prepara un decreto para incorporar partidos de la Liga femenina en los boletos
Pero la esperanza se derrumbó de golpe sin compasión alguna. El presentador anunció que en esa jornada se había batido el récord de máximos acertantes de la quiniela. Había tantos que el importe del premio a repartir entre todos quedó reducido a 5.000 miserables pesetas (unos 160 euros teniendo en cuenta el paso de los años). Apenas sí daba para la compra de la semana. La rabieta fue tal que juré, imitando a Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó , que jamás volvería a echar una quiniela.
No sabía yo entonces que a la mía seguirían muchas más deserciones. A fin de cuentas, la quiniela era al fútbol lo que las palomitas al cine. El transistor y la quiniela eran el binomio perfecto de la tarde del domingo. Pero la muerte de los carruseles primero, cuando progresivamente los partidos dejaron de jugarse todos a la misma hora, y la eclosión de las apuestas en línea después malhirieron a la quiniela. Le arrebataron la condición de entretenimiento obligado y pegamento social a través de las peñas que había conservado de manera indiscutida durante décadas.
Viene todo esto a la memoria tras leer que la igualdad de género va a hacerse efectiva también en las quinielas. El Gobierno prepara un real decreto para incorporar de manera regular partidos de la Liga femenina en los boletos.
No será acicate suficiente para resucitar la que fuera en el pasado una pasión nacional. Pero el listado de enfrentamientos que aparecerán en la quiniela trasladará una imagen más fidedigna del mapa futbolístico del presente. Llegan tarde las mujeres, pero llegan. Nos alegramos de ello, aunque servidor va a mantenerse eternamente fiel a su juramento. Esas 5.000 pesetas todavía escuecen. Yo quería ser millonario.