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Sufrir, luchar, vencer

Por la escuadra

El partido del sábado parecía homenajear el escenario: el estadio Lluís Companys. Una de las frases más trascendentes de Companys, “volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a vencer”, se encarnó en cien minutos de úٲDZ bipolar, con momentos en los que el Celta fue alarmantemente superior y otros en los que el ç parecía colapsado por la exigencia del calendario y una remota tentación de indolencia. Esta fase correspondía al “sufrir” del president mártir y permitió que un delantero rival marcara tres goles después de errores clamorosos que antaño habrían desenterrado el lema “este año, tampoco”.

Anímicamente, la situación parecía difícil de revertir. El Celta creyó demasiado pronto que podía ganar y, contra los hábitos de historia, el ç reaccionó para desmentir la inercia de las buenas intenciones fracasadas. La reacción fue espléndida, emocionante y épica (ayer la comentaba, lúcidamente, Santiago Segurola) y sorprendió al rival hasta el punto de, con la eficacia inspirada de Dani Olmo, Lamine Yamal y un Raphinha plenipotenciario, cambiar el marcador y transformar el “ avui patirem” de los primeros sesenta minutos en un pletórico “volveremos a vencer” que, a diferencia del mantra presidencial, podría tener un desenlace tangible.

Pese a que el equipo ha entrado en una fase de juego incierto, la expectativa sigue ahí

Aunque el equipo ha entrado en una fase de juego incierto e imperfecto, la expectativa se mantiene. Que el ç no intimide tanto a los rivales nos ayudará a domesticar la euforia y los malabarismos de calculadora de los que ya buscan día para posibles rúas e intercambian precios de alojamientos finalistas. Incluso la lesión de Lewandowski activa teorías como preguntarse si no es mejor jugar con Ferran de titular. Es una distorsión recreativa que tiene la misma credibilidad de cuando, el año pasado, nos empeñábamos en echar pestes de Ferran y Raphinha. Nos gustaba repetir que si algún equipo hacía una buena oferta, teníamos que traspasarlos “con un lacito”, que es una aportación que dice mucho sobre nuestra fiabilidad.

Otro cliché es el de “callar bocas”. En el caso de Raphinha y Ferran, aunque nos tendrían que haber hecho callar, seguimos practicando –es un derecho, ya ves– la contradicción a granel. Esta es, de hecho, la grandeza del úٲDZ: te permite ser injustamente racional y sentimental sin que quede claro cuándo conviene ser lo uno o lo otro. Teniendo en cuenta las circunstancias, estamos en un momento en el que quizá nos merecemos un pacto de silencio unitario. Una pacto que desactive provisionalmente la glándula crítica y nos permita, como decía Rexach, que el público sople para que las pelotas del ç acaben entrando y las de los rivales, no.

Barcelona's Raphinha, left, celebrates with teammates after scoring his side's fourth goal during a Spanish La Liga soccer match between Barcelona and Celta de Vigo at the Lluis Companys Olympic stadium in Barcelona, Spain, Saturday, April 19, 2025. (AP Photo/Joan Monfort)

Raphinha, Dani Olmo y Lamine Yamal celebran el gol del triunfo ante el Celta

Joan Monfort / Ap-LaPresse

Los últimos partidos demuestran una debilidad que ojalá sea pasajera. Es un síntoma, y, poniéndonos la venda antes de la herida, podríamos pensar que, pese a la inolvidable temporada que estamos viviendo, aún nos falta un margen de solidez y continuidad para aspirar a lo máximo. Pero como hemos quedado que debemos silenciar este tipo de pensamientos, seamos disciplinados, confiemos en la capacidad del equipo para, como el sábado, revolucionar los partidos a base de mentalidad y caos ofensivo y guardemos los miedos y los malos augurios dentro de una caja negra que solo abriremos en caso de accidente o catástrofe.

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