Lo han conseguido. Creo que no se les puede negar. El nuevo formato de la Champions es todo un éxito. Esta semana, que se ha disputado la última jornada del año –quedarán dos pendientes para enero–, es un buen momento para confesarlo. Incluso aquellos acérrimos defensores del formato clásico y reticentes a la innovación han llegado a este momento de la temporada teniendo que admitir que, efectivamente, este flamante modelo es un acierto. Con aspectos a mejorar, evidentemente. Pero el invento ha abierto una ventana de aire fresco en una competición que ya empezaba a tener aroma a caduco. O, como mínimo, de gastada.
Detesto la expresión “salir de la zona de confort”, pero en este caso no encuentro ninguna otra que se ajuste mejor a lo que ha pasado a los equipos con este cambio de formato. La anterior fase de grupos de la Champions había instalado en los discursos de entrenadores y jugadores –y también de los periodistas deportivos, claro– un sonsonete alrededor de ganar determinados puntos para asegurar el objetivo de octavos. Si los puntos se sumaban rápidamente, los últimos partidos pasaban a ser un puro trámite, cosa que sucedía en la mayoría de grupos. Por eso, me ha gustado ver cómo, una vez estrenado el nuevo formato, entrenadores, jugadores, aficionados y periodistas somos incapaces de calibrar con precisión el peligro de una derrota o el riesgo de acumular un par de empates. Quedan dos jornadas de la liguilla y todavía no sabemos si con nueve puntos un equipo se asegura jugar el playoff de acceso a los octavos. Maravilloso. Me ha gustado ver cómo, desde el primer día, algunos intentaban hacer números y predicciones con modelos útiles en el formato de grupos de cuatro equipos extrapolándolos absurdamente a una liga de 36. Imposible. Pero, aun así, lo intentaban. De hecho, se ha palpado tal ansia por esta práctica que, esta semana, la UEFA ha incorporado a su página web oficial una herramienta para simular resultados y poder jugar con las probabilidades. Genial.
El invento ha abierto una ventana de aire fresco a una competición que empezaba a tener aroma a caduco
Me gustan los grandes partidos de Champions entre grandes rivales, y eso también ha crecido. En el formato anterior, en cada grupo había un rival muy potente, otro menos potente, uno que podía dar la sorpresa y otro flojo o muy flojo. Es decir, que en cada grupo quizá había un par de partidos muy buenos, de aquellos de cartel Champions. Ahora, en cambio, durante las ocho jornadas, cada equipo puede llegar a jugar cuatro o cinco partidazos contra rivales de primer nivel europeo. Y si el sorteo te depara un rival de los débiles, porque seguro que alguno caerá, no sufras que solo te enfrentarás un día. Nada de primera y segunda vuelta contra los mismos. Fantástico.

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Además, sean grandes o pequeños, ahora todos los equipos pasan a ser importantes hasta el último día. Por los puntos que le pueden sacar a tu equipo o por los que le puede restar a tus principales competidores en una clasificación que, a dos jornadas para el final, esta muy ajustada. Brillante.