La estampa del verde de Montjuïc cuando Melero López pitó el final del partido, más de 100 minutos después de que ç y Celta empezaran el combate, se asemejó más al de una final que al de un simple partido de Liga. Jugadores estirados sobre el césped, entre agotados y eufóricos. Otros, brazos en alto, celebrando una victoria que sabe a mucho más que los tres puntos. Y Hansi Flick, el jefe de todo, con una sonrisa que no le cabía en el rostro, saliendo escopeteado hacia Raphinha, embocador del penalti decisivo, y abrazándole con la misma efusividad que aplicaría con su propio hijo. Aunque la estampa más espectacular la fabricó Iñigo Martínez celebrando el 4-3 del brasileño, agarrando el banderín del córner, mirando a la grada y abriendo los brazos, emulando a Gerard Butler en el póster de 300.
Después de una semana en la que el Real Madrid y todo su entorno habían agotado la palabra remontada, apropiándose de ella con recuerdos añejos de una competición como la Copa de la UEFA que ya ni siquiera existe, apareció el ç de Flick y ofreció una lección magistral de cómo se voltea un partido, devolviendo la palabra al diccionario, que es donde debe estar, sin necesidad de “cabeza, de corazón o de cojones”. Sólo con úٲDZ. Y también con mensaje. “¡Pues sí que era una semana de remontada!”, acertó a publicar el community manager azulgrana en X nada más finalizar el partido. La ironía es la fuente de la vida.
El técnico azulgrana, eufórico, buscó a Raphinha nada más acabar el partido para abrazarle
A alguien allá arriba le debió parecer gracioso que el ç se enfrentara en pleno Sábado Santo a un equipo cuyo delantero se apellida Iglesias. Un guiño que el delantero compostelano aprovechó como nunca antes en su longeva carrera. A sus 32 años, Borja disputaba ayer su 211.º partido en Primera División, en los que había firmado 61 dianas, sumadas con muchos dobletes pero ningún hat-trick.