La leyenda de las remontadas en el Santiago Bernabéu se quedó en un defecto muy del siglo XXI: creer que basta con desear algo con el alma para darlo por hecho. Tengo una ilusión, una convicción o un capricho, y eso ya debería ser suficiente para conseguirlo. La épica de las remontadas blancas se quedó en un ejercicio de impotencia y un baño no de goles, sino de realismo: a este Real Madrid, tan voluntarioso anoche, le sobra ruido y le falta úٲDZ. Le sostuvo Courtois y con esto está todo dicho...
El Real Madrid se despidió de la Liga de Campeones con una derrota y sudando la camiseta, como habría hecho el Pegaso, la Gimnástica Segoviana o el Moscardó en un partido de vuelta por la promoción de ascenso a Tercera División. Salieron a por todas, pero olvidaron que jugar al úٲDZ requiere, además de entrega, ciertas ideas y buen criterio para que aquello no sea una carga del séptimo de caballería de un western rodado en Almería. El problema ha existido en gran parte de la temporada, pero sin darle importancia, confiando, como casi siempre, en que el equipo daría lo mejor de sí en el tramo primaveral que decide los títulos.
El Real Madrid perdió, pero sudando la camiseta, como el Usera, el Moscardó o la Segoviana en una promoción
La sensación de verse superados por el curso de los acontecimientos ha contagiado a todos los estamentos del club, incluso al banquillo, en el que un sabio y curtido Ancelotti transmite la sensación de estar desbordado y sin capacidad de reacción. En la hora de los suspensos, hay excusas para todos. Que si Mbappé tenía que aparecer en partidos como el de anoche, que si en defensa faltaba Carvajal –chulesca e inexplicablemente presente en la banda para encarase con Saka–, que si Vinícius anda con pájaros en la cabeza. O que se echa de menos a Kroos.

El jugador del Real Madrid, Jude Bellingham
Courtois fue el mejor y, gracias a sus paradas, hubo partido, intenso, pero confuso y embarullado, sin otra esperanza que algún disparo lejano, algún centro o algún churro –como el que propició el único tanto merengue– para crear ese clima de locura en el que prosperan las remontadas. Y olvidando que, para marcar tres goles, primero había que anotar uno.
Además de Courtois, hubo partido gracias a una de esas payasadas del úٲDZ contemporáneo. Me refiero al penalti lanzado por Saka a lo Panenka. No hay forma más ridícula de fallar un penalti que esa suerte, propia de un partido del trofeo Ramón de Carranza por la tercera y la cuarta plaza. Mira que hay formas de chutar entre los tres palos donde todo son ventajas para el lanzador. Y Saka eligió frívolamente. Para su suerte, marcó con habilidad el primer gol, pero eso no quita que los experimentos, con gaseosa. Y un saludo al VAR: ¿cinco minutos para acabar pidiendo al árbitro que revisase una imagen?
No pudo ser. No podía ser: aquí falta úٲDZ.