“Nada está fuera de la mesa” para la respuesta que prepara Europa a los aranceles del 25% impuestos por el presidente Trump a la importación de automóviles, decía el viernes un portavoz del Gobierno alemán. “No nos inclinaremos ante Estados Unidos, ahora se trata de que la UE dé una respuesta firme”, afirmaba mucho más contundente el jueves el ministro alemán de DzԴdzí, Robert Habeck. Alemania, la primera economía de Europa, tiene razones para la indignación, como uno de los países que más se resentirá de la medida, aunque el seísmo arancelario puesto en marcha por Donald Trump afecta al sistema global y a todas las marcas, de Toyota a Porsche. China ya ha anunciado que responderá con contramedidas, como ha hecho también el primer ministro de Canadá. “Está claro que Estados Unidos ya no es un socio fiable”, ha resumido Mark Carney.
Talón de Aquiles
La estrategia industrial de Trump, centrada en los aranceles, habla de patriotismo, pero traerá más inflación
Canadá y Alemania, junto con Japón y Corea del Sur y México, son los países que se verán más perjudicados por este nuevo régimen arancelario draconiano. Es la medida más agresiva lanzada hasta la fecha por Trump, un movimiento que pone en jaque el ecosistema automovilístico global y supone un ataque directo a décadas de globalización comercial. Un cambio radical de escenario cuyos inmediatos efectos, según el propio sector, serán un recorte de producción y un incremento de los precios en Estados Unidos. El coste global para los fabricantes de coches puede alcanzar los 110.000 millones de dólares al año, ha estimado la firma de inversión Bernstein.
El modelo industrial de Trump cuenta con que los aranceles, que se aplicarán a partir del 3 de abril, obligarán a los fabricantes de coches (y a los de componentes para la automoción, a partir del 3 de mayo) a producir en territorio de Estados Unidos y harán que “el empleo vuelva a casa”, según sus propias palabras. No se contemplan excepciones. Incluso las americanísimas General Motors y Ford se verán afectadas, dado que tienen parte de su producción en México y Canadá. Los mercados no lo ven tan claro y han penalizado con fuertes descensos a las automovilísticas. Muchos analistas advierten que tocar el automóvil es jugar con fuego, dada su importancia como sector central de la economía.
Jugando con fuego
Hyundai, Toyota, Volkswagen, Subaru y Mazda podrían ser las marcas más perjudicadas en EE.UU. por los aranceles del 25% a la importación de coches
El gran riesgo de la medida para Estados Unidos es un fuerte incremento de la inflación. Alrededor de un 46% de los coches nuevos que se venden en el país son importados, por un valor de 240.000 millones de dólares. La industria emplea a millones de trabajadores en el montaje, logística de distribución, venta en concesionarios y servicios post venta. La Casa Blanca estima que los aranceles del 25% generarán al Estado federal unos ingresos anuales de 100.000 millones, pero el coste puede ser más alto, en la forma de un descenso de las ventas, pérdida de empleo y perjuicios para los consumidores. En suma, más inflación, aunque le llamen patriotismo. Un problema que podría convertirse en el talón de Aquiles de esa estrategia industrial trumpista.

Un concesionario de Toyota en Alhambra (California, Estados Unidos)
Por el momento, diversas estimaciones cifran entre 4.000 y 12.000 dólares el incremento de precio de los automóviles en EE.UU. tras la entrada en vigor de los aranceles. Bank of America cifra el incremento en una media de 10.000 dólares por coche, y destaca que las ventas podrían caer en unos 3 millones de unidades (sobre un total de 16 millones de coches vendidos el año pasado en el país).
“Nos preocupa que nuestra producción en Estados Unidos pueda mantenerse asequible y las implicaciones en la demanda”, ha subrayado el presidente de Stellantis, John Elkann. Para Cox Automotive, compañía de investigación de mercados, si los aranceles entraran en vigor la semana que viene la confusión que se crearía en la cadena de suministro llevaría a una disrupción de la fabricación en el país, lo que se traduciría en un descenso de la fabricación en unos 20.000 coches, alrededor de un 30% menos respecto a la producción actual.
Contramedidas
Europa prepara su respuesta: “No nos inclinaremos ante EE.UU.”, ha dicho el ministro alemán Habeck
Hyundai, Toyota, Volkswagen, Subaru y Mazda podrían ser las marcas extranjeras más perjudicadas. La coreana Hyundai, por ejemplo, importó un millón de coches a Estados Unidos el año pasado, más de la mitad de sus ventas en el país. Los beneficios de Mazda podrían caer un 59% de acuerdo con las estimaciones de Goldman. Pero el camino está lleno de minas y ni siquiera Tesla se salvaría totalmente. La compañía de Elon Musk aparece como la mejor posicionada entre los fabricantes norteamericanos porque tiene una fuerte base de fabricación en EE.UU., aunque hay que tener en cuenta que sus coches eléctricos utilizan también un gran número de componentes extranjeros.