Al regresar anoche a Madrid de su viaje de cooperación a Cabo Verde, Letizia llevaba consigo la impresión que le produjo la historia de una adolescente que, tras ser violada, fue madre a los 13 años; las risas de las peixeiras de la isla de San Vicente; el baile de las mujeres de Porto Mosquito y, además, unos pendientes hechos con escamas de pescado pintadas, dibujos infantiles, pulseras trenzadas, tazas de colores, jabones artesanos y una bolsa de mano con un pez bordado.
Los recuerdos de las personas con las que habló y pequeños regalos sin más valor que el cariño con el que se los entregaron son el balance del décimo viaje de cooperación de la Reina desde el primero en 2015 cuando heredó ese cometido de la reina Sofía. Letizia ha dado a esos viajes, convirtiéndose, gracias a su potente imagen enfundada en el chaleco rojo de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), una nueva manera de enfocar la acción solidaria.
Letizia cierra su viaje de tres días en el que ha conocido los proyectos financiados por la AECID
“Y, ¿como creéis vosotros que es una reina?”, preguntaba Letizia el miércoles a los niños de la escuela Segunda Companhia, ubicada en el barrio de Cricket de Mindelo, y una niña respondía: “Bonita”. Letizia les explicaba que las reinas ya no llevaban corona y, rodeada de pequeños, preguntaba a sus maestros los detalles del programa que se desarrolla en el centro escolar para asegurar una alimentación saludable en el comedor, aprovechando los recursos pesqueros de la isla y también facilitando que los agricultores locales sean proveedores de frutas y verduras. El colegio tiene un huerto en el que crecerá una lechuga del plantón que Letizia introdujo en la tierra.
La visita al colegio fue, junto a la alegría de los habitantes de Porto Mosquito, en la isla de San Vicente, y el orgullo de las peixeiras de Mindalo con sus delantales bordeados de encaje y sus cubos pintados llenos de pescado, la cara más visible de todo lo que se ha conseguido en el archipiélago de Cabo Verde, en el que la cooperación internacional cuenta con el apoyo de las autoridades y entidades caboverdianas. A diferencia de otros países, los trabajadores de las diferentes organizaciones que ejecutan los proyectos financiados en parte, o totalmente, por la AECID, presumen de la utilidad de su trabajo y de que, en definitiva, se puede observar alguna mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Cabo Verde, comparado con otros países de África, tiene un nivel de desarrollo y una renta media superior al resto de sus vecinos, pero el 25 por ciento de sus 500.000 habitantes vive por debajo del índice de pobreza y de ellos aún hay comunidades, sobre todo el interior de las islas, de pobreza extrema.

Letizia enla escuela Segunda Companhia
La diferencia es que el actual gobierno, encabezado por el progresista José María Neves, ha implementado, iniciativas como la del Instituto de Cabo Verde por la Igualdad y Equidad de Género, aunque la falta de recursos del país lastra las políticas de igualdad y desarrollo.
Ayer, antes de regresar a Madrid, la reina Letizia mantuvo un encuentro con la primera dama, Débora Carvalho, con quien trató temas relacionadas con la atención a niños con necesidades especiales, sobre todo sordomudos, ciegos o autistas, y programas para atender a mujeres con cáncer de mama, la primera causa de fallecimiento de mujeres en Cabo Verde. La esposa del presidente trabaja con la Fundación Clarós de Barcelona, cuyo promotor el doctor Pedro Clarós opera labios leporinos y otras deformaciones. La Reina y la primera dama visitaron juntas la Fazenda Esperanza, en la que se atiende a mujeres con adicciones, principalmente al alcohol.

La primera dama de la República de Cabo Verde, Débora Katisa Carvalho y la reina Letizia
El encuentro de la reina con Milagros García López, una animosa religiosa perteneciente a la congregación de las Adoratrices, puso el broche de oro al viaje de cooperación y no por la cruda realidad de las mujeres víctimas de trata y explotación sexual que atiende la hermana Milagritos en la Fundación Amaranta, sino por constatar la evidencia de que, con la dedicación de los cooperantes, religiosos o laicos y, sobre todo destinando los recursos necesarios, la esperanza es posible.