Racismo, rock y guerra de Vietnam: la historia de Estados Unidos a través del espejo de ‘Forrest Gump’
Cine e historia
Treinta años después de su triunfo en los Oscars, nos preguntamos si es real la visión supuestamente conservadora de la cinta de Zemeckis sobre la historia contemporánea estadounidense
Fotograma de 'Forrest Gump'
Hace tres decenios, la película Forrest Gump, de Robert Zemeckis, se llevaba seis Oscars. Tom Hanks, en uno de sus papeles más memorables, interpretaba a un discapacitado intelectual que asiste a los principales acontecimientos de la historia estadounidense. La suya es una mirada bondadosa sobre el mundo y por eso su personaje nos seduce: de alguna forma, en sus comentarios hay una forma de sabiduría.
Forrest Gump es un muchacho de Alabama, un estado del Sur, educado en los valores tradicionales. En cambio, Jenny (Robin Wright), el amor de su vida, simboliza a la América progresista. Sus ideas abiertas se reflejan cuando intenta seguir una carrera artística. Escoge el estilo de Joan Báez, intérprete folk dedicada a la canción protesta. Por desgracia, su interpretación de Blowin’ in the wind (flotando en el viento), el legendario tema de Bob Dylan, no será bien recibida por el público.
Más adelante, a lo largo de los años sesenta, se involucrará a fondo en el movimiento hippy y se sumergirá en una espiral autodestructiva. Supone, de forma catastrófica, que las drogas no son sino formas de expandir la mente. Como su rebeldía acaba en un desastre rotundo, ciertos críticos han señalado que el filme sería agresivamente conservador. Esta es una cuestión polémica, porque, a fin de cuentas, el conservadurismo se identifica en la película con una persona de inteligencia limitada.
Jenny es la otra cara del sueño americano, la del fracaso. Forrest, en cambio, triunfa y se convierte en millonario. ¿Apología de la mística del self-made man? Su éxito puede interpretarse como una defensa del conformismo, pero también como una crítica irónica hacia una sociedad que permite que los mediocres lleguen a la cumbre. Esta visión resulta evidente cuando le preguntan a Forrest Gump para qué está en el Ejército. Él responde que para hacer todo lo que su superior ordene. El sargento, entusiasmado, elogia su inteligencia y le dice que llegará a general. Este detalle, parodia del militarismo, es poco compatible con el carácter supuestamente reaccionario de la película.
El personaje de Tom Hanks reacciona en el Ejército desde su candidez, lo mismo que en todos los demás ámbitos de su vida. Nos dice, al principio, que su nombre es por un general de la guerra de Secesión. Se refiere a Nathan Bedford Forrest, que fue también dirigente de Ku Klux Klan. Para Gump, la siniestra organización racista viene a ser una especie de club inocente.
El espectador entiende que detrás de este comentario no hay apología, sino solamente humor. Es la visión de un chico que en ningún momento sabe de lo que está hablando. De ahí que su percepción de la realidad sea, en ocasiones, estrambótica, con el consiguiente efecto cómico. Como cuando explica que tiene su dinero invertido en una “compañía frutera” refiriéndose a la tecnológica Apple (en inglés apple significa manzana).
Tom Hanks y Robin Wright en ‘Forrest Gump’
La sombra del Ku Klux Klan está presente en el Sur de forma explícita o implícita. La película también aborda la problemática del racismo al recrear el histórico ingreso en la universidad de un grupo de estudiantes negras. Deben ser protegidas por la fuerza armada para vencer la oposición del gobernador de Alabama y de todos los racistas blancos.
Para estos, la intervención de la autoridad federal equivale a una demostración de “militarismo”. Sin embargo, la película deja claro que se trata de un acto de justicia para proteger el ejercicio de un derecho fundamental como es el de la educación. Por otro lado, la amistad entre Forrest Gump y Bubba, un afroamericano, expresa con rotundidad un mensaje contrario a la segregación.
En todos los fregados
El protagonista siempre se halla en medio de la actualidad más candente. Aunque es un ciudadano cualquiera, acaba destacando de una manera u otra. De ahí que visite la Casa Blanca bajo diversos presidentes. En su momento causó sensación la mezcla de imágenes reales de los mandatarios con la de Tom Hanks, de manera que parecía que el actor interactuaba de verdad con las figuras históricas.
La aparición de Lyndon B. Johnson resulta especialmente significativa, porque habla de incrementar la presencia estadounidense en Vietnam, un conflicto que va a tener a lo largo de la película una importancia considerable y que se enfoca en términos críticos, aunque no sea de una manera descarnada. Cuando contemplamos a los soldados americanos en un paisaje lleno de helicópteros, la canción que se escucha de fondo es Fortunate son, un clásico de Creedence Clearwater Revival en que se denuncia que los hijos de los ricos tienen muchas más posibilidades de no ir al frente.
Forrest Gump conocerá durante la guerra al teniente Dan Taylor (Gary Sinise), un militar al que salva la vida. Sin embargo, al principio él no se lo agradece. Piensa que le ha arrebatado una muerte gloriosa en el campo de batalla, algo que, en ese momento, le parece mucho mejor que ser un inválido sin piernas.
Taylor se ha convertido en un paria y eso no le resulta fácil de aceptar. Sobre todo cuando compara su triste situación con la de Gump, que recibe la Medalla de Honor del Congreso. No puede entender que alguien de su inteligencia reciba unos honores que, en teoría, deberían corresponder a un individuo con un perfil completamente distinto.
Gary Sinise, Mykelti Williamson y Tom Hanks en 'Forrest Gump'
El teniente Dan representa a tantos soldados que regresaron a casa con discapacidadesmás o menos severas, solo para comprobar que, en lugar de ser recibidos como héroes, la sociedad norteamericana les despreciaba. En la película, Robert Zemeckis refleja la profunda insatisfacción popular que generaba un conflicto que se alargaba sin conducir a ninguna parte.
Una escena muestra, por ejemplo, la rabia de los Panteras Negras, una organización antirracista radical y armada, ante una guerra en la que, a su juicio, los afroamericanos se veían luchar y morir por un país que les odiaba. Tenían razón al señalar la hiriente contradicción entre las discriminaciones que sufrían los negros en su propio país y las obligaciones militares que debían cumplir.
La cuestión de la paz enlaza con otro gran momento de la película: la entrevista que, gracias la magia de los efectos digitales, comparten Forrest Gump y el auténtico John Lennon. Cuando el primero habla de su viaje a China, el exbeatle pregunta si los ciudadanos de ese país no tienen religión y si no tienen posesiones. Las réplicas de Forrest, en ambos casos, corresponden a versos de Imagine, el himno antibelicista del músico británico.
El homenaje a su figura demuestra que la película, pese a lo que dicen sus críticos, se inclina más hacia el progresismo que hacia lo contrario. Gump se refiere a él como “ese inglés tan simpático”. En la escena, de hecho, Lennon plantea cuestiones perspicaces que sirven para desafiar el reduccionismo y las ingenuidades del protagonista.
Palanca de los acontecimientos
Gump no es solo un observador de la historia. En ocasiones, su intervención resulta fundamental para orientar los hechos en la dirección que todos conocemos. Eso es lo que sucede cuando un Elvis Presley que todavía no ha alcanzado el estrellato se aloja en la hospedería que dirige la madre de Forrest, interpretada por una inolvidable Sally Field. Gump lleva, en esos momentos, correctores en las piernas. Su forma de moverse inspirará al Rey del rock el legendario movimiento de caderas que contribuirá a hacerle famoso.
Muchos años después, durante otra de sus visitas a la Casa Blanca, Tom Hanks habla con Richard Nixon. El presidente le aconseja que se aloje en el Watergate sin sospechar que, de esta manera, se va a activar el proceso que conducirá a su destitución. Gump, de modo involuntario, consigue con una llamada telefónica que se descubra el espionaje de los republicanos al Comité Nacional del Partido Demócrata, que tenía su sede en el mismo hotel.
Nixon, un republicano, no queda en buen lugar. Pero la sátira se dirige, lejos de cualquier maniqueísmo, tanto contra la derecha como contra la izquierda. No en vano, la película parece apostar por una memoria histórica que reconcilie a Estados Unidos y cure sus heridas. Forrest y Jenny representan a dos Américas muy distintas, pero no necesariamente incompatibles. Su matrimonio final y su hijo en común dan a entender que el país, de alguna forma, puede superar todos sus traumas.