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¿De dónde viene la frase "Que todo cambie para que todo siga igual"?

ʴDZíپs lampedusianas

Formulada así o con variantes, como "Cambiarlo todo para que nada cambie", la sentencia es la más famosa de 'El gatopardo' y sintetiza por qué la novela de Tomasi di Lampedusa es un clásico

El inesperado origen de la palabra "guiri"

De izqda. a dcha., Alain Delon (Tancredi), Claudia Cardinale (Angelica) y Burt Lancaster (Fabrizio) en ‘El gatopardo’ de Visconti, 1963

Descripción de la imagen

FilmPublicityArchive/United Archives vía Getty Images

Es el diálogo más inmortal de la novela El gatopardo (1958), cuando Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, intenta evitar que su sobrino Tancredi se una a los hombres de Giuseppe Garibaldi y participe en su guerra, en la segunda mitad del siglo XIX.

“Un Falconeri debe estar a nuestro lado, por el rey”, le espeta el príncipe, que por rey se refería a Francisco II, el Borbón que en ese momento gobernaba las Dos Sicilias. Más pragmático, el sobrino le responde: “Por el rey, es verdad, pero ¿qué rey?”. A diferencia de su trasnochado tío, Tancredi ya había visto que la nueva monarquía iba a ser la de Víctor Manuel II y en una Italia unificada.

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Con estos dos personajes de ficción, Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) dibujó acertadamente a la vieja aristocracia italiana, que en el siglo XIX iba a ver cambiar su mundo. Primero, con la unificación de los ducados del norte, y luego, con la guerra abierta por Garibaldi y sus camisas rojas.

La progresiva transformación de la península en una monarquía moderna y liberal iba a acabar con los antiguos estados, herencia de una forma feudal de entender el territorio. Se abría un tiempo nuevo, en el que la nobleza iba a tener que ceder terreno a la burguesía.

Eso no convencía al viejo Fabrizio. Católico, borbónico y orgulloso Salina, desconfiaba de los burgueses venidos a más. Sentía nostalgia por el viejo régimen y la angustia de ser el último representante de su dinastía. Por no hablar del miedo a que su queridísimo sobrino, al que veía capacitado para sustituirle, acabara con las tripas desparramadas en algún monte siciliano.

Pero “si allí no estamos también nosotros”, le advierte Tancredi, “estos te endilgan la república”. “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?”. Eso, y una promesa de que volverá con la bandera tricolor, es lo último que le expresa antes de desaparecer. Ya en privado, y en un tono burlesco: “La tricolor”, ironiza Fabrizio, una bandera que considera un “remedo de los franceses”, un “revoltijo de colores estridentes” incomparable a su apreciada flor de lis, símbolo de los Borbones.

Burt Lancaster como Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, en ‘El gatopardo’, 1963

Burt Lancaster como Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, en ‘El gatopardo’, 1963

Sunset Boulevard/Corbis vía Getty Images

A pesar del enojo, la frase del joven le dejó pensativo: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. Una aparente contradicción, pero que hay que leer como si fuera un oxímoron. Igual que se hace con esa figura literaria, Tomasi di Lampedusa opuso dos posibilidades para transmitir una idea; en este caso, el muy político arte de birlibirloque. Lo definió con tanto acierto, además, que inauguró lo que más tarde se llamó gatopardismo o lampedusianismo, y que en ciencia política ya es todo un concepto en sí mismo.

Lo que Tomasi di Lampedusa quería mostrar es la capacidad de los sicilianos –habitantes de una isla que ha conocido varias potencias ocupantes– para adaptarse a cualquier forma de gobierno. Y, más importante, la habilidad de la aristocracia isleña para sobrevivir a esos cambios.

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No solo en Sicilia, pues el argumento tiene validez universal. Por otro lado, no era un razonamiento nuevo, pues el novelista francés Alphonse Karr ya lo había planteado en un artículo de 1849 en la revista satírica Les Guêpes.

Sin embargo, El gatopardo lo hizo famoso, y eso que en el libro aparece solo una vez. Literalmente, al menos, pues figuradamente la idea sobrevuela toda la narración. Por ejemplo, en las decisiones del joven Tancredi, que, en lugar de casarse con la hija del príncipe, Concetta –como este hubiera preferido–, cae prendado de la hija de un político burgués.

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