Charles Dreyfus, impecable a sus 98 años, recibe a bet365 en su piso pulcro y ordenado de Boulogne-Billancourt, un municipio de la periferia oeste parisina. El nieto de Alfred Dreyfus (1859-1935), célebre protagonista del caso de antisemitismo que sacudió Europa a finales del siglo XIX, quiere preservar la memoria de su abuelo, a quien el Museo de Arte e Historia del Judaísmo dedica, hasta el próximo 31 de agosto, la exposición Alfred Dreyfus, verité et justice.
–Está usted estupendo. Deben de ser los genes de su abuelo...
–Gracias. Yo no pasé cinco años en la isla del Diablo...
La conversación nos devuelve a octubre de 1894, cuando el capitán de origen alsaciano Alfred Dreyfus, destinado al Estado Mayor francés, fue falsamente acusado de espiar a favor de Alemania. Condenado por alta traición, fue trasladado a la entonces colonia de la Guayana Francesa y encarcelado en condiciones muy duras, incluso con grilletes encadenados a su cama. El calvario continuaría con un segundo proceso, en Rennes, en 1899, en el que volvió a ser declarado culpable, pese a haberse descubierto al verdadero traidor en el Estado Mayor. La rehabilitación no llegó hasta 1906, aunque, para colmo del cinismo administrativo, le quitaron los cinco años de antigüedad como militar por los años en que estuvo injustamente encarcelado.

Dreyfus ve cómo rompen su espada, símbolo del peor deshonor en 1895
El affaire Dreyfus, un capítulo obligado en los libros de texto occidentales, inflamó a Francia y conmocionó a Europa porque demostró la fuerza del antisemitismo y de la retórica del odio. En defensa de Dreyfus, el escritor Émile Zola escribió el famoso artículo ’aܲ... , una carta al presidente de la República en el periódico ’Aܰǰ . El escándalo influyó para que el periodista austriaco Theodor Herzl, padre del sionismo, que había asistido como corresponsal al primer juicio en París, se convenciera de la necesidad de fundar un Estado judío.
Pese a lo que había sufrido y para demostrar su patriotismo, Alfred Dreyfus, ya un hombre maduro, se reincorporó voluntariamente al ejército al estallar la Primera Guerra Mundial.
Charles Dreyfus tenía ocho años cuando su abuelo falleció. “Era un abuelo caluroso al que estaba muy unido –recuerda el nieto–. Fue la primera muerte que viví de alguien cercano y supuso, por tanto, un shock para mí. Jamás contaba su historia en casa. Yo sabía que no era alguien corriente, que era un poco especial, pero ignoraba por qué”.
Más tarde, al publicar su padre las memorias del abuelo, el nieto empezó a tomar conciencia, a pesar de que pasaron decenios en los que del affaire Dreyfus no se hablaba apenas en Francia.
“Fue un gran sufrimiento para él y resistió de manera heroica la situación”, subraya Charles Dreyfus. “Eso es lo que queremos preservar, yo y mi familia, que la gente se acuerde de lo que vivió y lo que significó”, prosigue el descendiente del capitán, que tiene dos hijas y un hijo, cinco nietos y dos bisnietos. “Hubo quienes, por antisemitismo violento, lo acusaron de esa traición, pero sobre todo es importante para mí destacar que hubo también gente admirable que lo defendió, como Émile Zola, personas que asumieron grandes riesgos, militares que vieron arruinada su carrera”.
Según el nieto, “hubo dos cosas que le permitieron sobrevivir (al abuelo), la cultura y el apoyo absoluto de su esposa”. Alfred Dreyfus “se interesaba por todo, por la literatura (Montaigne, Shakespeare), la historia y la ciencia”. En su encierro en la isla del Diablo intentó aprender inglés y llenó decenas de cuadernos con dibujos.
Charles Dreyfus y su familia escaparon de París en mayo de 1940, pocos días antes de la ocupación nazi. Su piso fue saqueado. Se instalaron dos años en Marsella, en la Francia administrada por el régimen del mariscal Pétain, hasta que, gracias a un familiar que vivía en Nueva York, lograron un visado. Primero viajaron a Casablanca (Marruecos), y de allí, en un barco portugués, cruzaron el Atlántico. Residieron en Nueva York y en Berkeley (California).

Charles Dreyfus, de 98 años, conoció a su abuelo de niño
Con 17 años, el nieto del célebre capitán se alistó en las Fuerzas Francesas Libres del general De Gaulle y desembarcó en Normandía en diciembre de 1944, pero no combatió. Lo destinaron a un almacén de la aviación estadounidense que iba a ser transferido a los franceses. Después de la guerra, regresó a EE.UU. y se casó con una norteamericana. En 1953, al nacer el primer hijo, retornaron definitivamente a Francia.
Charles Dreyfus trabajó en la empresa automovilística Simca y en una compañía textil. Su esposa falleció en el 2012, después de diez años enferma de alzheimer. Vive solo, si bien lo visitan con asiduidad sus hijos y nietos. “No estoy abandonado”, insiste en matizar. Pasea cada día y se apaña bien con la comida. “Cosas poco complicadas –explica–. Utilizo bastante los platos precocinados de Picard (una conocida cadena de ultracongelados). Hay una tienda en el mismo edificio. Es muy práctico”.
Si el abuelo sobrevivió a juicios injustos y al infierno de la isla del Diablo, al nieto casi centenario su vejez le parece fácil y agradable.