Ninguna otra institución vaticana es menos conocida pero más esencial que la Florería vaticana. Al contrario de lo que su nombre parecería apuntar, no se trata de una simple floristería, cuya finalidad parecería ser meramente el adorno floral de las ceremonias pontificias. En realidad, es lo más parecido a una mezcla entre una central de compras y una plataforma de abastecimiento. Dicho en román paladino: desde la construcción del féretro del papa Francisco hasta la indumentaria a los cardenales en el cónclave.
Adscrita a la dirección de Infraestructuras y Servicios de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, de la que la Santa Sede no es sino su arrendador, se trata de la unidad administrativa que presta el servicio de aprovisionamiento “de todo lo que es visible” en el Vaticano, como la define un trabajador.
Todo que podemos ver estos días, absolutamente todo, lo proporcionan ellos. Tienen cinco enormes almacenes con bienes muebles de todo tipo, desde indumentaria hasta escenografía, en la Zecca, el Grottone, el Triangolo y los patios de San Damaso y del Pappagallo. Si lo tienen, lo restauran o lo reponen; si no, lo compran. Hay mil años de acumulación de objetos.

Los uniformes de la Guardia Suiza, una de las tareas que asume la Florería
Son ellos quienes fabrican el féretro y lo forran, amortajan al pontífice, eligen los candelabros, los tapices y las alfombras, sacan reclinatorios, prestan indumentaria a los cardenales. Antes del cónclave, preparan el sacro delante de la basílica. Y, durante el cónclave, preparan desde la Capilla Sixtina a la Capilla Paolina.
Hasta la indumentaria del nuevo papa. Benedicto XVI, en la primera parte de su pontificado, sacó de sus almacenes el trono, el saturno o el camauro. Todo lo que veremos estos días corre de su cuenta. Hasta 1978, cuando no existía la Casa Santa Marta, preparaban también el alojamiento y las comidas. Son cinco siglos de experiencia.
Su origen se sitúa en la cultura del barroco, cuando la Iglesia optó por la retórica de la imagen para contrarrestar la literalidad del texto de los protestantes. Es entonces cuando se crea el cargo de Floriere Maggiore, que formaba parte de la Corte Pontificia. Hasta el Vaticano II se llamó Florería Apostólica Vaticana y dependía directamente de la Prefectura de la Casa Pontificia. Después simplificó su nombre y pasó a depender de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.