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“El mal existe, yo lo he visto”

Tengo 65 años. Soy de Barcelona. Soy periodista y escritor. Estoy muy casado con Sandra, sin hijos. ¿ʴDZíپ? Progresista... Aunque hoy no sepa muy bien qué es eso. ¿Creencias? Procuro mantener buena relación con la ética y la moral. Hasta los casos más duros merecen una mirada compasiva. (Foto: Àlex Garcia)

Santiago Tarín,periodista de casos criminales y judiciales

Periodista desde...

Debuté con 16 años en redacciones de radio y diarios. Por gusto de contar historias.

¿De casta le viene al galgo?

Manuel Tarín, mi padre, fundó en 1953 los premios Ondas de Radio Barcelona. Y mi tío Josep era periodista: hace un siglo que la firma Tarín sale en la prensa local.

¿ܳDz?

Hace poco abrí una caja... y vi esta foto.

Un hombre detenido, entre policías.

El Mula, camino del patíbulo. Es del año 1954. El hombre que ves detrás es periodista: mi padre. He reconstruido el caso.

¿Su padre no le contó nada?

No. Pero conservó esta foto: expresa la crudeza de aquella España. El Mula, amante de su cuñada, asesinó por ese amor a dos hombres.

¿Cómo sucedió?

Es Nochebuena y los amantes retozan en un descampado de Les Corts. Un policía les sorprende y quiere conducirles a comisaría. Ella se azora, teme perder la custodia de su hijo por adúltera... y él lo evita: arrebata la pistola al policía y le mata.

Ostras.

La pareja, la víspera de Reyes, pasea por las paradas de juguetes de Gran Via: “Y mi hijo no tendrá juguete este año”, llora ella.

Ay...

Él la envía a casa y, a solas, sube a un taxi: con la pistola del policía, atraca y mata al taxista. Y el niño tuvo juguete ese año.

Y El Mula ... garrote vil.

Cada caso de la crónica negra es una estampa social, una novela. Rara es la novela en la que no hay un crimen, ¿no?

Habrá escrito de otros asuntos...

Mafiosos italianos, los GAL, los atentados de Hipercor, Vic, 11-M... Y sí, miles de casos judiciales y criminales.

¿Se lleva los casos a casa o desconecta?

Es inevitable que te ronden. Y he guardado notas de todos los casos.

¿Su padre le impartió algún consejo?

Sí, uno: “El periodismo es el oficio de los cinco minutos”.

¿Me explica eso?

Llega cinco minutos antes y vete cinco minutos después que tus colegas... ¡y tendrás una historia distinta!

Tomo nota.

Y no olvido el ejemplo del gran maestro José Martí Gómez.

¿Qué aprendió del inolvidable Martí?

Por oscura y cruda que fuese la historia, la mirada de Martí era siempre compasiva. Y con belleza, aportada por su prosa.

Gran lección.

Me impartió otra: el bar. Para soltar la lengua de tus fuentes, sírveles alcohol.

Sirve también el olfato periodístico...

O el oído: un día me paseaba por la comisaría de Via Laietana, unos policías miraban el Telediario y oí cómo uno comentó esto: “No dicen nada del robo”.

¿Dz?

¡El butrón de la sucursal del Banco Hispano Americano! Unos italianos horadaron un túnel hasta la cámara acorazada y arramblaron mil millones en dinero y joyas.

Cuénteme de algún otro atraco.

Un atracador elevó desde la cárcel un recurso contra una multa de tráfico, así: “Yo huía en coche y, si quedó mal aparcado, fue culpa de los policías que me detuvieron”.

¡De risa! Otros casos serán más tristes.

Un hombre vino a contarme que su padre había desaparecido en 1936, secuestrado por la FAI, y me pidió que le ayudase a encontrarle. Fracasé. Le vi irse tan triste...

¿Sabe lo de la cementera de Montcada?

Lo leí después: hacían desaparecer a algunos individuos tirándoles a las calderas. Hay más casos que me han dado pena...

Cuente.

Casados y con una hija, muy humildes, Renato y Leandra han llevado una larga vida juntos, él empleado en una fábrica de coches. Y un día, le prejubilan. Tiene 60 años. Leandra se revuelve: “¡No, por tu culpa ahora los vecinos sabrán mi edad!”.

Vaya con la coqueta.

Leandra obliga al pobre Renato a salir de casa temprano, cada día, como yendo al trabajo. Él se agobia. Insomne, una noche él se acuesta en el sofá. Por la mañana, ella le riñe. Renato se levanta, va a la cocina, empuña un cuchillo, vuelve y la mata.

Tremendo.

En el juicio, el juez le preguntó a Renato por qué la mató: “No sé, dígamelo usted, señor juez, ¡yo la quería mucho!”.

¿El mal existe, Santiago?

El mal existe, yo lo he visto. Vea el caso de Antón: arruinado, secuestró a un vecino, le mató, enterró y pidió rescate a la familia. Sin saberlo Antón, el cuerpo afloró, y él seguía extorsionando a la familia...

Monstruoso.

La policía le emboscó y le detuvo. En el juicio, lo contó todo fríamente. Un psiquiatra me hablo de... “locura moral”. El mal.

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