“Inés, ahora lo que tienes que hacer es dejar que la pantera salga de la jaula”. Este es el consejo que Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) recibió de “una escritora española muy famosa” después de ganar el premio Nadal, en el 2022, con Las formas del querer. Esta periodista que se fajó entrevistando a autores ya preparaba entonces su carrera literaria, que incluye la novela Azules son las horas (2016), varios cuentos y la antología de entrevistas a escritoras Una habitación compartida (2020). Ahora presenta Otra versión de ti, una indagación en la identidad y en la fuerza y la fragilidad de la memoria y la palabra, donde combina una segunda persona ignorante con la entrevista, la indagación periodística, el relato, el diario, tuits, diálogos de WhatsApp… en un alarde estilístico ambicioso, con la actitud creativa de una pantera en libertad. Y con .
Ahora que está en el otro lado de la habitación compartida, ¿cómo lo lleva?
Lo disfruto mucho y aprendo con cada conversación. Siempre me he planteado las entrevistas como conversaciones. Me pongo mucho en el lugar del entrevistador.
“Recurro a la escritura cada vez que me preocupa un asunto o no tengo claro algo”
Cuando hacía aquellas entrevistas ya escribía. ¿Cuál era su planteamiento entonces?
El mismo que ha sido siempre, de autoconocimiento. Recurro a la escritura cada vez que me preocupa un asunto o no tengo claro algo. Y luego una no solo va cumpliendo años biológicos, también como escritora, y en esta última etapa tengo la sensación de haber crecido mucho como novelista, y eso está relacionado con que para mí literatura y periodismo son vasos comunicantes que dialogan de manera muy armónica y a los que he conseguido poner en un difícil equilibrio en mi vida.
En la primera parte de la novela, me he sentido como si tuviera un pie en Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, y el otro pie en Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, por la cantidad de citas literarias que acumula.
El lector va escuchando un soliloquio que es ese flujo mental de Andrea dirigiéndose a una Candela ausente, y ahí el espejo con la obra de Delibes es evidente. También con Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite. Dos escritores clave en la literatura española reciente con los cuales además tengo el enorme privilegio de compartir premio Nadal, lo cual es abrumador y muy vertiginoso.

Imagen de la portada del libro 'Otra versión de ti'
Si tuviera un tercer pie, ¿dónde debería apoyarlo?
Es evidente la influencia de Joan Didion y El año del pensamiento mágico no solo en la construcción y la escritura de esta novela sino en toda mi trayectoria como escritora y vital. Didion traslada la precisión del cirujano a la escritura, solo de ese modo se puede escribir desde lo personal, porque si no, hay una línea muy fácil de traspasar, la del sentimentalismo. En Otra versión de ti hay por supuesto sensibilidad, honestidad, intimidad. Lo que no hay es sentimentalismo. Y otra referencia ineludible es el Me acuerdo de Joe Brainard.
¿Ahora mismo con quién estoy hablando: con Inés, con Andrea, con Candela?
Pues yo creo que con las tres. Y también con todos los personajes que salen en la novela. Por responder de una manera más concreta, esta novela es otra versión de mí, de Inés Martín Rodrigo, la escritora que por supuesto tiene una vida, y de hecho el material narrativo fundamental que yo he empleado para poder construir esta historia ha sido mi propia vida. Luego la he pasado por el filtro de la ficción. Esto es una novela, una historia inventada, pero la documentación ha sido mi propia vida.
Esto es una novela, una historia inventada, pero la documentación ha sido mi propia vida”
Pero para acercarse a su vida, se aleja a la vez, mete a Andrea a investigar.
Sí, siempre tuve claro que debía ser así y que la voz principal tenía que ser una segunda persona, porque el principal sostén de la trama de la novela, aparte de la memoria de la reconstrucción de la memoria, es la identidad, averiguar quiénes somos, quiénes son los que nos rodean, quiénes fueron aquellos que ya no están con nosotros. De hecho, ahí está el título, Otra versión de ti. ¿Cuántas versiones de nosotros mismos hay? Para eso era básico emplear la segunda persona, porque trato de saber no qué es lo que yo siento estando en mi propia piel, sino qué es lo que otro siente al tratar de ponerse en mi piel. Que es un salto mortal narrativo, pero creo que una vez que el lector se deja atrapar por esa voz, por la voz de Andrea, lo que consigo es que se meta en la cabeza de la protagonista y que ya no salga.
¿Todos los testimonios son reales?
La documentación que he recopilado para escribir la novela es real, y en esa documentación entran los testimonios. Pero también la documentación que hay acerca del cáncer. Porque quería que la novela fuera un collage. Me la imaginaba como un enorme collage en el que tuvieran cabida todos los elementos narrativos, como por ejemplo tuits o conversaciones de WhatsApp, que me sirvieran para contar la historia, y me parecía muy interesante mezclarlos porque ese collage era en realidad un reflejo del enorme puzzle que es esta novela. Eso fue para mí como creadora, desde el principio, pero también para el lector y al final lo bueno es que el puzzle se llega a resolver.
Ha tenido que ser duro encarar testimonios de su historia personal. ¿Cómo pudo hacerlo?
Me refugié otra vez en la distancia. Y ahí me sirvió muchísimo el periodismo. Cuando fui recopilando la documentación y fundamentalmente la más personal, me tuve que poner en el papel de entrevistadora, casi en el de investigadora. Tuve que dejar a la Inés hija en casa. Porque si hubiera sido la Inés hija quien hacía esas entrevistas, no hubiera podido escribir esta novela. Pero en ningún momento perdí de vista que esto era un proyecto literario. Y un proyecto literario muy ambicioso, que me iba a colocar en el lugar de la narrativa actual que yo quiero ocupar, y eso me hizo también continuar sin desfallecer. Lógicamente hubo momentos de una extrema dureza, pero también otros muy iluminadores.
¿Cómo cuáles?
Hay un momento en la novela en el que Mariano Sigmann le dice a Candela que ella iba a recuperar a su madre, que iba a recordar momentos, a recordar memorias de su madre que no tenía, y eso me ha pasado a mí. De algún modo, gracias a esta novela, he recuperado también a mi madre y he llegado a una conclusión muy liberadora: las ausencias no pueden hacer que llegues a menospreciar tu propia vida. Y esa es una conclusión también muy iluminadora pese a todo lo que he tenido que vivir para poder escribir este libro.
De algún modo, gracias a esta novela, he recuperado también a mi madre”
Si en la memoria todo es volátil, incierto, ambiguo y complejo, ¿es preferible la ficción?
La memoria y la ficción tienen mucho que ver. Cada vez que recordamos, inventamos. No del todo, por supuesto. Pero la literatura y la escritura y por tanto también la ficción son una buena herramienta contra el olvido, y en ese punto es una aliada de la memoria, y de hecho así también está planteado en la novela, ese momento en el que tras perder a su padre, cuando Candela se enfrenta a la última etapa de la vida de su padre, a ella le obsesiona escribir un libro sobre la vida de su madre.
¿Por qué?
Porque teme que los vaya a perder a los dos ya para siempre. Entonces, la única manera que encuentra de poder retenerlos es a través de la literatura. La literatura y la memoria como refugio. Pero tampoco lo podemos jugar todo a la memoria, que es lo que descubre Candela, porque si buscamos la verdad, no la vamos a encontrar en la memoria. Pero voy un paso más allá. ¿Qué es la verdad? ¿Acaso existe la verdad? Existe la honestidad, pero la verdad es un concepto demasiado resbaladizo.

Los padres de Inés en la playa
Escribimos y leemos para acotar al mundo y a nosotros mismos, como una manera de entender. ¿Cuál es el límite? ¿Cuándo se convierte en una ficción total?
Yo tenía clarísimo que este libro era una ficción, y el territorio de la ficción es muy poderoso porque te permite indagar dentro de ti de una manera mucho más efectiva que el de la no ficción, te permite llegar a lugares de tu propio interior a los que no esperabas llegar, iluminar espacios de ti misma que hasta ese momento estaban oscuros. Porque al final la ficción se convierte en un refugio, una tabla de salvación. Y al mismo tiempo amplías mucho más el horizonte narrativo. Yo no quería escribir un libro sobre mi vida, no quería escribir un libro sobre mí... No, no, no. Yo aspiraba a escribir esta novela. Y no hubiera podido hacerlo si no me hubiera apoyado en la ficción.
Mezcla muchos géneros narrativos.
La palabra género no me gusta demasiado, pero sí, está por supuesto esa segunda persona que es la voz narrativa principal, está el diario con esos fragmentos en primera persona, pero están también el género periodístico con las entrevistas y el relato más convencional, el que protagonizan las beguinas de Brujas. Es como un caleidoscopio y una narrativa en la que están hibridados y mezclados todos los elementos narrativos casi que se me han ocurrido, y me he permitido una libertad creativa que hasta ahora no me había concedido. Y esa libertad me ha llevado a una felicidad literaria que no había experimentado hasta ahora, ni siquiera cuando gané el Nadal.
El proceso, sin duda. Igual que es más apasionante el proceso de escribir la novela que tener la novela en mis manos”
¿Qué es más apasionante, recuperar la memoria de la familia o el proceso para lograrlo?
El proceso, sin duda. Igual que es más apasionante el proceso de escribir la novela que tener la novela en mis manos. Además, volvemos a la equiparación entre memoria y ficción, entre memoria y literatura. No sabemos prácticamente nada de la memoria, y yo lo he aprendido escribiendo este libro, es apasionante. Las lecturas que hecho, la gente con la que he hablado. Elizabeth Loftus, por ejemplo.
Aparece también en la novela y es una de las mayores expertas en memoria a escala mundial.
Hablar con ella y realmente ser consciente de que la memoria no es una verdad garantizada es muy liberador. Desde que perdí a mi madre, hace casi 28 años, a mí como a la Candela de la novela me obsesionaba perder su recuerdo, y a medida que he ido trabajando en este libro he ido comprendiendo que ella no va a desaparecer nunca de mi memoria. Basta con evocarla en conversaciones, a través de imágenes, basta con cerrar los ojos y pensar en ella. Y lo mismo ahora con mi padre, también fallecido. No habría llegado a esta conclusión si no hubiera escrito esta novela. Y ahí enlazamos con la memoria y el papel tan fundamental que tiene en nuestra vida y que nosotros mismos le otorgamos. Es decir, la conclusión es: quizás no debemos jugarlo todo a la memoria.
De hecho, todo en el libro habla de la fuerza y la fragilidad de la memoria y la fuerza y la fragilidad de las palabras, de cómo una y otras son refugio y engaño.
Esa es la gran conclusión, yo creo, a la que llega la protagonista de la novela y creo que también es la conclusión a la que llega el lector. Candela se apoya en la literatura para tratar de buscar un alivio vital que no es posible, porque hay veces en las que la vida se nos quiebra y ni siquiera esas palabras que han sido refugio en muchos otros momentos de nuestra vida sirven. Yo creo que eso nos ha pasado a todos.
La novela trata temas muy universales.
Creo que no hay nada más universal que la muerte, ni siquiera el amor, y por tanto el duelo que siempre conlleva esa muerte, la enfermedad que muchas veces hay antes de esa muerte, el dolor que experimentamos debido a la pérdida de seres queridos. Y creo que el lector se puede sentir fácilmente identificado con muchas de las páginas; desgraciada y tristemente, todos, tarde o temprano, nos vamos a tener que enfrentar a ese momento en el que cojamos a nuestro padre, a nuestra madre de la mano y se la tengamos que soltar. Entonces, si esta novela ayuda a que podamos soltar esa mano de una manera menos dolorosa, bienvenida sea.
¿A usted le ha servido?
Sí. Ahora los tengo presentes de un modo más alegre, más... si se pudiera describir con colores, sería el blanco. Hace un rato, en el metro he visto a una señora que lloraba. Y eso me ha llevado a mi padre y de pronto me he puesto a llorar. Me he emocionado. No pasa nada por emocionarse, no pasa nada por llorar. A veces tenemos miedo de mostrar nuestros sentimientos en público. Pero esa emoción, por primera vez creo, desde que falleció, era una emoción bonita. Era una emoción de “qué suerte he tenido”.
Me he emocionado. No pasa nada por emocionarse, no pasa nada por llorar”
¿Se ha reconciliado con sus ausentes?
Sí, de alguna manera, creo que por fin pienso que esto es el final, que ahora puedo mantener una relación mucho más sana con mis muertos.
¿La literatura sana, entonces?
La literatura no sana, pero de alguna manera vas creciendo, y ahora soy otra Inés, otra hija.
¿Lleva una agenda, como Andrea?
Sí, y exhaustiva, como ella, hasta el último detalle de cada cita. Y también llevo un diario de lecturas, como ella, por meses, con todos los datos de cada libro que he leído.
La novela se acompaña de una playlist.
Es que tiene banda sonora. Las canciones que se mencionan tienen tanta importancia como las citas literarias, porque para mí la música es casi tan importante como la literatura. El lector puede acompañarse de esa música mientras lee la obra, tiene sentido. No están porque sí. En esta novela, ninguna palabra ni ninguna canción son casuales.