La gran paradoja: la reducción de polución de los barcos agudiza el calentamiento
Clima
La atmosfera más limpia propiciada por la drástica disminución del azufre en el transporte marítimo, que causaba un efecto pantalla, comporta un efecto inesperado
Un científico climático de renombre internacional achaca el brusco aumento de la temperatura media global a la caída de las emisiones de azufre de los buques
Las medidas emprendidas para reducir la contaminación del aire causada por el tráfico marítimo pueden haber tenido un efecto perverso, según un renombrado científico
La temperatura global se ha disparado en los últimos dos años y ha superado 18 de los últimos 19 el umbral de calentamiento de +1,5°C respecto al período preindustrial, una línea roja que la comunidad científica esperaba cruzar en las próximas décadas. El fenómeno de El Niño ha terminado, pero el calentamiento de la Tierra sigue batiendo récords. Enero de 2025, ya con La Niña enfriando las aguas del Pacífico, ha registrado 1,75 ºC más que en la era preindustrial, según la última actualización del servicio Copernicus. ¿Cómo se explica esta aceleración en enero? El efecto colateral de una exitosa medida para reducir la contaminación del aire causado por el tráfico marítimo puede ser una explicación.
Esta es la tesis que James Hansen, físico y climatólogo estadounidense, profesor adjunto en el Departamento de Ciencias Terrestres y Ambientales de la Universidad de Columbia, un investigador de renombre internacional, ha puesto sobre la mesa de la comunidad científica con la publicación de .
Según sus cálculos, la reducción de las emisiones de azufre de los barcos comerciales, producto de la regulación impuesta en 2020 por la Organización Marítima Internacional (OMI), ha eliminado un mecanismo de enfriamiento que ha estado “enmascarando” el verdadero impacto de los gases de efecto invernadero.
Su teoría, compartida pero matizada por otros científicos, es la siguiente: hasta la restricción de la OMI, los barcos y buques que surcaban los océanos arrojaban a la atmósfera penachos de pequeñas partículas de dióxido de azufre, que al interactuar con el vapor de agua en la atmósfera, creaban nubes bajas y muy reflectantes a la radiación solar.
El efecto de enfriamiento de estos aerosoles de azufre ha estado “enmascarando” el impacto de los gases de efecto invernadero
Al aumentar su extensión y brillo -las nubes reflejan la luz solar-, estos aerosoles generaban un efecto de enfriamiento en la temperatura del aire. Según Hansen, al reducirse la cantidad de azufre -y, por lo tanto, las nubes de enfriamiento-, la Tierra se ha vuelto un “poco más oscura” y ha empezado a absorber más luz solar, lo que ha aumentado el calentamiento global.
Al estudiar zonas de tráfico marítimo intenso en los océanos Pacífico Atlántico Norte, Hansen y su equipo de trabajo encontraron que la disminución de aerosoles habría aumentado la radiación solar absorbida por la Tierra en 0,5 vatios por metro cuadrado, una cantidad equivalente al efecto de calentamiento de una década de emisiones de CO2.
“Descubrimos que parte del calentamiento global de los últimos años fue causado por la restricción a las emisiones de aerosoles de los barcos para combatir el efecto de los contaminantes de aerosoles en la salud humana”, concluye el experto en su nueva investigación.
Una victoria para la salud humana
La contaminación por azufre de los barcos provoca decenas de miles de muertes prematuras al año. La combustión de fueloil en los grandes motores diésel dispersa contaminantes en el aire sobre las zonas costeras. Los óxidos de nitrógeno y azufre emitidos por estos motores contribuyen a la formación de partículas suspendidas en el aire con diámetros de hasta 2,5 micrómetros. Estas emisiones están vinculadas a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Estudios científicos estiman que estas partículas contribuyen a unas 60.000 muertes por cáncer cardiopulmonar y de pulmón cada año. Por eso, cuando la OMI anunció un nuevo límite máximo de contenido de azufre en el fueloil de los buques ( de 3,5% a 0,5%), la ONU lo celebró como una “victoria para la salud humana”.
La medida entró en vigor el 1 de enero de 2020. A mediados de 2021, la OMI informó que el nuevo reglamento permitió reducir un 70% las emisiones totales de óxido de azufre. Semanas atrás, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) publicó un porcentaje similar en su Informe Medioambiental sobre el Transporte Marítimo Europeo.
A partir del 1 de mayo de 2025, en el mar Mediterráneo el límite máximo permitido será aún más bajo (como ya se da en el mar del Norte y el Báltico.). La región se convertirá en una zona de control de emisiones (Emmissions Control Area, ECA), por lo que el contenido máximo de azufre del combustible utilizado a bordo de un buque que navegue por estas aguas pasará de un 0,5% a un 0,1%.
“Estamos cambiando las nubes”
La teoría de Hansen sobre el efecto no deseado de esta regulación marítima en el calentamiento global no es nueva. En 2023, la revista Science convocó a varios expertos para debatir sobre esta posible relación. “Esta regulación es muy buena para los humanos, ya que la contaminación por azufre es tóxica, pero probablemente tenga consecuencias climáticas no deseadas“, explicaba Robert Rohde, Doctor en Física y científico climático de Berkeley Earth.
”La regla de la OMI de 2020 es un gran experimento natural. Estamos cambiando las nubes“, reflexionaba, en la misma línea, Duncan Watson-Parris, físico atmosférico de la Institución Scripps de Oceanografía. ”Las nubes que desaparecen son un shock para el sistema", advertía en aquella publicación.
En su reciente investigación, Hansen le puso cifra a este “shock”: un aumento de la radiación solar absorbida por la Tierra de 0,5 vatios por metro cuadrado, lo que se traduce en calentamiento global extra de 0,2ºC por década.
Para el investigador, el organismo asesor científico de las Naciones Unidas (el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC) ha subestimado este efecto, lo que ha llevado a otra subestimación: el alcance de la “sensibilidad climática”, es decir, cómo la temperatura ha respondido a esta nueva variable.
“La temperatura superficial del mar y la temperatura global seguirán siendo anormalmente altas, por lo que la temperatura global no va a caer muy por debajo de los +1,5°C en relación con la época preindustrial”, afirma en su estudio. Y aclara: “Todavía estamos a tiempo de evitar el “punto de no retorno”, el punto en el que el desastroso cambio climático quedaría fuera del control de la humanidad. Un final feliz requiere una comprensión de esta gran amenaza climática”.
Una solución en puerta: la geoingeniería
Para Hansen, el calentamiento debido a la reducción de los aerosoles de los barcos “sólo se ha completado en un tercio”. La segunda y tercera parte se producirán a lo largo de los próximos siglos, “lo que da tiempo a la humanidad para tomar medidas”.
A diferencia de otros científicos climáticos, no le cierra la puerta a la geoingeniería, como se conoce a las intervenciones a gran escala en los océanos, los suelos y la atmósfera de la Tierra con el objetivo de paliar los efectos del cambio climático.
“Lo que hace años parecía el guión de una película de ciencia ficción hoy se está convirtiendo en una realidad. El tema trae cola, pero hay varios proyectos ya en marcha que contemplan la posibilidad de reducir las temperaturas globales reflejando radiación solar fuera del planeta”, explica el meteorólogo Mario Picazo.
Una intervención de geoingeniería solar sería el uso de aviones o globos que vuelen a gran altura para, justamente, inyectar dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, la capa de la atmósfera situada encima de la troposfera entre unos 10 y 50 kilómetros. La fórmula dibujaría una especie de cortina reflectante alrededor de la Tierra que se encargaría de devolver una determinada proporción de la energía solar dirigida a la superficie del planeta de vuelta al espacio.
Los detractores ven a estos proyectos como “nuevas excusas” para continuar con las emisiones de gases de efecto invernadero al ritmo actual y no acometer ninguna transformación sistémica, como la eliminación de los combustibles fósiles, la transformación de los sistemas alimentarios y el decrecimiento energético y material de las economías desarrolladas.
“No recomendamos que se implementen intervenciones climáticas, pero sugerimos que no se prohíba a los jóvenes tener en su caja de herramientas conocimientos sobre el potencial y las limitaciones del enfriamiento global intencional”, pide Hansen.