El iceberg A23a, como se le conoce desde que se desprendió de una plataforma antártica, amenaza la isla británica Georgia del Sur. Se trata de un paraíso de fauna polar con el que este inmenso bloque de hielo podría colisionar si sigue en el rumbo actual, dañando colonias de cientos de miles de pingüinos y lobos de mar y también arrasando sus fondos marinos. Con una masa de hielo de un billón de toneladas y unos 3.500 kilómetros cuadrados de extensión, equivalentes a 34 veces la ciudad de Barcelona, este gigante en flotación empezó a moverse de nuevo hace algo más de un mes después de llevar años varado, poniendo en alerta a científicos de todo el mundo, que ven como se acerca peligrosamente a unas costas con una biodiversidad única.

Adélie penguin is a species of penguin common along the entire coast of the Antarctic continent. (Andrew Peacock)
El pasado mes de diciembre, el British Antarctic Survey (BAS), organismo para la ciencia polar en Gran Bretaña, ya alertaba de que el gran iceberg se había desprendido del lugar donde permanecía encallado desde hacía décadas, al norte de las islas Orcadas del Sur, y viajaba a la deriva en el Océano Austral, en el llamado “pasillo de los icebergs”. “Impulsados por las corrientes, todos los icebergs que se desprenden de esa zona de la Գáپ岹 siguen el mismo camino de sur a norte, pasando por el Mar de Wedell, bordeando la Península Antártica y siguiendo hacia el norte, pero al llegar a zonas con aguas más cálidas comienzan a fragmentarse y deshacerse”, explica la geóloga española Carlota Escutia, científica en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra y gran conocedora de este continente, donde ha realizado seis expediciones.