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Políticos de cercanía

Los horrores de la tragedia valenciana, también la ocurrida en Castilla-La Mancha y Ի岹ܳí, son, sin duda, inolvidables por mucho tiempo que pase. Sería una inmoralidad que no lo recordáramos y que no insistiéramos una y otra vez en que lo importante no es que los gobiernos central y autonómico se empecinen en seguir con el y tú más, sino que centren sus esfuerzos en las ayudas y en que estas lleguen con mayor rapidez de lo que lo están haciendo.

Ana Escobar / EFE

Lo que necesitan los damnificados, en especial aquellos que lo han perdido todo, y más ahora que estamos a punto de celebrar la Navidad, con las cantilenas habituales de vuelta al hogar y los requisitos de decoraciones navideñas en los interiores de las casas –¡qué ironía para ellos!–, es que les lleguen las ayudas que les permitan sentirse tratados como personas y no como mercancía electoral.

Sabemos que la tragedia habría podido evitarse o al menos paliarse si los avisos se hubieran enviado antes, y nos hemos hartado de oír a los políticos echarse la culpa unos a otros de la falta de previsión.

Cunde la sensación de que los políticos sienten por los ciudadanos de a pie un desafecto profundo

El Gobierno central justificó la demora en la intervención de efectivos militares en la no petición de ayuda por parte del Gobierno autonómico. El asunto se planteó, pues, como algo político entre competencias, la autonómica y la central. No fuera el Gobierno central a pisarle el callo al autonómico y le acusaran de intervencionismo, de no ser respetuoso con las parcelas territoriales, prefederalistas. De ahí que no se declarara el estado de emergencia nacional, pese a serlo y ser incluso la mayor catástrofe europea provocada por causas naturales desde que existe la Unión.

Los ciudadanos de a pie nos preguntamos qué hubiera pasado si, en vez de que en la Generalitat Valenciana gobernara Mazón, hubiera seguido gobernando Ximo Puig. ¿Hubieran sido más fluidas las relaciones? ¿Hubiera Puig pedido ayuda antes que Mazón? ¿El Gobierno se la hubiera enviado con mayor rapidez incluso sin necesidad de pedirla? Es de suponer que Puig habría tenido con el jefe supremo de su partido unas relaciones bastante más fluidas y que eso habría redundado en una ayuda más rápida y eficaz, llamándola o no estado de emergencia nacional.

También nos preguntamos qué habría hecho Feijóo si le hubiera tocado a él la papeleta de tener que bregar no con Mazón sino con Ximo Puig. ¿Hubiera pasado por alto que el partido de Puig no era el suyo y, en consecuencia, hubiera considerado más rentable echarle la culpa? ¿Mejor descargarlo todo en el oponente?

Así las cosas, cunde entre los ciudadanos de a pie, en especial entre aquellos que no somos militantes de ningún partido ni tenemos cargos ni asesorías que nos permitan comprar los garbanzos o el caviar –eso depende del monto percibido por la asesoría–, la sensación de que los políticos sienten por nosotros un desafecto profundo. Por mucho que en sus discursos electorales traten de vendernos su preocupación por mejorar nuestras vidas, en economía, sanidad, derechos..., después da la sensación de que les importamos menos que un comino. Lo que de verdad les importa es el poder, con honrosas y raras excepciones, que las hay.

Y ahora traslado el asunto a los políticos de cercanías, a los alcaldes de pueblos y ciudades. Me pregunto: ¿qué comparten con los ciudadanos de a pie los de las grandes ciudades del país? ¿Van en transporte público? ¿Les han robado la cartera o el móvil en el metro? ¿Han sido casi atropellados por bicis o patinetes en las aceras? ¿Toman el tren en las abarrotadas e incómodas Chamartín y Atocha? ¿En la no menos incómoda y abarrotada Sants? ¿Se han subido desde Sants por la noche, tras una espera infinita, a un taxi sucio, llevado por un pobre inmigrante pakistaní, que tal vez no tiene siquiera el permiso de conducir homologado? ¿Hacen cola en un ambulatorio atestado? Mejor no sigo. ¿Para qué?

Tal vez sería muy conveniente, alcaldes, que una vez al mes, solo una, se convirtieran en ciudadanos normales, en gente corriente, para comprobar las carencias e inconvenientes que se sufren en sus ciudades y tratar de remediarlas, en lo posible.

Por cierto, un diez con matrícula de honor a los alcaldes de los municipios valencianos que con sus avisos sobre la dana evitaron en sus pueblos males mayores.

En fin, en la medida de lo posible: felices fiestas.

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