No se explica la supervivencia de la democracia norteamericana sin la flexibilidad de sus instituciones para eliminar las causas de sus errores y para controlar el daño causado por sus decisiones equivocadas. Cuesta digerir los impulsos extravagantes del presidente Trump o las exhibiciones de riquezas y poderío del megamillonario Elon Musk.

Estos dos hombres tienen en común un impulso irrefrenable de que con dólares, aranceles y amenazas retóricas se puede cambiar el rumbo de la historia de Occidente. El palo y la zanahoria, el castigo y la recompensa, seguirán dominando el Washington trumpista de hoy.
Trump firma decretos en cadena como si alumbrara la ‘Sinfonía del Nuevo Mundo’
No es un lugar tranquilo la capital norteamericana. Truman decía que si quieres tener un amigo en Washington, llévate a tu perro. El distrito federal es un espacio contradictorio en el que el poder se toca con las manos en sus majestuosos edificios institucionales e históricos.
Trump firma decretos en cadena como si alumbrara la Sinfonía del Nuevo Mundo. Pero los mecanismos de autocontrol ya han empezado a funcionar. Si sus decisiones quiebran el espíritu y la letra de las leyes, tropezará con los tribunales y con la prensa. Qué gran momento para el periodismo de investigación, de hechos y de datos comprobados, más poderoso que el de las columnas de opinión y tertulianos varios. Nixon cayó en 1974 por las informaciones que suministraba Garganta Profunda y no por los editoriales de los grandes diarios.
Con 250 años de democracia ininterrumpida ha pasado de todo. Theodore Roosevelt, republicano y sucesor de William McKinley, que fue asesinado en 1901, dejó dicho que el exterminio de los indios era un sacrificio a la causa de la civilización. A pesar de ello, fue el primer norteamericano en ganar el premio Nobel de la Paz por haber mediado en el fin de la guerra entre Rusia y Japón. Obama, sin ir más lejos, obtuvo el mismo galardón cuando no llevaba ni un año en la Casa Blanca.
Intuyo que el plan de Trump de convertir Gaza en una Costa Azul sin gazatíes no pasará por el filtro de sus antecesores Madison y Jefferson, que fueron los pioneros en establecer las reglas de pesos y contrapesos. Ningún presidente hasta ahora ha gobernado a espaldas del Congreso y del poder judicial. Así lo pienso.