Diálogo entre China y Estados Unidos
Después de amenazar con incrementar drásticamente los aranceles sobre las importaciones de China, que provocarían una peligrosa escalada de la guerra comercial en curso, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha admitido esta semana que un acuerdo comercial con el gigante asiático es posible. Ayer mismo el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ya mantuvo una entrevista, por videollamada, con el viceprimer ministro chino He Lifeng. De este primer contacto, sin embargo, solo ha salido el compromiso de celebrar nuevas conversaciones para intentar acercar posiciones sobre sus diferencias comerciales. Es importante este primer paso, pero, de momento, uno y otro han constatado recíprocamente su “seria preocupación” por la situación de las relaciones entre ambas potencias.
Desde Pekín preocupa la amenaza de Estados Unidos de aumentar sus aranceles sobre los productos que vende a Estados Unidos, ya que ello les obligaría a aplicar medidas de retorsión equivalentes, lo que podría dar lugar a una escalada de incrementos que frenaría su comercio bilateral y reduciría el crecimiento económico mundial. Desde Estados Unidos, en cambio, se utiliza dicha amenaza para forzar la adopción de medidas que contribuyan a rebajar o compensar el enorme déficit comercial que tiene con China y que se eleva a más de 295.400 millones de dólares, según datos del 2024. Igualmente desde Washington se exige a Pekín una mayor vigilancia sobre el tráfico de drogas para acabar con la entrada en el país de fentanilo, una sustancia estupefaciente que provoca decenas de miles de muertos entre la población, principalmente entre los jóvenes.
Las dos grandes potencias deben evitar una escalada de la guerra comercial en curso
El secretario del Tesoro, pese al diálogo inicial con el viceprimer ministro chino, expresó la determinación de Estados Unidos de aplicar políticas económicas y comerciales que protejan la economía norteamericana, sus trabajadores y la seguridad nacional. En realidad la guerra comercial entre Estados Unidos y China ya ha empezado. Trump, nada más llegar a la Casa Blanca, impuso un aumento del 10% sobre todos los productos importados de China. En consecuencia, el gigante asiático aplicó aranceles del 15% a las importaciones de gas natural y petróleo de Estados Unidos, así como sobre otros productos como maquinaria agrícola y automóviles. China ha denunciado ante la Organización Mundial de Comercio las nuevas medidas de EE.UU. y este, a su vez, ha denunciado a Pekín por competencia desleal, subvenciones a sus empresas y espionaje industrial.
El presidente Trump amenaza, además, con volver a aplicar aranceles adicionales del 25% –o incluso superiores– para intentar reducir el déficit comercial con China, al igual que hará con otros países, incluida la Unión Europea. De hecho, a partir del 12 de marzo ya entrará en vigor una subida arancelaria general del 25% sobre todas las importaciones –tengan el origen que tengan– de acero y aluminio, mientras se estudia aplicarla también a las importaciones de madera, automóviles, chips y determinados productos farmacéuticos.
Trump quiere soluciones para compensar el elevado déficit comercial de su país con China
Esta exorbitante política proteccionista impulsada por Trump no es buena para nadie, ni para China ni para Europa ni para el propio Estados Unidos. En ese país la confianza de los consumidores ya ha empezado a descender por temor a la inflación interna que provocará la subida de aranceles, la Reserva Federal ha aplazado la rebaja de tipos de interés y la bolsa de Wall Street da señales de debilidad. El gigante tecnológico Apple, que tiene la mayoría de sus fábricas en China, ya ha dado la voz de alarma por los perjuicios que puede sufrir, al igual que les puede suceder a otras muchas multinacionales norteamericanas. El balance global podría traducirse en un menor crecimiento de la economía mundial. Pero el contencioso comercial, pese a ser el más importante, no es el único que mantienen ambas potencias, ya que existen graves tensiones por las pretensiones chinas sobre la soberanía de Taiwán o del mar de China Meridional, aparte de su abierta rivalidad por el predominio tecnológico mundial.
El presidente Trump, sin embargo, también ha dicho esta semana que mantiene una relación “excelente” con su homólogo chino Xi Jinping, con quien se reunirá próximamente, a la vez que desde el Ministerio de Exteriores de China se ha hecho un llamamiento a reducir las tensiones entre ambos países sobre la base del diálogo y las consultas en términos de igualdad y respeto mutuo. Debería ser así entre las dos primeras potencias del mundo para garantizar la estabilidad global.