Al presidente S谩nchez se le atraganta la palabra rearme. Tendr谩 que asumirla, porque Europa ha de emprender 鈥揺s cuesti贸n de ser o no ser鈥 un doble rearme, moral y material, por dos razones颅: 1) Porque la 煤nica alternativa a este doble rearme es una pasividad suicida, un entreguismo cobarde y una indignidad grave. 2) Porque, hoy por hoy, la mentalidad dominante en Europa no es, pese a sus 颅dudas, el insufrible gazpacho ideol贸gico del Gobierno espa帽ol, 茅ticamente errado, pol铆ticamente sectario e intelectualmente romo.
Hay que partir, para centrar este tema, de una idea tan clara como simple: la existencia de una violencia potencial es esencial para el orden. Si hablamos de orden, es porque el hombre es capaz de desorden, pero hay que admitir tambi茅n que el hombre
鈥搒er racional鈥 puede hacer frente a este desorden mediante el uso de la violencia en ejercicio de su leg铆tima defensa. Ahora bien, esto que es cierto en el 谩mbito personal lo es tambi茅n respecto al orden social, ya que la sociedad en su conjunto debe ejercer la violencia precisa para mantener en ella el orden seg煤n criterios de justicia apreciados siempre por los jueces.

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Y el mismo razonamiento es aplicable al 谩mbito internacional, donde la inexistencia de una instancia operativa superior a los estados hace que cualquiera de estos est茅 legitimado para ejercer la violencia en leg铆tima defensa cuando es atacado. De lo que resulta que esta violencia en leg铆tima defensa es una guerra justa.
El derecho, como declaraci贸n de lo que es justo y producto de la auctoritas, carece en s铆 de toda violencia. Pero el derecho no podr铆a hacerse efectivo en un verdadero orden jur铆dico si no se hallara reforzado por un dispositivo capaz de hacer violencia para lograr que el derecho se aplique. Por tanto, el orden jur铆dico es el resultado de una potencial violencia constituyente y reactiva, que se hace efectiva frente a cualquier violaci贸n, restableciendo el orden jur铆dico por la fuerza.
La UE no tiene ni soldados suficientes dispuestos a luchar ni armas para ir al combate
Lo que implica que quien quiera imponer el orden deba ser m谩s fuerte que quien quiera incumplirlo (desde fuera) o subvertirlo (desde dentro) del propio sistema. Y, por 煤ltimo, esta necesidad de contar con una violencia constituyente y reactiva es lo que legitima el uso de las armas dentro del marco de lo establecido por la ley.
En el 谩mbito privado, el progreso de la civilizaci贸n ha impuesto el control social de la violencia personal en la medida que la sociedad, a trav茅s de los estados, ha asumido la defensa de las personas. De ah铆 que, a estos efectos, el Estado tenga el monopolio de la violencia leg铆tima. Pero, en el 谩mbito internacional, al no existir una autoridad superior a los estados que pueda dirimir los conflictos entre ellos e imponer su decisi贸n por la fuerza, los estados se ven abocados al enfrentamiento armado en caso de agresi贸n. Puede decirse, por tanto, que todos los estados tienen derecho a su leg铆tima defensa mediante una guerra justa. S铆, justa.
Ahora bien, para sostener una guerra justa hacen falta hombres y mujeres dispuestos y preparados para librarla, as铆 como armas adecuadas y suficientes para atacar y defenderse. Y, aplicando esta regla a la guerra de Ucrania, resulta que la Uni贸n Europea no tiene ni soldados suficientes dispuestos a luchar ni armas para ir al combate, raz贸n por la que necesita un doble rearme: moral y material.
Moral, para que los pueblos europeos asuman que sin la entrega personal al servicio no hay ej茅rcito posible; y material, porque sin armas y equipos toda acci贸n es ilusoria. Para el rearme material, hace falta dinero. Para el rearme moral, se requiere un sentido comunitario y una capacidad de sacrificio por encima del inter茅s personal de los ciudadanos. El rearme material es caro y dif铆cil; el moral a煤n lo es m谩s en una sociedad como la europea, en la que la exigencia de los derechos individuales ha alcanzado el nivel del paroxismo. 驴Se conseguir谩? Solo cuando se tenga claro que las consecuencias de la falta de reacci贸n ser铆an m谩s gravosas que las derivadas de la lucha. Y puede que entonces ya sea demasiado tarde.