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El puñal en la espalda

En pleno debate sobre la seguridad europea ha resurgido la división entre los países partidarios de reforzar las estructuras defensivas occidentales ante el acoso de Rusia y los que les acusan de arrastrar a la Unión Europea y la OTAN a una guerra que no les concierne. Entre los reticentes a rearmarse destacan los líderes de la ultraderecha de ܲԲí, Eslovaquia, Francia, Alemania y, con matices, de Italia o Austria, que no consideran la política expansionista de Putin un peligro inminente. Es llamativo que la mayoría tenga una rendida admiración por el autócrata ruso y algunos incluso justifiquen su imperialismo en nombre de un supuesto menosprecio europeo­.

AMID FARAHI / AFP

Una vez concluido que Estados Unidos no es el aliado fiable de las últimas ocho décadas y que el Pacto Atlántico es una alianza bajo sospecha, el principal riesgo al que se enfrenta la solitaria Europa es a la división interna. Las discusiones de campanario y la fragmentación de las decisiones en política exterior y defensa son combustible para los enemigos de un proyecto basado en libertades y derechos, justo aquello que aborrecen los autócratas abonados a la tiranía.

El plan de los radicales es socavar estos principios desde dentro, deteriorar la estructura institucional, corroerla hasta que se derrumbe, para justificar así el golpe de mano absolutista. En definitiva, diseñar un nuevo telón de acero donde se alineen los partidarios de las fórmulas despóticas del zar y su compinche transatlántico.

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El péndulo de la política juega a su favor. A pesar de que los endebles cordones sanitarios de momento han evitado la toma del poder por los ultras en los principales gobiernos, la amenaza es cada convocatoria electoral más evidente. Envalentonados con la victoria de Donald Trump, la extrema derecha internacional otea la oportunidad de cambiar un sistema que en su opinión fomenta el rincón del vago y el relativismo ideológico. Un 72% de la población mundial ya convive con regímenes con algún grado de autocratización, aunque el núcleo duro de Europa sigue siendo la aldea gala insobornable a los designios del nuevo imperio contemporáneo.

Pero la carcoma de la antidemocracia no descansa. La teoría de la puñalada por la espalda, según la cual Alemania perdió la I Guerra Mundial por un complot interno de socialistas, pacifistas y judíos para dividir el país, es un mito aventado por la propaganda nazi. Los riesgos de una Europa traicionada y rendida a los cantos de sirena de Putin, una amenaza letal.