La tradición estadounidense dicta que en tiempo de Pascua no pueden faltar los Easter Eggs, los huevos de Pascua. Al otro lado del océano el arte chocolatero no es tan popular como vaciar, pintar y decorar huevos de gallina para que los más pequeños los puedan recoger en bonitas cestas, en una costumbre que, de tantas veces repetida en series y películas, ha entrado en nuestro imaginario. Pero precisamente de imaginario –o por lo menos de imaginación– es de lo que han tenido que tirar los estadounidenses para esta Pascua. La crisis del huevo en el país, tanto por la escasez del producto como por el aumento de precios, está obligando a improvisar. Es fácil encontrar en internet alternativas, desde malvaviscos (nuestras nubesde azúcar) y kiwis hasta, sobre todo, patatas. Pero el tubérculo ha sido un sustituto tan adecuado que ya hay quien se plantea no volver al huevo. En Samhain, el antecedente de Halloween, los celtas tallaban nabos, no calabazas. Quizá en unos años la patata de Pascua acabará consolidándose como parte del folklore americano.
EE.UU. descubre la patata
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