Una vez más, como ya sucedió con la pandemia de la covid, un apagón generalizado nos ha enseñado la fragilidad sobre la que hemos construido nuestra actividad cotidiana. España, salvo el territorio insular, se quedó ayer desenchufada y desconectada. De repente, dejaron de funcionar los teléfonos móviles, los sistemas de transporte o los aparatos eléctricos. Muchas fábricas, empresas y escuelas tuvieron que parar su actividad, mientras que los servicios de emergencia se multiplicaban para atender a las personas más vulnerables y se aseguraba el correcto funcionamiento de los hospitales.

Caos en el exterior de la estación de Sants tras el apagón que ha impedido la circulación ferroviaria
Lo primero que hay que destacar es la actitud cívica y responsable de la ciudadanía, que se adaptó sin problemas al caos de la situación. El Gobierno tardó en dar una respuesta y cuando lo hizo no aclaró la causa del siniestro. Al escribir este artículo, sin acceso a internet y sin poder hacer llamadas telefónicas, nuestra preocupación es que hoy puedan leer sin problemas la edición digital y la de papel. Superada esta situación de emergencia, es necesario que se aclare el origen del problema. El presidente del Gobierno fue cauto y no descartó un sabotaje provocado por un ciberataque. Como dijo en su alocución, no es hora de especular, pero la mejor manera de evitar los bulos y las insinuaciones es aclarar lo más rápido posible lo que ha ocurrido.
Y descartar si ha habido algún fallo del sistema eléctrico por un desequilibrio entre la generación producida por las distintas fuentes de energía y la demanda que se requería. En el momento del incidente, la cobertura de la demanda en España se nutría principalmente por la generada por la energía fotovoltaica y la eólica y, en menor medida, por la nuclear y la gasística. Una
caída brusca de la generación de la energía eólica, algo plausible, podría haber provocado ese desequilibrio. Este presunto fallo del sistema llegaría en pleno debate sobre el cierre definitivo de las centrales nucleares y su sustitución por energías verdes. Por tanto, para evitar las especulaciones, lo mejor es saber cuanto antes lo que ha sucedido y, sobre todo, garantizar que no vuelva a suceder.