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La lección del legado compartido de las mujeres musulmanas y judías en la Corona de Aragón

Lectores Expertos

Supone una enseñanza de construcción de paz para conflictos actuales como el de Israel y Palestina

Mujeres palestinas desplazadas conversan en el patio de una escuela de la UNRWA donde se refugian en Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza.

AFP

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de bet365

A medida que se intensifica el conflicto en Gaza y se profundiza la división entre israelíes y palestinos, surge una pregunta urgente: ¿Qué pueden enseñarnos las mujeres sobre la paz, la resiliencia y la resistencia cultural en tiempos de violencia?

Un capítulo menos conocido de la historia ibérica —la experiencia compartida de mujeres musulmanas y judías en la Corona de Aragón— ofrece una respuesta profundamente relevante.

A finales del siglo XV y durante el siglo XVI, los judíos y musulmanes en la Corona de Aragón fueron objeto de conversiones forzadas, persecución y del desmantelamiento sistemático de sus estructuras religiosas y comunitarias. Frente a esta represión, fueron las mujeres —las moriscas y las judeoconversas (mujeres cristianas de origen musulmán y judío, respectivamente)— quienes se convirtieron en las principales guardianas de la memoria ancestral y la identidad cultural.

Cuando practicar la fe heredada se castigaba con la muerte, el ámbito doméstico —tradicionalmente femenino— se transformó en un santuario clandestino de resistencia. Actos cotidianos como cocinar con aceite de oliva en lugar de manteca, abstenerse de comer cerdo, ayunar durante el mes de Ramadán o Yom Kipur, o enseñar oraciones en árabe o ladino de forma secreta, se convirtieron en gestos subversivos de supervivencia.

Cuando practicar la fe heredada se castigaba con la muerte, el ámbito doméstico, tradicionalmente femenino, fue un santuario clandestino de resistencia

Estos rituales preservaban un conocimiento prohibido en un contexto donde sinagogas y mezquitas eran clausuradas, los líderes religiosos silenciados y las estructuras formales desmanteladas. Sin acceso a espacios públicos de culto o educación, las mujeres asumieron la tarea de transmitir la fe, los rituales y la lengua, muchas veces a través de sus hijos.

Así, redefinieron su rol dentro de la familia y la comunidad, convirtiendo el hogar en la última línea de defensa cultural. Su resistencia silenciosa y persistente demuestra el poder de las mujeres para preservar la identidad frente a la amenaza de la desaparición religiosa.

Hoy, este legado encuentra un eco inquietante en Israel y Palestina, donde las mujeres palestinas se encuentran entre las primeras víctimas de la guerra. No solo sufren por la violencia directa, sino también por el colapso sistémico que aumenta las amenazas de género.

La situación es devastadora: un estudio publicado en estima que más de 64,000 personas en Gaza murieron por heridas traumáticas entre el 7 de octubre de 2023 y el 30 de junio de 2024, un 41% más que lo reportado oficialmente. La verdadera magnitud de las víctimas ha quedado oculta por la destrucción de hospitales, los apagones de telecomunicaciones y miles de cuerpos no identificados.La mayoría de las víctimas fueron mujeres, niños y ancianos, lo que resalta la violencia indiscriminada contra los civiles.

Una mujer palestina con un niño, en Nusairat, en el centro de la Franja de Gaza.

REUTERS

Según el , la guerra ha devastado especialmente la salud reproductiva: más de 540,000 mujeres en Gaza carecen de acceso a productos adecuados para mantener su higiene, salud, dignidad y bienestar.

A pesar de esta terrible situación, las mujeres palestinas siguen siendo pioneras en la creación de redes de apoyo comunitario, asistencia humanitaria y estrategias de supervivencia. Al mismo tiempo, las mujeres israelíes también se movilizan, participando en movimientos que promueven el diálogo y la paz. Iniciativas como Women Wage Peace en Israel y Women of the Sun en Palestina continúan con la tradición de construir paz desde la base.

Las mujeres israelíes también se movilizan, participando en movimientos que promueven el diálogo y la paz

De hecho, , pocos días antes de los ataques de Hamás, miles de mujeres israelíes y palestinas marcharon juntas en Jerusalén para exigir el fin del derramamiento de sangre y demandar un lugar en la mesa de negociación. Este acto simboliza la resiliencia y el deseo de cambio de las mujeres en ambas comunidades, que, a pesar del contexto de violencia, siguen luchando por la paz y la justicia.

Estas acciones no han pasado desapercibidas. Este reconocimiento internacional de febrero de 2025, con , destaca la relevancia global del papel de las mujeres en la construcción de la paz, valorando por fin sus esfuerzos persistentes incluso en medio del conflicto.

Mujeres hornean pan en una estufa de leña improvisada en Rafah, al sur de la Franja de Gaza.

SAID KHATIB / AFP

La experiencia compartida de las moriscas y judeoconversas —vidas duales, persecución constante, preservación de la memoria cultural— nos recuerda que las fronteras religiosas y culturales no son fijas.

En la Corona de Aragón, las autoridades cristianas temían la “peligrosa” flexibilidad de los espacios domésticos, donde las identidades se entrelazaban: una morisca justificando sus prácticas alimentarias religiosas por motivos de salud; una judeoconversa horneando pan ácimo para la Pascua mientras asistía públicamente a misa.

La alimentación, en particular, se convirtió en un campo de batalla identitario, donde las mujeres poseían tanto el conocimiento como el poder, utilizando las comidas cotidianas como actos sutiles de resistencia para expresar quiénes eran y en qué creían.Al estructurar cuidadosamente estas comidas, no solo nutrían a sus familias, sino que también preservaban un sentido de pertenencia y orden en un mundo que buscaba erradicarlos.

De manera similar, hoy las mujeres israelíes y palestinas comprenden que la paz comienza a menudo en lo más cercano y personal: en torno a la mesa, en los rituales de la vida cotidiana. Organizaciones como , y la , centrados en desafíos ambientales compartidos como la gestión del agua, demuestran cómo la cooperación práctica puede forjar nuevas formas de solidaridad. Como: “Respiramos el mismo aire, bebemos la misma agua”.

Hoy las mujeres israelíes y palestinas comprenden que la paz comienza a menudo en lo más cercano y personal

Desde la Iberia medieval hasta la Gaza actual, a menudo son las mujeres quienes primero entienden estas verdades esenciales. La historia de las moriscas y judeoconversas en la Corona de Aragón nos recuerda que, incluso bajo la represión más brutal, las mujeres han sido siempre guardianas de la vida, la memoria y la posibilidad de un futuro compartido.

Hoy, su legado resuena con fuerza en Palestina e Israel, donde las mujeres siguen siendo las verdaderas arquitectas de la paz. Quizá ha llegado el momento de mirar al pasado para imaginar un futuro diferente: uno donde la cultura y la memoria compartidas sean el punto de partida para la reconciliación, y donde las mujeres —como entonces— nos muestren el camino hacia la paz.

Mujeres y niñas palestinas luchan por conseguir comida en un centro de distribución en Khan Younis, Franja de Gaza.

Abdel Kareem Hana / Ap-LaPresse

* Ivana Arsićes investigadora postdoctoral Marie Skłodowska-Curie en la Universidad Pompeu Fabra, donde dirige el proyecto Conversas, financiado por el programa Horizon Europe de la Comisión Europea. Especializada en historia cultural en la Iberia medieval y moderna temprana, su trabajo se enfoca en las experiencias de comunidades minoritarias, con especial atención al papel de las mujeres en contextos de represión religiosa. Con formación en historia, estudios clásicos y antropología cultural, investiga las identidades cripto-religiosas y las formas de resistencia cotidiana, explorando su relevancia para los debates contemporáneos sobre diversidad y convivencia.

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