“¡Puigdemont a prisión!”. Este era el grito más coreado en las numerosas manifestaciones de protesta que la derecha española convocó hace un año contra la ley de amnistía. Esa era el grito que salía del alma de miles de manifestantes, especialmente numerosos en la ciudad de Madrid. Carles Puigdemont era el demonio. Un año después, la consigna es: “Puigdemont, bienvenido a la oposición”. Esta semana, el portavoz del Partido Popular en el Congreso, Miguel Tellado, ha dado la bienvenida a Junts en el bloque opositor en un tema tan sensible como la política fiscal. “Bienvenidos a este lado del muro”, ha dicho el correoso portavoz, hombre confianza de Alberto Núñez Feijóo.
Un año después de reclamar el ingreso de Puigdemont en prisión, el principal partido de la derecha española empieza a compartir objetivos con la formación independentista que el ex presidente de la Generalitat todavía dirige desde Bruselas, puesto que el Tribunal Supremo le ha negado la aplicación de la amnistía y el asunto se halla en manos del Tribunal Constitucional.
El PP se opone formalmente a la aplicación de la amnistía a Puigdemont, pero ello no le impide pactar con Junts la eliminación del impuesto extraordinario a las empresas energéticas. Puigdemont se queja amargamente de las trabas a la aplicación de la amnistía, pero ello no le impide pactar con el PP la eliminación del impuesto extraordinario a las energéticas, la posible supresión del impuesto a la producción eléctrica, más otras rebajas fiscales que podrían ser acordadas en las próximas semanas. Pese a la hostilidad verbal que todavía impera en Madrid contra la figura de Puigdemont, PP y Junts se reúnen regularmente para intercambiar puntos de vista y perfilar acuerdos de carácter parcial, bajo la atenta mirada de la patronal catalana Foment del Treball. La política española nunca dejará de sorprendernos porque detrás de una tremenda ferocidad verbal esconde muchos matices silenciosos. En España nada es exactamente lo que parece. España, el pacto y la furia.
En España nada es exactamente lo que parece. España, el pacto y la furia
No nos equivocábamos quienes hace unos meses, cuando aún no se habían apagado los ecos de las manifestaciones de Madrid, señalábamos que más pronto que tarde se iba a producir una convergencia táctica entre Junts y el PP. Esa convergencia ya se está produciendo. Y tiene lógica. La amnistía significa todos dentro. Todos dentro del juego político institucional. En estos momentos, todas las fracciones políticas con un mínimo de relevancia social se hallanplenamente integradas en la política española. Nadie está fuera. Puede parecer algo banal pero no lo es.
En los últimos doscientos años han sido más largos los periodos de excepción. En esos doscientos años muchas veces ha habido alguien frente a un piquete de fusilamiento, en la cárcel, en el exilio, en la clandestinidad, en la ilegalidad, en el ostracismo, o en una automarginación voluntaria. Pronto se cumplirán doscientos años del fusilamiento del liberal José María Torrijos en una playa de Málaga junto con un grupo de allegados con los que intentaba reinstaurar la Constitución de 1812. En estos momentos nos hallamos en una fase de plena integración. Mucho ruido y todos dentro.
El nacionalismo catalán ha regresado plenamente a la política española después de la aventura del dzé, sin esperar a la total aplicación de la ley de amnistía. Aún no ha empezado la deliberación en el Tribunal Constitucional y Junts ya pacta con el Partido Popular la abolición de impuestos extraordinarios. Puigdemont podía haber puesto condiciones al PP: no habrá conversaciones con vosotros hasta que no levantéis el veto a la ley de amnistía. Podía haberlo hecho, pero no lo ha hecho. Todos dentro antes de que se pronuncie el Constitucional. Había prisa por volver.
El acercamiento PP-Junts es un éxito de la ley de amnistía. La amnistía significa todos dentro, todos dentro del juego político español
Siguen vivas las maniobras para voltear la actual mayoría en el Tribunal Constitucional –como ocurrió con la deliberación sobre el nuevo Estatut entre 2006 y 2010–, pero ello no impide al PP alcanzar acuerdos parciales con un partido cuya ilegalización llegaron a sugerir hace un año. Recordemos que poco antes de que fuese aprobada la ley de amnistía, a Puigdemont intentaron abrirle una causa por terrorismo (juez Manuel García Castellón) y otra por alta traición por supuestos contactos con el gobierno de Rusia (juez Joaquín Aguirre). La primera causa fue archivada por el Tribunal Supremo por haber sido abierta fuera de plazo. La segunda sigue viva en el Supremo. “El que puede hacer que haga”, fue la consigna lanzada por José María Aznar hace ahora quince meses. Quien pueda hacer que haga y quien pueda pactar rebajas fiscales que las pacte.
Todos dentro. El PP no ha querido desaprovechar la oportunidad de dejar en minoría al Gobierno en el flanco fiscal; cree que así complica la aprobación de los presupuestos generales del Estado de 2025 y explora la incierta posibilidad de contar con Junts para una moción de censura. Junts busca rehacer su espacio en plena depresión del independentismo militante. No quiere ser una Esquerra Republicana bis. No es un partido amigo de la izquierda y debe vigilar su flanco derecho ante la irrupción de Aliança Catalana, un nuevo grupo de retórica independentista, radicalmente contrario a la inmigración musulmana, numerosa en muchos municipios catalanes, que proclama su admiración por Donald Trump. Aliança Catalana le puede abrir un apreciable boquete a Junts en las elecciones municipales del 2027. Tengamos muy en cuenta ese dato.
Junts no quiere mostrarse hoy como un partido amigo de la izquierda. Junts se irá alejando de las coordenadas de centroizquierda que caracterizaron las retóricas del dzé. Las incrustaciones socialdemócratas de la primera Convergencia Democràtica de Catalunya, fundada por Jordi Pujol en 1974 en el monasterio de Montserrat, van quedando atrás. Pujol, político nacionalista influido por el papa Pablo VI, siempre mantuvo canales de comunicación abiertos con la izquierda. Combatió al PSUC y respetó al PSUC. Combatió al PSC y respetó menos al PSC. Esa cultura política ha sido sepultada por el paso de los años. Los actuales dirigentes de Junts sienten una profunda animadversión por el Partido Socialista. Su cultura política en este sentido es distinta a la del Partido Nacionalista Vasco, que desde hace años considera al PSOE como su aliado preferente en Euskadi. Una de las primera actividades públicas de Puigdemont en Bruselas fue una conferencia organizada por sus amigos del N-VA, el partido de la derecha nacionalista flamenca, para explicar cómo había logrado derrotar a los socialistas en la ciudad de Girona.
Siete diputados en el Congreso y Carles Puigdemont en el papel del conde de Montecristo: ese es hoy el capital de Junts
Ese Junts alérgico a los socialistas hoy se halla en la oposición en el Parlament de Catalunya, se halla fuera del gobierno de la Generalitat, gobierna en solo una de las cuatro diputaciones catalanas con el apoyo de ERC y, a continuación, su más elevada posición de poder institucional es la alcaldía de Sant Cugat del Vallès, dinámica ciudad de cien mil habitantes en el área metropolitana de Barcelona, con un alto nivel de renta. La diputación de Girona, Sant Cugat, decenas y decenas de pequeños municipios de la Catalunya interior, siete diputados en el Congreso y Carles Puigdemont en el papel del conde de Montecristo, con el asesoramiento de la patronal Foment del Treball. Ese es hoy el capital de Junts y con ese capital intenta reconstruir su espacio, en un momento de evidente debilidad de Esquerra Republicana.
Junts mantiene su retórica radical y a la vez empieza a reconstruir su interlocución con las clases medias no independentistas, con la gran empresa y con el Partido Popular. La abolición de impuestos extraordinarios es un mensaje que mucha gente entiende. Con una mano, Foment apoya la política temperada de Salvador Illa en la presidencia de la Generalitat, y con la otra ayuda a Junts a mover el eje de la política española hacia la derecha. Con todos ustedes, la escuela democristiana catalana. El núcleo directivo de Foment del Treball se halla hoy compuesto principalmente por antiguos militantes de UDC. El presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, fue diputado de CiU en el Congreso durante 23 años. Hay escuela y se nota. Foment tiene hoy más incidencia política que la CEOE.
¿Quiere decir todo ello que Junts acabará apoyando una moción de censura a Pedro Sánchez? No vayamos tan rápido. El conde de Montecristo tiene hoy una posición única en la política española. Por la mañana ordena a los suyos pactar rebajas fiscales con el PP, y por la tarde exige a Sánchez que se someta a una moción de confianza y convoca al PSOE a una reunión en Suiza para hablar de las condiciones para aprobar los presupuestos del 25. Un final abrupto de la legislatura y unas elecciones generales anticipadas disolverían muy probablemente esa envidiable posición, antes de que el Tribunal Constitucional validase, o no, la ley de amnistía.
¿Puede ofrecer Feijóo a Puigdemont una reintegración a la vida civil manteniendo en pie la lucha del PP contra la amnistía? ¿Puede decirle: “Ya lo arreglaremos”?
Ello no quiere decir que los presupuestos del 25vayan a contar con el voto de Junts. Es pronto para afirmarlo. Puede ser que ese apoyo no se produzca. No todo pasa por el cálculo racional. Hemos de dejar de leer la política como una suma de cálculos racionales. Los nuevos tiempos no van en esa dirección. Son tiempos de bufidos, de ascensiones vertiginosas y de hundimientos súbitos. La ira en forma de geiser. Las individualidades desbocadas. La entropía. El conde de Montecristo opera también con una lógica muy personal. No soporta haber perdido las últimas elecciones catalanas.
La pregunta es más bien la siguiente: ¿Puede ofrecer Feijóo a Puigdemont una futura reintegración a la vida civil manteniendo en pie la lucha del PP contra la amnistía? ¿Puede decirle: “Ya lo arreglaremos”? Creo que ese es uno de los puntos clave de la fluida situación política de España, el país del pacto y la furia. El PP acaba de dar un primer paso. Mentalmente, el PP acaba de sacar a Puigdemont de la prisión. Veremos qué ocurre más adelante.