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De Garibaldi a Bergoglio

El escaparate

Hoy Pablo Iglesias presenta el libro Enemigos íntimos (Ed. Navona), escrito con Irene Zugasti. Se anuncia como un ejercicio de contabilidad retroactiva para cobrarse las deudas de su pasado como líder de izquierdas y reivindicar unas heridas no siempre cicatrizadas. Gracias a la intransigencia recreativa del alcalde de Madrid, se ha cambiado el lugar inicial de presentación del libro por la Taberna Garibaldi, que ofrece una carta cargada de simbología revolucionaria marxista-leninista. Iglesias ha recuperado su papel primigenio: tertuliano con retórica de asamblea universitaria, de una elocuencia tan cargada de ferocidad dialéctica que si le preguntas qué hora es, es capaz de responderte con argumentos a favor y/o en contra.

El ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante la mesa redonda '¿Es el fin de la democracia liberal?' en la clausura de la Universidad de Otoño de Podemos, en el Círculo de Bellas Artes, a 20 de octubre de 2024, en Madrid (España). El aniversario del recrudecimiento de la masacre palestina a manos de Israel es uno de los ejes centrales en estas jornadas, celebradas ayer, 19 de octubre, y hoy, además de la paz, el régimen de guerra y la geopolítica.

El ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias

Fernando Sánchez - Europa Press / Europa Press

Gracias a su experiencia tempestuosa en el gobierno de coalición de Pedro Sánchez, ahora es una persona más informada –que no significa más influyente– que antes. Hace unos días, en Els matins de TV3, Iglesias comentó su libro, que incluye dardos envenenados (el veneno vende más que los antídotos) contra periodistas como Antonio García Ferreras o Ana Rosa Quintana. Son periodistas que cuando solo era un tertuliano emergente, lo halagaban con baños de endogamia que provocaban mucha vergüenza ajena. Recuerdo un reportaje que retrata esta connivencia íntima con el enemigo: Iglesias recibió a una reportera de Quintana, que filmó el piso donde vivía –pre-Galapagar– y mostró, en exclusiva, el pelo largo de la cola que, con orgullo simbólico –Manuel Vázquez Montalbán quizá la habría denominado “cola incorrupta”–, llevaba entonces.

Los periodistas que hoy Iglesias critica, antes le halagaron sin ningún pudor

En La 2/Ràdio 4, Javier Cercas presenta su monumental El loco de Dios en el fin del mundo (Ed. Random House). En la página 89, el autor lo define así: “no debería ser una crónica sino un libro extravagante, un experimento alegre y chiflado, un batiburillo de géneros”. La propuesta del Vaticano de facilitarle a Cercas el acceso al Papa y a su entorno para escribir un libro invita a pensar que a) se rigen por un programa defectuoso de Inteligencia Artificial, b) confían en el poder del Espíritu Santo como gran atajo entre la razón y el azar o c) Dios es un humorista felizmente absurdo.

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El resultado es un libro intenso y extravagante, sí, pero también memorable. Consciente de que los prejuicios que arrastra no son fiables, Cercas, que siempre ha sido un entusiasta kamikaze, homenajea tozudamente a su madre y constata que hay más verdad revolucionaria en los misioneros católicos de Mongolia que en la carta de la Taberna Garibaldi. A su completísimo retrato del Papa Francisco, solo le falta una referencia sobre su condición –que explica, en parte, al personaje– de hincha del San Lorenzo de Almagro, el equipo azulgrana de Buenos Aires fundado por un salesiano y que, dicen, eligió esos colores porque el azul representa los ideales y el rojo, la lucha.

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