Para empezar un 14 de abril que conmemora más la resaca del Domingo de Ramos que la proclamación de la República, José Luis Sastre, en la Ser, glosa la figura de Mario Vargas Llosa, que acaba de morir en Lima. Gracias a los tesoros de la fonoteca, le escuchamos repetir, con esa dicción impecable, que nunca tuvo la ambición de ganar el Premio Nobel sino otra ambición mucho más alta: la de escribir buenas novelas. Vargas Llosa escribió unas cuantas, aunque al recordarlo se acaben mezclando el grano de la obra y la paja de la biografía.
El domingo, en El suplement (Catalunya Ràdio), el periodista Oriol March estableció un vínculo singular entre la meteorología y las aspiraciones independentistas: “Hay una relación directa entre que a Catalunya le costará mucho ser independiente con las ganas que tiene la gente de saber qué tiempo hace”. Es una teoría original, que conecta con el proverbio bretón según el cual quién sigue demasiado la previsión del tiempo, se pasa la vida en el bar, que no sé si habría convencido el narcisismo militante Գپdzé de Vargas Llosa.

Vargas Llosa, en una foto de archivo de 2006.
La presidenta de G20 domina las artes marciales y el manejo de armas de combate
Este fin de semana Prime vídeo ha estrenado la película G20 , interpretada por Viola Davis. Representa que Davis es la presidenta de EE.UU. No es una presidenta cualquiera: domina las artes marciales y el manejo de armas de combate gracias a un pasado como miembro heroica de los marines . Durante una cumbre de todos los presidentes de los países del G20, un comando de criptoterroristas ataca el hotel donde se celebra la reunión con intenciones altamente criminales maquilladas de discurso antipolítico. A partir de aquí, la película actualiza el argumento de La jungla de cristal con una sucesión de matanzas plenamente justificadas por un guion que de entrada puede parecer delirante, pero que, viendo cómo evoluciona la actualidad, no debemos descartar que acabe siendo premonitorio.
El informativo matinal de Antena 3 incluye una noticia que explica que, entre mandato y mandato, el presidente Donald Trump ha adelgazado nueve kilos. No me sorprende, porque recuerdo que, en su primer mandato, se publicó que tenía un botón rojo conectado al despacho oval no para activar ataques nucleares sino para exigir que le llevaran grandes cantidades de Coca-Cola (light, eso sí). Los otros elementos de la dieta de Trump eran las hamburguesas (preferentemente Big Mac) y las tartas de chocolate. Ahora constatamos que la dieta de los aranceles y de la actividad mediática desenfrenada ha logrado el milagro de hacerle perder nueve kilos. ¡Menuda envidia!, pienso en mi condición de gran fracasado dietético. Y hablando de dietas, me gusta recordar lo que contó una famosa estrella de Hollywood. Le prometieron que, si seguía una dieta determinada, perdería siete kilos en quince días. La actriz la siguió sacrificadamente y cuando le preguntaron cuánto había perdido, respondió: “Quince días”.