Crítica de 'Manual para señoritas', la nueva serie de Netflix a lo 'Bridgerton'
Estreno
Nadia de Santiago interpreta a una carabina que encuentra el trabajo ideal: tres hermanas huérfanas de madre y a quienes deberá encontrar pareja
Álvaro Mel y Nadia de Santiago tienen experiencia en Netflix: él con 'Un cuento perfecto' y ella con 'Las chicas del cable' y 'El tiempo que te doy'.
Elena Bianda es una carabina en Manual para señoritas, que este viernes ha llegado a Netflix. Las familias de la alta sociedad del Madrid de 1880 contratan sus servicios para que ayude a sus hijas a encontrar un buen marido. Ella se asegura de que el comportamiento sea el adecuado en las fiestas, asesora a los implicados sobre los pretendientes, intenta dar caza al candidato ideal y sobre todo no debe dejar nunca a sus clientas solas con ningún mozo.
Tiene el don de dar confianza a las familias mientras tiene en consideración los gustos y deseos de las jóvenes. Después de casar a más de veinte mujeres, se da cuenta de la oportunidad laboral que suponen las tres hermanas Mencía. Son huérfanas de madre, tienen entre 14 y 20 años, y esto implica que podría tener una estabilidad económica y personal durante los próximos años. Si creía que sería fácil controlarlas, después de sobornar incluso al párroco para conocer sus pecados, estaba equivocada.
Iratxe Emparán es Carlota, Isa Montalbán es Cristina y Zoe Bonafonte es Sara.
Las comparaciones son odiosas, dicen, pero Manual para señoritas se puede entender y definir a partir de otras series. Nadia de Santiago como Elena Bianda es una especie de evolución de Mary Poppins. En vez de dedicarse al orden y a la educación infantil, se centra en solucionar los primeros conflictos de la vida adulta de las protagonistas. Debe casar a Cristina (Isa Montalbán) con el chico que deseaba su difunta madre pero también se propone ayudar a Sara (Zoe Bonafonte), la mediana, en su deseo de ir a la universidad y estudiar medicina.
No se entiende tampoco esta creación sin el éxito de Los Bridgerton en Netflix. La serie de Shonda Rhimes no inventó ningún género: modernizó sin gusto historias herederas de Jane Austen. Pero su estilo está presente en la búsqueda del color a partir del vestuario, las licencias musicales contemporáneas, la utilización oportunista del contexto histórico y el espíritu romántico. La historia de amor principal, que conste, no es la de ninguna Mencía: es la de Elena con Santiago (Álvaro Mel), el ahijado siempre presente en el hogar, con alma de escritor.
Hay unas gotas de La familia Addams al ver a Carlota (Iratxe Emparán), la menor. De mirada siniestra, disfruta vistiendo de negro, le encantan las bromas macabras y tiene como pasatiempo la destrucción de sus muñecas. Sin embargo, Manual para señoritas sobre todo es una serie para incondicionales de Velvet y Las chicas del cable de Bambú Producciones, donde trabajaron las creadoras Gema R. Neira y María José Rustarazo. Con las ganas de dar al público y a Netflix lo que quieren, dan una historia masticada y se olvidan de introducir ninguna idea genuina en el género de la comedia romántica.
Es todo impostado. Nadia de Santiago rompe la cuarta pared para contar al espectador lo que ya ve con sus propios ojos, como si el guion pensara en quienes prestan atención al móvil. Las interacciones están carentes de gracia y chispa. La música subraya el tono de cada escena con un tacto infantil. Incluso empieza con mal pie. En la primera escena, la protagonista apenas puede mantener los ojos abiertos al hablar a cámara ante la luz descontrolada que entra en el plano y que casi quema la imagen. Los Bridgerton, a su lado, es Orgullo y prejuicio.