Veintidós de julio de 2024, siete de septiembre de 2024, diecinueve de septiembre de 2024. Kutsemko, Bohdan y Petro volvieron a nacer esos días. Son tres guardias de frontera de Ucrania heridos en la guerra por la invasión de Rusia. Los tres se recuperan ahora en Catalunya de las lesiones causadas por esas bombas. Fue a buscarlos a su país Sor Lucia Caram, cuya asociación (Santa Clara) ha traído a España a más de 4.000 ciudadanos ucranianos en los últimos tres años. Un centenar de ellos, como Kutsemko, Bohdan y Petro, heridos de guerra.
Sor Lucia Caram no lo dudó ni un minuto. Una semana después de la primera bomba –mañana se cumple el tercer aniversario de esta guerra– se puso al volante de una furgoneta y emprendió viaje rumbo a Ucrania. Sin pararse a pensar, entonces era imposible atinar la magnitud de la guerra, en los riesgos. “Íbamos a buscar refugiados a la frontera con Moldavia, pero no pudimos llegar a ellos y nos desplazamos a la frontera con Rumanía”, recuerda la religiosa. Esta mujer, lo saben bien los que la conocen, nunca se da por vencida. En ese imprevisto segundo destino subió a su furgoneta “a una mujer con su hijo, a una madre con dos niños y a una chica” para sacarlas del infierno y traerlas a Catalunya.
Y ya no ha parado desde entonces –este fin de semana ha vuelto a viajar a Ucrania– para ayudar a las víctimas más indefensas de esa guerra. “Ya son 32 corredores”, afirma. O lo que es lo mismo, 32 viajes para traer y devolver a ese país a mujeres, hombres, niñas y niños obligados a abandonar sus domicilios o que quieren huir del horror.
Un trabajo posible gracias a donaciones de particulares, al soporte de CatSalut, la sanidad privad, todo tipo de entidades y a la heroica y desinteresada colaboración de voluntarios. Carles Romero es uno de ellos. Viajó a Ucrania la primera semana de guerra y tres años después tiene grabada en su memoria “la cara de pánico de muchas de aquellas personas que se subían a nuestros autocares sin tener claro a dónde les llevaban”. Una escena que recuerda a otra época. O la frase de un niño que le dijo a su madre, solo subirse al bus: “mamá, así esta noche ya no moriremos”.
Las personas refugiadas bajo el paraguas de la Fundación Santa Clara no pueden estar más agradecidas. Kutsemko, Bohdan y Petro, de 55, 29 y 34 años, son solo tres ejemplos. Ellos han encontrado en Catalunya un tratamiento médico a sus heridas de guerra, muy difíciles de conseguir en Ucrania, con el sistema sanitario desbordado y mermado. A los dos primeros les alcanzó uno de esos drones cargados de explosivos; el tercero le explotó de lleno una bomba de mortero dentro de su vehículo. Sufrieron lesiones en brazos, piernas, espalda…
Saben que el día que los hirieron –así lo manifiestan– volvieron a nacer. Pero a pesar del infierno padecido cuentan ya los días que les quedan para acabar su recuperación y volver a Ucrania. Y si hay que volver al frente para defenderse de la invasión rusa a su país, no tienen ninguna duda de que lo harían. “Todos quieren regresar”, confirma Sor Lucia Caram. De hecho en la práctica totalidad de los últimos viajes de la religiosa al país se apuntan ciudadanos que vuelven a sus casas.
Estos tres guardias de frontera rehúyen entrar en detalles sobre lo visto y vivido en los días de guerra que a ellos les tocó vivir. Han visto morir a mucha gente a su lado. Sí confiesan tener pesadillas. La asistencia psicológica se hace, además de la física, imprescindible en estos casos.
Lo que más les duele a Kutsemko, Bohdan y Petro es que no ven el final del conflicto. Y menos con la entrada, como mediador del conflicto, de Donald Trump. “Este presidente solo tiene un interés: hacerse con los minerales de nuestro país, el resto no le importa nada”, coinciden los tres soldados.
Kutsemko, Bohdan y Petro, tres soldados heridos que ahora se recuperan en un piso de Terrassa
La solidaridad desplegada estos tres años por la Fundación Santa Clara marea: 32 corredores humanitarios, más de 4.000 personas traídas a España; 20 pisos de acogida, con 75 familias, 151 y 62 Pickups entregadas, toneladas de alimentos llevados a escenarios de guerra, vacaciones para 250 niños y 89 heridos acogidos. Todo eso se explicará este jueves, 27 de febrero, en un acto en el Auditorio Museu de la Ciència Cosmocaixa de Barcelona. Una ocasión de oro para colaborar, con donaciones, en esa ayuda.