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Cinco años enfermas: el vía crucis de los afectados por la covid persistente

Un lustro del inicio de la pandemia

Siguen con la mayoría de síntomas que les aparecieron en el 2020 y sin tratamiento

Sílvia, Olga y Anna llevan cinco años enfermas de covid persistente, desde el inicio de la pandemia

Sílvia, Olga y Anna llevan cinco años enfermas de covid persistente, desde el inicio de la pandemia

Llibert Teixidó / Miquel González / Ana Jiménez

Hoy se cumplen cinco años desde que se decretara el estado de alarma y el consiguiente confinamiento por la pandemia de la covid. Sí, cinco años ya. A muchos –por fortuna, una mayoría– nos queda lejos, aunque para otros sigue estando muy presente. Son los afectados por la covid persistente –aunque deberíamos decir afectadas: las mujeres son mayoría–. Los que se infectaron en la primera ola llevan todo un lustro con síntomas invalidantes, más de 1.800 días encontrándose mal de manera casi ininterrumpida. Y lo peor: no saben cuántos años más tendrán que malvivir en las mismas condiciones.

Sílvia Soler (56 años) se contagió en marzo del 2020. Hoy, explica a bet365, sigue padeciendo todos los síntomas que se le manifestaron por primera vez hace cinco años. A saber: fatiga intensa, disfonía, dolores articulares y musculares, de cabeza, niebla mental, acúfenos, hiperacusia (hipersensibilidad auditiva), problemas digestivos, síndrome de Raynaud asociada a la enfermedad (las arterias más pequeñas que suministran flujo sanguíneo a la piel se estrechan como respuesta al frío o al estrés lo que provoca sensación de adormecimiento y frío en algunas zonas del cuerpo, como los dedos de las manos y los pies), y un largo etcétera.

En invierno es horroroso, mucho peor que en verano”

Sílvia Soler

En el caso de la niebla mental, se le acentúa cuando tiene brotes de la enfermedad, fenómeno que le puede ocurrir hasta tres veces en un mes. “En invierno es horroroso, mucho peor que en verano”.

Explica que el día que se siente algo mejor, intenta hacer cosas que no pudo realizar cuando se encontraba muy mal, pero acaba pagándolo: “Vuelvo a recaer por el sobreesfuerzo. Es como el pez que se muerde la cola”.

El año pasado, Sílvia interpuso una demanda contra el INSS para que le otorguen la incapacidad permanente después de cuatro bajas de larga duración

El año pasado, Sílvia interpuso una demanda contra el INSS para que le otorguen la incapacidad permanente

LV / Llibert Teixido

Aunque ha aceptado la enfermedad y su condición de covid persistente, asegura que no es fácil con 56 años estar enferma todos los días. “Emocionalmente pasa factura. Tomo medicación para sostener mi sistema emocional, para que esté tranquilo, pero es muy complicado”.

Lo que la inquieta en especial es desconocer si algún día mejorará. “Es muy duro estar así, sin saber cuándo podrá haber un tratamiento y si servirá para mi caso, aunque no soy una persona que continuamente esté pensando en ella misma. Te preguntas: ‘¿Y si el virus rompió la barrera encefálica y penetró en mi cerebro?’”.

“Aunque he aceptado la enfermedad, no es nada fácil con 56 años encontrarse mal todos los días”

Sílvia Soler

El último intento de reincorporarse a su trabajo lo hizo en enero del 2024. Teletrabajó y consiguió aguantar hasta abril de ese año, momento en el que el cuerpo le dijo basta. Durante estos cinco años ha tenido que coger la baja de larga duración en cuatro ocasiones.

A finales del año pasado interpuso una demanda contra el INSS para que le otorguen la incapacidad permanente absoluta. “No puedo trabajar. He intentado hasta en cuatro ocasiones reincorporarme al trabajo y no he podido”.

Olga confiesa que muchos días no tiene ni fuerzas para levantarse de la cama

Olga confiesa que muchos días no tiene ni fuerzas para levantarse de la cama

Miquel González / Shooting

A Olga Amigó (60 años) se la otorgó un juez el año pasado. No obstante, el INSS recurrió. “Ahora será el TSJC el que tendrá que ratificar o no la sentencia”, explica. Desde que enfermó, en la primera ola, no ha podido volver a trabajar.

Como Sílvia, mantiene gran parte de los síntomas que le aparecieron hace un lustro. Los más invalidantes, la fatiga extrema (un cansancio que sufre cada día), dolores musculares y articulares muy fuertes (tanto de día como de noche), sensación de falta de aire, disfonía, tos, niebla mental, dolor de cabeza, de cara (“me duele todo el rostro”, asevera), acúfenos, alucinaciones olfativas…

Lo que me desespera es no poder recuperar la vida que hacía antes, cuando estaba bien”

Olga Amigó

Relata que muchos días no tiene fuerzas ni para levantarse y que a finales del año pasado estuvo un mes prácticamente sin poder caminar. “Tenía el cuerpo entumecido, las piernas agarrotadas. Me dieron pastillas para el dolor, pero no me hacían nada. Al final me administraron inyecciones”.

A corto plazo, no alberga ninguna esperanza de que algo pueda cambiar. “Lo que más me desespera es no poder recuperar la vida que hacía antes. Caminaba muchísimo, para mí es una necesidad, aunque ahora no puedo hacerlo. Leía muchos libros, pero ahora tampoco puedo. Me los sigo comprando. Me digo, ‘vamos, que podrás’, pero no hay manera. Me olvido de las cosas”.

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Dice sentirse infeliz, arrastrando todo el día un sentimiento de tristeza y sin ganas de relacionarse con nadie ni hablar. Le consuela pensar que, perfectamente, podría no estar aquí. “Cuando enfermé, sobreviví por mi marido. Él era quien me administraba la medicación. Yo no era capaz de tomármela por mí misma. Estuve tres meses seguidos en cama sin poder moverme”. Recibe ayuda psicológica y psiquiátrica para poder soportar su situación.

Anna Faci (45 años) también acude al psicólogo. Cinco años después, continúa con la mayoría de síntomas. “No sé si he aprendido a convivir con ellos. He hecho como un trabajo de aceptación, que cuesta mucho. Hay días que te das cuenta que el cuerpo no tira más y te sientas en el sofá. Pero otros me enfado conmigo misma, con el mundo, por la situación”.

A Anna le inquieta pensar a medio plazo: no sabe cuál será su situación de salud en unos años

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LV / Ana Jiménez

Dolores musculares y articulares, niebla mental, falta de concentración, visión borrosa, dolor ocular, hiperacusia y, en especial, fatiga extrema son las principales afecciones que le acarrea la enfermedad.

El cansancio –subraya– es tan acentuado que ha aprendido a regular su energía. “¿Cuánta tengo hoy? ¿Cuánta puedo gastar? Intento respetar mucho las horas de sueño. De lo contrario, los dolores corporales se agudizan mucho. También la niebla mental”.

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Además, le toca gestionar los miedos. “Te preguntas: ‘Si sigues así, ¿qué harás? ¿De qué podrás trabajar?’”. Está empleada –le han adaptado su lugar de trabajo en la empresa donde hace mucho tiempo que trabaja–, pero no sabe qué pasaría si, por lo que fuera, su situación laboral cambiara. “La cuestión laboral es uno de los principales problemas de los enfermos”.

Hace un año, después de coger la baja por la enfermedad en octubre del 2021, que volvió a trabajar, y gracias a la adaptación de su puesto ha podido aguantar hasta hoy. Música de formación, trabaja en una empresa de gestión musical. Antes de estar enferma daba clases de piano y actuaba. También formaba parte de la gerencia. Con la patología, ha tenido que dejar de tocar. “Me permiten teletrabajar, tener horario flexible, y estoy muy agradecida. Si no fuera por la adaptación, no habría aguantado y estaría de baja de nuevo".

En todos estos años he perdido amistades. No han entendido mi situación, y duele”

Anna Faci

La mala noticia es que ha tenido que dejar aparte la música. “No puedo ejercer mi profesión”.Incluso se vendió el piano de cola que la ha acompañado desde que tenía 18 años. “Lo vendí para darle otra vida, no tanto por una cuestión económica. Para los músicos, los instrumentos son entes vivos. Quería darle otro hogar. Estoy muy contenta porque lo compró una familia que son unos amigos de una conocía mía de toda la vida”.

Explica que la enfermedad tiene también consecuencias sociales. “En estos años he perdido amistades. No han entendido mi situación”. Recientemente, le ha ocurrido con dos personas “a las que apreciaba mucho”.

Nos toca actuar como si no estuviéramos enfermos"

Sílvia Soler

Esa incomprensión la ha sufrido también por parte de algunos médicos. Y no solo en los inicios de la pandemia. “Al principio, ibas al CAP, decías que no te encontrabas bien y salías de la consulta con una receta de diazepam. Pero esto todavía ocurre hoy. Tengo compañeros que se han encontrado con médicos negacionistas”.

Sílvia Soler ha sido víctima de esa incomprensión, tanto social como médica. También del ninguneo –dice- de la Administración. “A pesar de estar enfermos, nos toca incidir en política, en investigación… es decir, hacer lo que tendrían que estar haciendo los organismos de salud y los Gobiernos. Nos vemos en la obligación de tener que estar al frente, algo que quema mucho y nos pasa factura, porque estamos enfermos. Nos toca actuar como si no lo estuviéramos”, concluye.

El próximo lustro será crucial para encontrar una posible solución”

Pilar Rodríguez LedoPresidenta de la SEMG

Que los pacientes no solo tienen que lidiar con su enfermedad sino también con médicos que desconfían de ellos y ciudadanos que los miran con suspicacia es algo que corroboran los expertos. “El hecho de que además de estar enfermos tengan que estar demostrándole a los demás –a compañeros de trabajo e incluso a algunos médicos negacionistas- que no se quejan por vicio sino porque no se encuentran bien, es bastante duro”, explica la doctora Pilar Rodríguez Ledo, presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Centrándose en la vertiente clínica de la patología, no pierde la esperanza de avanzar en la consecución de un posible tratamiento. Sostiene que “cada vez hay más conocimiento a nivel de biomarcadores y de posibles terapias que puedan paliar sus consecuencias”. Explica que “otras enfermedades de origen viral han acabado contando con tratamientos de estabilización, y eso ha tardado unos cuantos años”. De ahí que afirme que el próximo lustro “será crucial para seguir investigando y encontrar posibles soluciones”.

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Cinco años después, sabemos más de lo que sabíamos en el 2020. “Hay estudios que encuentran alteraciones biológicas que podrían ser responsables de la persistencia de los síntomas en estos pacientes”, esgrime la doctora Lourdes Mateu, coordinadora de la unidad de covid persistente del hospital Germans Trias i Pujol.

Cuando empezó la pandemia –relata-, “no había ninguna evidencia, sino un conjunto de pacientes que explicaban síntomas parecidos. No obstante, ahora hay estudios que han visto alteraciones musculares, en las mitocondrias (orgánulos celulares que generan la mayor parte de la energía química necesaria para activar las reacciones bioquímicas de la célula), en la coagulación, la microvasculatura…”.

Tres grandes líneas de investigación

Subraya que estamos ante una patología “muy compleja” y los científicos todavía no han hallado “un marcador biológico”. Asimismo explica que, en la actualidad, la investigación se centra en tres grandes líneas. Una, la caracterización de la enfermedad. “Ver qué pacientes desarrollarán un covid persistente y cuáles no y conocer los factores de riesgo”.

Otra, la fisiopatología. “El porqué de la enfermedad, encontrar las causas, ya sea la hipótesis de la persistencia viral, la alteración de la inmunidad, de la microcirculación u otras alteraciones metabólicas”. Y la tercera, los tratamientos. “Ahora sólo tenemos para los síntomas, pero hay que ir más allá y hallar uno que actúe sobre la causa, que todavía desconocemos”.

¿Una enfermedad crónica?

“Falta contar con un tratamiento curativo o cronificador”, apunta Rodríguez Ledo. “Con las tasas de curación tan bajas o casi inexistentes que se están dando, estamos ante una enfermedad crónica, y así el Ministerio de Sanidad lo está considerando al incluirla dentro del listado de enfermedades crónicas”, agrega.

Este último punto –arguye Rodríguez Ledo- puede parecer que no sea importante, pero lo es. “Y es que puede llevar a organizar y coordinar mejor la atención a estos pacientes, a disponer de un flujo asistencial que responda a sus necesidades y, sobre todo, a darles un seguimiento organizado”.

A su juicio, estos enfermos necesitan ser tenidos en cuenta en estrategias globales sociosanitarias. “El abordaje laboral es muy importante, y mientras no los tengamos en cuenta y no les demos una respuesta, es normal que los pacientes se sientan abandonados. De ahí que sea importante que el Ministerio de Sanidad incluya esta enfermedad dentro del listado de patologías crónicas a considerar”, remata.

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