Un titular engañoso en manos de un usuario que comparte sin cesar contenido en redes sociales es el contexto ideal para que la desinformación prolifere. Las medias verdades llegan, por ellas mismas, a mucha más gente que las falsedades, y unos pocos perfiles especializados en la difusión de mensajes falsos y engañosos podrían ampliar este efecto, ya que tienen una gran comunidad de seguidores que ve y difunde sus mensajes. Así se desprende de dos estudios que publica este jueves la revista Science.
Ambas investigaciones, centradas en Estados Unidos, abordan el fenómeno de la desinformación desde aproximaciones distintas. Una, centrada en los mensajes que sembraban dudas en Facebook sobre la seguridad de , identifica los titulares con datos ciertos pero mal interpretados como un factor dominante en la reticencia a la inmunización. La otra resalta que, en el marco de , menos del 1% de los usuarios de Twitter compartieron el 80% de las falsedades.
Combinados, los dos estudios sugieren que los “superdifusores de información engañosa son, probablemente, el mayor impulsor de la desinformación” en internet, expone en un correo a bet365 Sander Van der Linden, psicólogo social de la Universidad de Cambridge. El experto, que no ha participado en ninguno de los dos estudios, reclama en también en Science que trabajos futuros analicen en profundidad este tipo de perfiles.
Titulares que descontextualizan datos
Las medias verdades contribuyeron mucho más a las bajas tasas de vacunación estadounidenses que las mentiras
Jennifer Allen, investigadora del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y líder del estudio sobre la desinformación y las vacunas, coincide con el diagnóstico. La científica es, sin embargo, cauta con la extrapolación de su trabajo: “Imagino que los superdifusores jugaron un papel” en la viralización de las medias verdades, admite, pero se compartieron tanto que “es posible que los patrones sean algo diferentes a los del contenido explícitamente falso”.
En su estudio, Allen ha observado que noticias ciertas y falsas tienen prácticamente el mismo potencial para sembrar dudas sobre la vacunación entre la población. La clave está en si esas historias dan a entender, por la falta de contexto, que las vacunas pueden ser inseguras. El otro factor diferencial es el número de personas que ha visto cada publicación, y ahí el contenido mainstream gana de calle.
Las falsedades manifiestas circulan relativamente poco en Facebook, mientras que los grandes titulares de medios convencionales tienen un impacto enorme. Uno de los ejemplos engañosos analizados se vio seis veces más que todo el conjunto de artículos falsos. En consecuencia, estas medias verdades contribuyeron mucho más a las bajas tasas de vacunación estadounidenses que las mentiras. Concretamente, 46 veces más, según los autores, que cifran en tres millones a los ciudadanos del país que decidieron no vacunarse influenciados por este tipo de contenido.
“Influencers” de la desinformación
Un 0,3% de los perfiles aportan el 80% de las fake news en Twitter
“Los artículos más populares en generar dudas sobre la vacunación son historias ‘factualmente correctas’ que resaltan muertes extrañas tras la vacunación”, apunta Allen. Aunque no lo dicen directamente, de algunos de estos titulares se desprende que una cosa fue consecuencia de la otra. Al llegar a grupos contrarios a la vacunación, estas historias, a las que ellos llaman irónicamente ‘repentinitis’, se disparan y viralizan. El último ejemplo es el suicidio del golfista Grayson Murray, cuya muerte asociaron en un primer momento a la vacunación, siempre sin pruebas.
Es en esta difusión y viralización donde los “influencers de la desinformación”, esos escasos perfiles (apenas un 0,3%) que aportan el 80% de las fake news en Twitter, y que alcanzan al 5% de las cuentas, muy por encima de la media, juegan un papel fundamental. El estudio les pone cara, al menos en Estados Unidos: son en su mayoría mujeres republicanas de mediana edad que viven en estados conservadores, aunque el perfil podría cambiar entre países.
Los trabajos contribuyen a explicar el éxito de la desinformación pese a los esfuerzos por combatir las noticias falsas, y sugieren caminos paralelos a la verificación de hechos (o fact-checking) para tratar la problemática. Proponen desde limitar la influencia de cuentas individuales en redes sociales, hasta formar a la población para familiarizarla con las estrategias de manipulación informativa más comunes.
Los trabajos evidencian, también, el impacto que una información mal tratada por una entidad de alto impacto puede tener sobre la sociedad. “Los medios tradicionales también deberían tener parte de responsabilidad e invertir más en la información factual, no sesgada y fiable”, reflexiona Van der Linden. “También deberían evitar el clickbait, la manipulación emocional y las historias sesgadas”, concluye.
Dificultades en el nuevo Twitter
La opacidad de las redes sociales actuales impiden estudios similares
La llegada de Elon Musk al frente de Twitter, ahora X, vino acompañada de una limitación en la información de los usuarios que la red social compartía con el mundo académico, las llamadas APIs. Estos datos son clave para analizar la difusión de la desinformación y hacer estudios como el de los supercompartidores de bulos, imposibles con las limitaciones actuales. Así lo asegura en un correo a bet365 Nir Grinberg, el científico que lo ha dirigido.
Las dificultades no son exclusivas de la red social de Musk. En 2023, TikTok y Reddit también viraron sus políticas hacia la opacidad. Estas medidas pueden embarrar el desarrollo de políticas que frenen la desinformación, algo que ya advertía en noviembre de Nature Human Behavior. “Es fundamental que la investigación sobre las personas y la sociedad pueda acceder a estas series de datos a gran escala, dado que puede haber implicaciones políticas y consecuencias de largo alcance si la interpretamos mal”, reivindica la líder del estudio Brittany Davidson, de la Universidad de Bath.