Koundé no se lo pensó dos veces. Minuto 116. Acudió al galope. Balón suelto. Le pegó con el alma, con el corazón, con la vida. Armó su pierna derecha y llevó al barcelonismo al mayor de los éxtasis para batir a un bochornoso Madrid. El úٲDZ se imponía a la intimidación. El deporte vencía a la marrullería. El ç ganaba en la prórroga lo que el indigno Madrid quiso vencer en los despachos. A punto estuvo de hacerlo porque el colegiado le birló dos penaltis a los barcelonistas y el que pitó, que no era, lo anuló tras ver en el monitor que Asencio no había derribado a Raphinha. Era la última jugada del tiempo añadido y un partido fascinante, por juego, emoción y alternativas, se fue a la prórroga sobre el césped resbaladizo de La Cartuja. Había mandado el Barcelona, había reaccionado con furia el Madrid ya con Mbappé remontando el gol inicial de Pedri y Ferran puso el 2-2 cuando todo parecía casi perdido para los blaugrana. En la prórroga se llevó el premio el Barcelona, su segundo título de la temporada tras la Supercopa. Tercera victoria ante el Madrid en la campaña y ahora por la Champions y la Liga. El ç de los jóvenes, de la pandilla maravilla, lo celebraba con pasión. El ç que solo irradia ilusión batía a este Madrid que lo quiere ensuciar todo cuando el úٲDZ no le da. Koundé ya es como Iniesta, como Bakero, como Koeman, un héroe en el mejor momento. Se lo merecía.
Pedri avanzó al ç, Mbappé y Tchouaméni le dieron la vuelta al marcador y Ferran y Koundé resolvieron
En medio de un ambiente electrizante el ç salió a disfrutar. En una palabra, a cumplir con el manual de Flick, el hombre que ha resucitado a este equipo y que lo pilota con maestría. Atacar, atacar, atacar. El alemán dispuso el once previsto con Gerard Martín por Balde y Ferran como relevo de Lewandowski. En la mediapunta, Olmo. Rugía la parte blaugrana de La Cartuja, como había palpitado el centro de Sevilla durante todo el día. Había ilusión en los seguidores y en su camada de futbolistas, en esta quinta que se presentaba en la final de Copa aspirando a todo. Mientras, el Madrid, enredado en su propia rabia, aparecía sin Mbappé en la alineación, aún renqueante por su esguince. Recuperaba Ancelotti para el lateral izquierdo a Mendy pero el francés, no duró ni diez minutos. Tuvo que recurrir el italiano a Fran García, que podía ser un caramelo para el ahora rubio Lamine Yamal.
Tocaba De Jong, basculaba Pedri, se movía entre líneas Olmo, trabajaba De Jong, se desmarcaba Raphinha y el ç cuidaba la pelota. El Madrid trataba de achuchar, sobre todo a un Gerard Martín que arrancó acertado aunque luego perdió algunos balones. Sin embargo, el equipo blanco perseguía sombras y Vinícius y Rodrygo ni podían entrar en juego. Callaba la grada blanca, solo alborotada con cada falta o fuera de juego en su contra. Cualquier cosa se saldaba con gritos de “corrupción en la Federación”. Patético teniendo en cuenta lo que sucedería después.
Poco a poco el ç fue encontrando el hueco. Lamine Yamal chutó con intención cerca del poste, Koundé hizo intervenir a Courtois y finalmente llegó el descorche. Pedri habilitó en largo a Lamine Yamal, que paró el tiempo, levantó la cabeza, vio cómo Olmo distraía a los defensas y retrasó la pelota para el centrocampista canario. Pedri, desde la frontal, la clavó en la escuadra. Un remate perfecto y precioso que hizo estallar al sector barcelonista del graderío. El barcelonismo era una fiesta.
El Madrid, con excelentes futbolistas, con cuatro centrocampistas, apenas había domado el esférico. En ese trance espabiló, lo raseó más y subió líneas. Probó de romper la línea del fuera de juego blaugrana pero no lo consiguió. El colegiado decretó penalti sobre Vinícius pero la jugada quedó anulada por posición ilegal. En cambio no señaló pena máxima ni en unas manos de Valverde ni en un claro agarrón de Ceballos a Cubarsí, el primero de los penaltis que debió pitar a favor del ç y que no hizo. En esa acción el balón terminó en el poste tras un córner botado por Olmo que no remachó nadie.
El colegiado birló dos penaltis al Barcelona y anuló uno que había pitado
El ç, que estaba siendo mejor, pudo haberse ido al descanso con más renta pero le tocaba seguir remando y no despistarse porque ya calentaba Mbappé. El francés entró por Rodrygo y lo cambió todo, el estado futbolístico y mental del Madrid.
Con su profundidad y movilidad emergió también Vinícius y el Madrid y el madridismo se vinieron muy arriba. Szczesny tuvo que salvar dos intentos del brasileño y otro del francés, pero el decorado era bien distinto. El ç había perdido el control. El Madrid arriesgaba y Ancelotti metía a Modric y Güler, más talento. Podía resolver el Barcelona pero Raphinha tenía el pie torcido en dos buenas contras que envío desviadas.
No tenía buena pinta aquello y Mbappé aprovechó una pérdida de Pedri para superar a De Jong, que le derribó en la frontal. El Madrid pidió roja y fue, con justicia, amarilla pero Mbappé no perdonó en el libre directo. Empate y el Madrid al abordaje. La respuesta de Flick metiendo a Fermín por Olmo no funcionó y el equipo madridista le dio la vuelta al resultado de nuevo a balón parado. Córner botado por Güler y testarazo de Tchouaméni, que entró como un tren.
El ç parecía muerto y Flick reculaba con los cambios que tenía que hacer, pero, de repente, Lamine Yamal halló la inspiración y le delineó un pase al hueco a Ferran Torres. El valenciano, el hombre Copa, sorteó a Courtois y empató. Una vez más se levantaba el ç, que tampoco se ha rendido nunca esta campaña. Araújo y Gavi, a jugar, e Iñigo de lateral izquierdo. Flick metía frescura y agresividad y el Barcelona no quería esperar a la prórroga. Se tiró a por la yugular del Madrid y Rüdiger cometió un penalti claro sobre Ferran. De Burgos se inhibió y González Fuertes, también. En cambio a la jugada siguiente Raphinha cayó ante Asencio y el colegiado pitó pena máxima en una acción en la que el brasileño exageró. Aquí sí que intervino el VAR y le instó a mirar la jugada. El árbitro anuló su decisión para indignación de los azulgrana.
La presión y el numerito blanco de la previa habían surtido efecto una vez más y el partido iba al tiempo extra. Una prórroga tensísima en la que Ferran bordeó el tercero. Pero el que lo consiguió fue el titánico Koundé. Indescriptible. Maravilloso. Merecido. Fascinante.