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Andreu Carulla: “A mí lo que me gusta es crear. Me da igual si es una máquina que solo verá el instalador o una vajilla para un triestrellado”

El diseñador de los Roca

Su colaboración con los hermanos Roca le ha llevado a diseñar hasta el interiorismo de un espacio dentro de una fortaleza: Esperit Roca, enSant Julià de Ramis (Girona). Así fueron sus comienzos con ellos

¿Quién no quiere a Joan Roca?

Andreu Carulla, diseñador

Andreu Carulla, diseñador

Salva López

A veces un comentario inocente en el momento justo puede cambiarlo todo. Es lo que le pasó al diseñador Andreu Carulla (Banyoles, Girona. 1979). En 2009 asistió a un bautizo en el que la familia Roca había preparado el menú. La comida, le pareció impecable. La vajilla… mejorable. Sin pensárselo dos veces, soltó en público: “Está todo buenísimo, pero con estas vajillas… Podríais hacer algo más”.

Lo que podría haber acabado con un silencio incómodo, se transformó en una invitación a comer en El Celler de Can Roca. Un mes después, Carulla comenzaba una colaboración que se ha prolongado durante los últimos 15 años. Esta le ha llevado a idear algo más que vajillas para esta familia: carros, lámparas, gimnasios, hoteles y, literalmente, castillos.

Una de las lámparas de Carulla para Esperit Roca

Una de las lámparas de Carulla para Esperit Roca

Salva López

Formado en Ingeniería en Diseño Industrial, Carulla llegó a la gastronomía más por colisión que por vocación. “A mí lo que me gusta es crear. Me da igual si es una máquina para un sótano que solo verá el instalador o una vajilla para un triestrellado. Lo importante es que tenga sentido”. Y en eso, los hermanos Roca han sido su mejor campo de pruebas.

El primer gran encargo fue una colección de platos personalizados para el Celler. Pero no una vajilla cualquiera: Carulla propuso diseñar cada plato como si fuera un escenario en miniatura, dotando a la comida de presencia escénica. “La idea era que el objeto también contara una historia. Que ayudara a servir, pero también a emocionar”.

Formado en Ingeniería en Diseño Industrial, Carulla llegó a la gastronomía más por colisión que por vocación

A partir de ahí, los encargos fueron creciendo. Y así fue como, sin haber hecho antes proyectos de interiorismo, acabó diseñando el restaurante Normal y ahora algunos de los espacios de Esperit Roca, la fortaleza de Sant Julià de Ramis transformada por los Roca en meca gastronómica.

En ella, su estudio ha creado desde una destilería para espirituosos hechos con hierbas recolectadas en los alrededores hasta una biblioteca gastronómica o un restaurante que se asoma a una bodega monumental: 80.000 botellas, 30 km de tubo y más de 25.000 tornillos en una estantería de vértigo. En estos momentos están trabajando en el gimnasio. “Todo en Esperit es de una potencia bestial”, afirma Carulla.

La estructura de la bodega de Esperit Roca, con más de 25.000 tornillos

La estantería de la bodega de Esperit Roca, con más de 25.000 tornillos

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Diseñar para los Roca no solo ha moldeado su estudio, sino que también le ha empujado hacia territorios que ni él mismo imaginaba. “El interiorismo de Normal nos llegó por sorpresa. Nunca habíamos hecho interiorismo. Nos lo propusieron ellos en plena pandemia, como si fuera algo simple: ‘Pones unas alfombras, eliges unas luces y ya’”.Pero Carulla no sabe elegir una alfombra, unas luces y ya. “Terminamos diseñando cada lámpara, cada silla, cada suelo. Como si fuera una vajilla, pero a lo grande”. Y es que él concibe los espacios como productos habitables. “El restaurante es un contenedor de experiencias. No es solo un lugar para comer. Por eso tiene que tener alma, coherencia, una narrativa propia”.

Su estudio, ubicado en Banyoles, se alimenta de naturaleza, pero no con la idea de conseguir una inspiración directa de esta -no hay referencias bucólicas en sus diseños-, sino porque Carulla no soporta el ruido. “Aquí tenemos silencio. Si además de todo lo que hacemos saliera a la calle y me encontrara coches y prisas, no podría con todo”.

Siendo padre de cuatro hijos, gestiona su día a día como sus proyectos: con estructuras claras, pero flexibles. Y con un ojo puesto en el proceso, no solo en el resultado. “A veces lo más valioso no es el material, sino cómo lo tratas. Hemos hecho lámparas con telas agrícolas recicladas que, una vez pasadas por manos artesanas, parecían piezas de alta costura”.

Carulla no sabe elegir una alfombra, unas luces y ya. “En Normal terminamos diseñando cada lámpara, cada silla, cada suelo. Como si fuera una vajilla, pero a lo grande”

La belleza le importa, pero por encima de todo está la funcionalidad. “Un plato puede costar 5 euros o 1.000 si lleva incorporado un proyector para hacer mapping sobre la comida. Pero si no funciona -si no se apila bien, si pesa demasiado, si no se puede lavar-, no sirve. La estética sin uso no tiene lugar”.

Sobre los encargos que le han hecho tampoco le faltan historias que contar. Como aquella vez en la que Jordi Roca -en un arranque de creatividad postservicio- le propuso hacer un oso de peluche gigante que abrazara a los clientes que habían hecho el maridaje de vinos a la salida. Empezaron a prototiparlo. Hasta que Joan lo vio… y lo desestimó al instante.

Aun así, como Jordi Roca, Carulla está a favor de la locura. Reflejo de ello es el carro de postres que diseñó y que luego inspiró todo el concepto visual de las tiendas Rocambolesc. “Creo que el carro es el objeto que más he disfrutado ideando para los hermanos”, dice.

Uno de los carros que Carulla ha diseñado para Esperit Roca

Uno de los carros que Carulla ha diseñado para Esperit Roca

Salva López

En los últimos años ha llevado su mirada a otros rincones del mundo: proyectos en Singapur, Bali, colaboraciones con chefs como Matthew Orlando o Will Goldfarb. Todos con una constante: la sostenibilidad real, no estética. Reutilizar madera de esculturas desechadas, crear sillas con Porex reciclado, trabajar con artesanos locales. “Es diseño con raíz. No una pose”, dice, posicionándose en contra de las tendencias.

¿En qué está inmersa ahora una mente tan creativa como la suya? “Arquitectura. Y más grande”, afirma. Su próximo reto es un hotel en Madrid con varios espacios gastronómicos firmados por cocineros estrellados, aunque aún no se pueden desvelar ni nombres ni detalles.

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Antes de acabar la entrevista le pregunto con quién le gustaría salir a cenar, tanto si el personaje está vivo como muerto. Duda un segundo. “Dalí, seguro. Aunque igual no dejaría hablar a nadie. Chillida, por el silencio. Me interesan los obsesivos”, dice, revelando algo más que una preferencia: un reflejo. Carulla es comedido, sí. Pero también obsesivo con lo que verdaderamente le importa: crear, sin duda.

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