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El atún con nombre propio que ha conquistado 40 países desde Tarragona

De l'Ametlla de Mar al mundo

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Iker Morán

Algunos de los atunes sacrificados ayer en L'Ametlla de Mar, Tarragona

Iker Morán

Son poco más de las ocho de la mañana y los buzos acercan al barco las últimas piezas del día. Hoy se han sacrificado 69 atunes de las instalaciones acuícolas de Balfegó en l’Ametlla de Mar (Tarragona). Animales de unos 250 kilos de media que serán procesados en la planta de la compañía y en pocas horas saldrán a su destino. La mayoría frescos y enteros, otros en diferentes cortes, y algunos congelados.

Pero hoy no es un día más. En el barco de Tunatour que normalmente lleva a los visitantes a bañarse con los atunes esta mañana viajan algunos de los mejores chefs del país. Muchos de ellos trabajan con este producto y han querido conocer estas instalaciones situadas a unos 5 kilómetros de la costa y donde centenares de atunes viven y engordan entre 3 y 18 meses.

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Trabajadores de Balfegó sacrificando los atunes

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“¿Desde cuándo se utiliza el atún rojo en alta cocina?”, se preguntaba en voz alta Ferran Adrià. Efectivamente, en poco más de una década este pescado se ha convertido en algo habitual en muchas cartas de grandes casas, cuando hasta hace no mucho sólo se dejaba ver en algunos restaurantes japoneses. Como el de Hideki Matsuhisa, uno de los pioneros en la alta cocina nipona en el país y que, también en cubierta, sigue con atención y entusiasmo la captura de los atunes. Como si ya imaginara los cortes posibles de cada lomo.

Por aquí andan también Martín Berasategui, Albert Adrià, Paolo Casagrande, Fina Puigdevall, Andoni Luis Aduriz… Y es que Balfegó, que cumple este 2025 su vigésimo aniversario, está celebrando la inauguración de sus nuevas instalaciones y ha convocado a lo más granado de la gastronomía nacional.

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Interior de la nueva planta de Balfegó

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Las cifras, la verdad, son apabullantes. Una inversión de unos 35 millones de euros, 12.000 metros cuadrados, más de 300 trabajadores, exportación a 40 países, más de 100 millones de facturación en el ejercicio que concluye en abril, y una planta que se presenta como la más moderna del mundo dentro de la industria del atún, incluyendo un laboratorio puntero en la materia.

De la pesca a la industria alimentaria

“Venimos de unos años muy duros”, recuerda Pere Viçent Balfegó, uno de los responsables de esta empresa familiar. No es una forma de hablar: el incendio de una de sus plantas en 2018, la borrasca Gloria que arrasó sus instalaciones en el mar y les dejó sin atunes, la pandemia de 2020 y sus efectos sobre la hostelería y sus proveedores…

Quinta generación de pescadores de L’Ametlla, Balfegó trabaja con los cupos de pesca de atún propios a los que suma los que compra a pescadores de la zona y de otros países. Es la base de este negocio que reinventó las normas del sector atunero y apostó por la transparencia y trazabilidad -una de las palabras más repetidas por la compañía- en un negocio en el que, como acreditan las hemerotecas, no siempre se hacen las cosas bien.

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Instalaciones de Balfegó

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La captura y posterior engorde de los atunes en el mar permite desestacionalizar el producto, trabajar bajo demanda -cada día se sacrifica según pedido- y servir un atún rojo fresco, prácticamente del día en muchos casos. También acabar con la forma de trabajar habitual: los compradores japoneses, llegaban, fijaban precios y se llevaban todo ultracongelado.

Pero esa parte más pesquera ha ido cediendo protagonismo a lo que, con esta nueva planta de tratamiento, parece marcar el futuro. “Pasamos de ser una empresa de pesca a una industria alimentaria”, ha señalado Manel Balfegó, presidente de la compañía.

Los aranceles

Joan Grau, director de marketing y ventas de la compañía, conoce como pocos el mercado y la apuesta de Balfegó por la hostelería (las ventas a cliente final apenas representan el 1%) y la alta cocina.

De hecho, Grau nos ayuda a desvelar una pregunta que seguro más de uno se ha hecho al revisar la carta de muchos restaurantes: lo de indicar que el atún es Balfegó no es parte de ningún tipo de acuerdo comercial ni una condición para poder servirlo -asegura- sino algo que los chefs y restaurantes deciden poner como señal de calidad.

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Nandu Jubany trabajando un atún de Balfegó

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Pero más allá del lógico entusiasmo de estos días en la compañía, también la sombra de Trump y sus aranceles planea sobre L’Ametlla de Mar. No es para menos teniendo en cuenta que Estados Unidos es el principal mercado para Balfegó y representa aproximadamente el 38% de su negocio actual. La amenaza de subir los aranceles del actual 10% a un 20% se observa con preocupación, reconocen.

Abandonar Estados Unidos -defiende Grau- no es algo que se planteen, pero diversificar el productor y reforzar la apuesta por mercados más cercanos figura en la larga lista de planes de la compañía.

Aprovechamiento del atún

Entre ellas, nuevas tecnologías de sacrificio de los atunes y también de mejora de su alimentación, indica Begonya Melich, directora de innovación y sostenibilidad, a cargo del laboratorio donde manejan bases de datos de más de 25.000 atunes cada año, con tamaños, sexo, cantidad de grasa…

Más allá del interés empresarial y gastronómico (la cantidad de grasa influye en el sabor y color, y cada mercado tiene sus preferencias), son datos que permiten conocer el estado y evolución de la especie, explican. ¿Diagnóstico? Si se ejerciera el mismo control y vigilancia sobre la pesca en general que sobre el atún -defienden- se resolverían problemas de sobreexplotación y peligro para algunas especias. Empezando por el pulpo.

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La nueva planta de Balfegó

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Pero volviendo a tierra y a la nueva nave, la apuesta por la cuarta y quinta gama para ofrecer a restaurantes carpaccios y tartares listos para abrir y servir es otro de los planes a corto plazo de la empresa. La falta de personal en hostelería potencia este tipo de formatos, indican, y las instalaciones ampliadas les permiten ir por este camino.

Y el aprovechamiento del atún, otra de las obsesiones de la casa. Por ahora se trabajan 22 cortes, aunque en fresco sólo los de mayor demanda: lomos y ventresca. Sin ir más lejos, en la comida de celebración a cargo de Nandu Jubany y su catering -qué bien lo hacen siempre, es el comentario general entre los 300 invitados- el cocinero catatán ha servido unas deliciosas costillas de atún a la parrilla y una cabeza de atún asada entera, que ha causado sensación. Lleva años trabajándola, nos explica mientras desmenuza la jugosa carne que se sirve sobre tostadas.

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Ferran Adrià y Martín Berasetegui durante la presentación

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De aprovechamiento también sabe mucho Ricard Camarena, que tampoco se ha perdido la inauguración y que, nos cuentan, anda pensando cómo utilizar esos descartes de atún que en última instancia se destinan a harinas de pescado.

“Acabo de llegar de Japón -explica Adrià- y cuesta mucho encontrar en el extranjero empresas españolas que sean una referencia. Balfegó ha demostrado que es posible”. Y es que, como defienden con orgullo desde esta casa, son el único atún rojo del mundo que tiene nombre propio.

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