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Provechoso aprendizaje

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Recién llego de una escapada relámpago a Dinamarca y Suecia con compañeros de 15 empresas e instituciones del Clúster Foodservice de Catalunya, agrupación cuyo objetivo principal es promover la competitividad y las sinergias entre los miembros de la cadena de valor de este sector.

Con el soporte de ACCIÓ, los responsables del Clúster nos organizaron una agenda densa e interesante para sumergirnos en las últimas tendencias en innovación, sostenibilidad y tecnología conociendo ejemplos y agentes destacados de los dos países nórdicos.

En Dinamarca empezamos en la sede de Food Nation, donde, además de repasar la historia y características de la producción agroalimentaria danesa, comentamos alguna cosa sobre lo que significó Noma y la expectativa de Alchemist antes de que la startup Tempty foods nos presentara su producto con micorrizas de hongos. También visitamos el Teknologisk Institut y sus flamantes laboratorios de fermentación y, ya en otra jornada, una cocina central del ayuntamiento de Copenhague que provee alimentos que se reparten a domicilio para las personas mayores, con las consiguientes adaptaciones basadas en su recetario tradicional para problemas de deglución y disfagia. Fuimos además a una empresa de distribución, a visitar una iniciativa descentralizada contra el desperdicio alimentario, a un mercado, supermercados y a comer a algunos restaurantes de los que más frecuenta el público local, donde por cierto la mayoría de los camareros eran estudiantes. Ya sabemos que en eso los escandinavos funcionan diferente. Diría que mejor porque sus jóvenes pueden independizarse de media a los 21 años mientras que los nuestros viven en casa de los padres hasta pasados los 30.

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El desperdicio alimentario es una tragedia mundial

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Tras cruzar el puente que une los dos países, en Malmö, además de fotografiar el retorcido rascacielos Turning Torso de Santiago Calatrava, nos reunimos con diferentes responsables de incubadoras y promotoras de innovación de la región de Escania, primera provincia productora de alimentos de Suecia con un importante ecosistema de I+D.

Antes de visitar la sede de Oatly, comimos en un restaurante realmente ejemplar, . Lo interesante de este restaurante económico es que su oferta se basa en alimentos que se echarían a perder. Los proveedores saben que cuando están aún bien el restaurante los puede adquirir y es a partir de esa disponibilidad que cada mañana sus chefs deciden y cocinan los platos del día.

Nada espectacular, pensaréis. La gracia es que este sea el modelo de negocio cada día, no la excepción. A mí me gustó por el compromiso con la sostenibilidad,claro, pero también porque me encanta que la comida sea la que es, la que hay, la que toca, en casa y en el restaurante.

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Toni Massanés
Dos aceiteras, a 21 de junio de 2024, en Barcelona, Catalunya (España). El Gobierno aprobará en el Consejo de Ministros del próximo martes la rebaja del IVA del aceite de oliva al 0% a partir del 1 de julio. El Ejecutivo ya rebajó el aceite de oliva del 10% al 5% en 2023, una media que ahora se intensifica para dejar el IVA en el 0%. Además, Hacienda ha decidido que, de manera permanente, el aceite de oliva pase a formar parte del grupo de productos de primera necesidad como el pan, los huevos, las verduras y las frutas.

Tener que escoger cada vez es un rollo y estresa. Al menos a mí. No sé si esta supuesta libertad de (aparentemente) tenerlo todo a la carta (y hasta a domicilio), de poder decidir a cada momento lo que comemos sin que importe dónde, cuándo ni en qué lugar es sostenible. Sinceramente me temo que no. Evidentemente hay que respetar las intolerancias, alergias y otras restricciones, pero lo de que nos permitamos cada vez más que haya menos cosas que nos gusten me parece que es ir para atrás como los cangrejos. Un retroceso en nuestra alfabetización alimentaria o, dicho en palabras de antes, mala educación. Y eso no es bueno ni para el sistema alimentario de proximidad ni para el planeta, pero tampoco para nuestro equilibrio psicológico, nuestra resiliencia y nuestra capacidad de adaptación. Una capacidad de adaptación muy necesaria para lidiar con estos tiempos tan inciertos que, como pudimos comprobar, efectivamente inquietan a los daneses por razones de todos conocidas.

Para gozar de una alimentación sana, sostenible y variada que evite el despilfarro alimentario hay que saber disfrutar de todo lo bueno, y también hay que saber cocinar sin prejuicios. En casa, abriendo la nevera y preguntándonos ¿Qué es lo primero que debo utilizar para que no se eche a perder? Y a partir de ahí decidir si hoy se come pasta, una sopa, un salteado de verduras, un guiso con legumbres, una ensalada con restos de pollo asado, un pudin con lo que quedó del pescado al horno de ayer, un arroz rápido con sobras de carne en salsa o una tortilla multicolor de fondo del cajón de vegetales de la nevera.

Igual todo esto que les cuento son los últimos coletazos de una práctica condenada a la extinción porque, como dice Juan Roig —y les aseguro que él tiene datos— a las cocinas caseras les quedan dos telediarios; pero mientras no se confirme la defunción de esa cocina doméstica que tantas alegrías nos ha dado, algunos continuaremos declarándonos en rebeldía y reclamando que el sistema educativo (sí, por desgracia también en esta materia que antes se aprendía por transmisión familiar solamente él puede ya salvarnos del naufragio) intente dotar a las nuevas generaciones de aquellas competencias básicas que necesitaran para gestionar su alimentación cotidiana como ciudadanos plenos, sanos, autónomos y felices.

Lo que está claro es que quien sabe cocinar y comer no desperdicia.

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