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La Tasquita de Enfrente: 25 años de canalleo excelso y minimalista

En Madrid

Durante estos cinco lustros, su cocinero Juanjo López no ha parado de ganar adeptos gracias a su carisma

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Juanjo López, al frente de La Tasquita de Enfrente

Juanjo López, al frente de La Tasquita de Enfrente

Mikel Ponce

Parece que fue ayer la primera vez que entramos en La Tasquita de Enfrente por indicación de nuestro entrañable amigo Arturo Pardos. Sin embargo, han pasado 25 años desde que Juanjo López Bedmar se hiciera cargo de la antigua casa de comidas que fundó su padre, Serafín López Gaona, a comienzos de los 70 en la pecaminosa calle Ballesta. Durante estos cinco lustros, no ha parado de ganar adeptos gracias a su carisma como anfitrión y a una propuesta gastronómica innegociable, devota del producto excelso y respetuosa con las estaciones, que integra sabores tradicionales y las técnicas más depuradas.

“La Tasquita de Enfrente es el camino de una ilusión, de una quimera, de una conversación no realizada con mi padre. Y así es como va pasando el tiempo y mi ilusión y compromiso siguen intactos”, recuerda Juanjo. “Es importante preguntarse por qué un restaurante sigue abierto después de 25 años. Lo primero, que siempre hemos tenido las ideas muy claras y somos casi como el chotis madrileño, que nos hemos movido muy poco del baldosín, lo que nos ha permitido ser identificados como restaurante de producto y trabajar no con público sino con clientes: el público va y viene y el cliente siempre está ahí”.

Tartar de salchichón

Tartar de salchichón

CLV

Como la aventura daba ya para hacer un libro, en 2018 nuestro hombre publicó La desnuda sencillez, que es el compendio de esa filosofía culinaria. También podría haberlo titulado “Menos es más”, dada su obsesión por servir los alimentos españoles más excelsos con la mínima intervención y acompañamiento. ¡Nunca más de tres ingredientes en una receta!

“La Tasquita se sostiene sobre un triángulo: los proveedores, el producto y el cliente”, prosigue López Bedmar. Eso y que he mejorado de carácter, ahora soy una persona mucho más apacible y razonable, frente a la radicalidad del principio, quizá contagiado por otros cocineros de la época, como Arturo Pardos, Iñaki Camba o el propio Abraham García. Me he dado cuenta de que no tienes que ser dogmático ni enseñar nada a nadie. La gente viene a disfrutar y tú tienes que conducirla por el camino que veas más razonable para que salga satisfecha”.

“Es importante preguntarse por qué un restaurante sigue abierto después de 25 años", dice López

Para este intelectual bohemio y empresario romántico, que era directivo de una gran compañía de seguros y lo dejó todo para hacerse chef autodidacta, no hay más verdad que el sabor puro sin artificios. Y es él quien más disfruta en su recoleta sala, con tan sólo 8 mesas y muros de piedra y ladrillo visto, llena de dibujos, estanterías con libros y copas de vino, loando las exquisiteces del mercado del día o incluso sentado en la mesa de la entrada, al final del pase, comiendo como uno más.

“La Tasquita sigue siendo lo que yo soñaba en principio: una casa de comidas donde come el patrón, donde no hay nada que yo no me comería”, argumenta Juanjo. “Siempre digo que muchos cocineros tendrían un problema si se tuvieran que tomar ellos mismos sus menús. Y yo soy capaz de tomarme todos los platos porque están hechos con una confección... Está claro que no gustamos al cien por cien y tenemos admiradores y detractores. Respeto tanto a unos como a otros, porque entiendo que no podemos gustar a todo el mundo, si gustas a todo el mundo al final terminas no gustando a nadie y terminas en conflicto contigo mismo. Y yo lo que procuro cada año que pasa es ser más coherente”.

Cocido, nabo y anchoa

Cocido, nabo y anchoa

Peter Marconi

En la Tasquita de Enfrente de 2025, además del encanto del lugar y la personalidad del patrón, siguen atesorando una fenomenal selección de champagnes y de vinos de culto para acompañar los platos que integran la carta -que cambia al albur del mercado del día- o bien algunos de esos dos menús degustación que propone la casa a 110 euros (9 pases) o a 150 euros (11 pases).

Hace poco que López Bedmar recibió el premio a Toda Una Vida que concede la Academia Madrileña de Gastronomía. A los 65 años, este tabernero amante de los libros, la música, el cine, el arte y los viajes sigue creando platos con una pizca de inspiración y mucho ensayo posterior, hasta dar con la fórmula exacta que cumple sus expectativas. Ha encontrado el mejor aliado en la figura de Nacho Trujillo, entusiasta jefe de cocina que empezó como lavaplatos en Londres y lleva 14 años trabajando a su lado, ascendiendo desde lo más bajo. Con Nacho, nuestro protagonista comparte no solo un ideario culinario, sino un proyecto de transmisión sosegada para que La Tasquita del futuro siga combinando la exigencia, la honestidad y el lujo de lo auténtico.

Hace poco que López recibió el premio a Toda Una Vida que concede la Academia Madrileña de Gastronomía

“Perfeccionista, obsesivo e inexorable, durante estos 15 años, Juanjo ha permanecido fiel a los postulados con que empezó: trabajar sólo con la mejor materia prima y ensalzarla a través de recetas complejamente sencillas, lo que ha llevado a La Tasquita de Enfrente a ser uno de los grandes templos del producto de nuestro país”, sentencia mi compañero de mesa, el periodista Alberto Luchini, mientras devoramos el primer aperitivo: una adictiva cecina de Somiedo con cierto aroma ahumado, a la que sigue inmediatamente un clásico de la casa como es el tartar de salchichón sobre brioche.

Materia, pureza, esencialidad… Los postulados de López Bedmar permanecen inalterables durante todo el menú que disfrutamos en una fría noche invernal post-navideña. Sin que falte, por supuesto, un poco de canalleo, para no olvidar que estamos en la Ballesta, zona de innegable tradición lumpen.

Oreja

Oreja

PETER MARCONI

Y es que el equilibrio de un ágape, aquí, se ha sostenido siempre en la sucesión de platillos donde se alterna lo básico y casi rústico con lo refinado. Así, tras esa descomunal anguila ahumada con pera de agua caramelizada, llega la emblemática ensaladilla, culminada con unas huevas de trucha -en otras ocasiones pueden ser erizos y hasta bogavante-, tan simple y tan familiar, que da paso a un impresionante salpicón de langostinos: otro favorito de los parroquianos donde se suprimen todos los elementos habituales del aliño (tomate, pimiento, cebolla, huevo) para texturizar las cabezas con aceite y vino hasta obtener una emulsión que se añade al crustáceo apenas cocido.

El minimalismo sigue imperando con el siguiente marisco, unas quisquillas de Motril casi crudas, restallantes de frescura y dulzor, levemente marinadas en agua de limón y aceite. Una locura. El cardo con leche de almendras y trufa rallada nos retrotrae a 2012, cuando Juanjo quiso reivindicar este olvidado guiso invernal, confiriéndole galones casi palaciegos con el agregado de esa tuber melanosporum rallada que, por cierto, empieza a estar estos días en su momento óptimo de consumo.

Materia, pureza, esencialidad… Los postulados de López Bedmar permanecen inalterables durante todo el menú

Los guisantes lágrima del Maresme con velo de ibérico no podían faltar en este menú que parece un paseo por la historia de La Tasquita. Recuerdo haberlos tomado aquí con espardeñas o incluso con caviar, tal es la devoción del patrón por este producto delicadísimo. El huevo frito con trufa negra que llega a continuación reincide en la mezcla de lo humilde y lo lujoso, con un punto perfecto en la ejecución, rebosante de untuosidad y sabor a bosque.

Volvemos al espíritu mesonero fundacional con una terrina de oreja con cebolla cruda donde echamos de menos el contraste que le habrían dado algunos encurtidos o tal vez unos berros. Proseguimos con un impecable taco de bacalao en tempura con salsa riojana y el capítulo salado se cierra con una reconfortante albóndiga, a base de ternera, presa y tocino ibérico, muy poco hecha, regada con una salsa reducida de cocido y acompañada de unas pluscuamperfectas patatas fritas en daditos milimétricos.

La histórica pana cotta con miel de palma, de una ligereza aérea como no hay en el mundo, cierra una experiencia memorable. ¡Por otros 25 años más de Tasquita!

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