bet365

Sushi Bar Hannah: el kaiseki más confidencial de Madrid

Sitios

La experiencia en este restaurante es única por discreta, por auténtica y porque se sale de la norma

Bardeni, el restaurante barcelonés que no se puede perder ningún amante de la carne

Erizo de mar

Erizo de mar

CLV

“Ofrecemos una experiencia gastronómica única y sofisticada, con platos cuidadosamente equilibrados en sabores y texturas. Desde opciones estacionales hasta clásicos permanentes, que incluyen la opulencia del wagyu, la exquisitez de la anguila y la frescura del marisco, cada elección está diseñada para transportarte a las raíces de la cultura y la cocina japonesa”, proclama la web de Sushi Bar Hannah, uno de los restaurantes nipones más auténticos y menos mediáticos de Madrid.

Efectivamente, la experiencia es única por discreta, por auténtica y porque se sale de la norma de los japos de diseño y cocina fusión que imperan desde hace lustros en la capital. El local se halla en un callejón peatonal situado entre el hotel Rosewood Villa Magna y El Corte Inglés de Serrano. Una vez atravesada la preceptiva cortina noren, distintiva de los izakayas nipones, nos encontramos con un espacio minimalista en la más pura tradición del País del Sol Naciente, con mucha luz, techos altos, una barra de sushi que puede albergar diez comensales y cinco mesas bien separadas. Cero lujos, escasos adornos, toda la magia está en el plato.

Captura de pantalla 2025-01-21 163336

Medai Usuzukuri.

CLV

De la oferta culinaria se encarga el chef londinense Janek Flemyng, que empezó en esto con 19 años, primero a las órdenes de Jamie Oliver y después familiarizándose con el corte de pescados en establecimientos icónicos de la City como el divertido Roka o el muy elegante Umu, un dos estrellas de Mayfair donde recuerdo haber comido uno de los mejores menús kaisekis de mis viajes por Europa. Allí, junto al chef Daisuke Shimoyama -que luego abriría el primer Hannah en el Southbank Riverside-, Flemyng adquirió la técnica depurada y el respeto por la tradición que se percibe en todos los bocados que propone a orillas del Manzanares.

De la oferta culinaria se encarga el chef londinense Janek Flemyng

Inaugurado en Madrid hace siete años, Sushi Bar Hannah se ha mantenido ajeno a las modas, practicando la cocina kaiseki más confidencial de la ciudad y suscitando fidelidades a través de radio macuto. En una de mis primeras visitas, recuerdo haber descubierto con asombro que, en el local anexo -del mismopropietario-, tenían una sala de proyección profesional. ¡Hubo incluso un amigo productor de cine que organizó allí alguna première!

La sala del restaurante

La sala del restaurante

CLV

Hoy Flemyng y su equipo siguen a lo suyo, proponiendo con absoluta discreción esa cocina estacional que celebra los cambios de temporada (shun) y que se puede disfrutar a la carta o en un par de menús degustación que conviene encargar con 24 horas de antelación: el Kaiseki de 11 pases (150 euros), que no incluye sushi, y el Sushi Omakase de 20 pases (200 euros); ambos combinando sopas, encurtidos, sashimis, tempuras, elaboraciones al vapor y al carbón, más los makis y nigiris que completan la opción más onerosa.

La experiencia

Se puede disfrutar a la carta o en un par de menús degustación que conviene encargar con 24 horas de antelación

“Lo que me fascina de Sushi Bar Hannah es la delicadeza de cada bocado, el cromatismo y cuidado de las presentaciones y la calidad del producto, con muchos ingredientes traídos de Japón que sólo maneja él”, me indica mi amigo Fernando Chacón, reconocido como uno de los gourmets más exigentes de Madrid. “Su anguila me parece insuperable. Me gustan mucho las tempuras -la de erizo en particular- y los niguiris de pescados curados”.

Sashimi

Sashimi

CLV

Este culto al producto y a la diferencia se ha visto implementado en los últimos tiempos por una carta de vinos y sakes muy mejorada, para alegría de los parroquianos más disfrutones, proverbialmente reacios a acompañar el ágape con té verde o cerveza.

Así, en nuestro almuerzo más reciente, justo antes de las Navidades, nos bebimos un estupendo Borgoña blanco junto con una retahíla de platillos exquisitos, empezando por un centollo aderezado con yuzu, gelatina tosazu y junsai; siguiendo con un tartar de atún con caviar Oscietra; continuando con un hígado de rape marinado servido con ponzu y daikon; luego, un tataki de trucha salvaje ahumada con ikura y ponzu -aquí no ponen salmón de tercera-, que antecede a un irresistible festival de niguiris: San Pedro, pez limón, pargo, trucha, vieira, otoro (ventresca atún), bogavante, anguila… Mención especial merece el punto de cocción del arroz.

Antes del postre, la tortilla japonesa enrollada (tamagoyaki), con una textura realmente esponjosa y casi aérea. Para finalizar, un dulce cítrico con crema pastelera, higos y gelatina de yuzu que remata con suavidad y frescura un pequeño festín sin estridencias.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...