Como decía Erasmo de Róterdam, siempre hay que ir a las fuentes. Y, en el espectacular caso de los aranceles, el documento de referencia es un curioso texto del 2 de abril del servicio de prensa de la Casa Blanca bajo el título “El presidente Donald J. Trump declara una emergencia nacional para aumentar nuestra ventaja competitiva, proteger nuestra soberanía y fortalecer nuestra seguridad nacional y económica”. En este escrito, hacia el final, antes de pretender argumentar que las tarifas de aduana son una herramienta muy útil para eliminar amenazas y lograr objetivos, se habla de “La regla de oro para nuestra época dorada”. Cada época tiene su kitsch y en el del trumpismo siempre brilla un falso oro de purpurina.

La nueva decoración en dorado del Despacho Oval
La edad dorada a que se refiere el comunicado es, evidentemente, aquella que, el día de la toma de posesión, el presidente 47 anunció que volvía. Y la “regla de oro” que, según Trump, le corresponde es una ambigua adaptación de la que desde hace siglos se conoce con este nombre: “Trata a los demás como querrías que ellos te trataran”, que, en abstracto, no es una mala norma, aunque Bernard Shaw la desaconsejara con ingenio recordando que los gustos de los demás quizás no son los mismos que los nuestros. En su nota, el equipo de comunicación presidencial prefiere reformularla transformándola en “tratadnos como os tratamos”, una demanda que, de entrada, no parece tener ni pies ni cabeza si se piensa en las desagradables medidas arancelarias que acompaña, pero que resulta coherente con el contexto retórico en que se plantea. La tesis del documento es que los EE.UU. llevan años maltratados en sus interacciones en el comercio internacional y que la ya famosa reciprocidad de los nuevos aranceles es una reparación de estos supuestos abusos. América no habría recibido el mismo amor que ofrecía. Mientras ella abría neoliberalmente sus mercados, las naciones con que comerciaba abusaban de su inocencia protegiendo tramposamente los suyos. El ojo por ojo de la ley de talión tiene a veces un siniestro aire de familia con la reciprocidad ética de la regla de oro.
Es una ambigua adaptación de: “Trata a los demás como querrías que ellos te trataran”
No es ningún secreto que el victimismo histórico, la construcción de un relato de la historia que permite reivindicar la condición de víctima de la nación que se quiere liderar o se lidera, es una de las principales características del populismo. La descripción del 2 de abril como el día de la liberación, articulada con la caracterización de la nueva política arancelaria como una política de recuperación de la soberanía económica perdida por el abuso de los socios comerciales y la puñalada por la espalda de las élites, responde funcionalmente a este relato.
La historia del imperio benevolente esclavizado por los beneficiarios de su benevolencia que, tras dar por acabada la fiesta, quiere escenificar que aún tiene el poder de dictar las reglas del juego es el último giro narrativo de la gran novela de la hegemonía americana.