Tras ser parte de los anfitriones del congreso Supercomputing Asia (del 10 al 13 de marzo), José Ignacio Latorre conversa por Zoom desde su despacho en Singapur, donde dirige el Centre for Quantum Technologies. Doctor en física de partículas por la Universidad de Barcelona, también creó el Quantum Research Center de Abu Dabi y ha publicado en la editorial Ariel los libros áԳپ , Éپ para áܾԲ y La úپ voz . Roy J. Glauber y el inicio de la era atómica (con María Teresa Soto-Sanfiel). Es uno de los protagonistas internacionales de la revolución en marcha, no sólo como científico, también como excelente comunicador (no hay más que escucharlo en su podcast Espejo en el espejo , con Juan Insúa).
Estuvo en febrero en el evento de la UNESCO en París que dio comienzo al Año Internacional de las Ciencias y Tecnologías áԳپs. ¿Cuáles son sus conclusiones?
La gran preocupación de París fue la brecha de género, por eso hubo un giro histórico: tres de las cuatro charlas inaugurales fueron dadas por mujeres (Lidia Bruto, Simonela Mela y Anne L’Huillier). En sus intervenciones los premios Nobel defendieron la educación pública y libre. En los pasillos se palpaba la preocupación por que la UE quede rezagada en la carrera cuántica.
Se percibe una escisión entre las grandes empresas tecnológicas y la investigación universitaria.
Sí, sin duda, hay que buscar un equilibrio entre investigación básica en ciencia y start-ups. Todavía no es la época de la ingeniería, falta mucho avance científico que apoye el desarrollo tecnológico. El progreso real se ha dado en las universidades del mundo, no en el ámbito privado. Es cierto que hay diez empresas norteamericanas muy potentes, pero los descubrimientos decisivos se producen en las universidades, como siempre ha ocurrido. Debemos reivindicar nuestra autoridad.
¿Con qué estrategias?
Con mi equipo de comunicación hemos estudiado los artículos académicos que han publicado Microsoft o IBM, son muchos menos que los que hemos publicado nosotros y el resto de centros de investigación. Pero ellos invierten mucho dinero en dar a conocer sus supuestos logros. Si todos los que han difundido fueran reales, ya tendríamos un buen ordenador cuántico, y todavía no lo tenemos. Ese sesgo se podría combatir con una “premier league” de instituciones públicas. Es un buen momento para conseguir crear esa alianza, en parte porque tenemos a científicos españoles en puestos clave, como la dirección de los dos centros de investigación más importantes de la óptica de la física cuántica, el Max Planck Institute y el Institut de Ciències Fotòniques (respectivamente, Juan Ignacio Cirac y Oriol Romero-Isart).
¿Cómo resumiría su proyecto en Singapur?
La ciencia es credibilidad: no puedes construir Harvard en diez años, necesitas 300. Pero hay que empezar, y hacerlo con ambición y coherencia. Aquí se están invirtiendo 300 millones, de un modo muy serio, consensuado y articulado. Singapur no se quiere quedar atrás en la carrera de la computación cuántica: vamos a construir, por 25 millones cada uno, un ordenador de átomos neutros, otro de iones atrapados y un tercero de corrientes superconductoras, para conseguir sendos prototipos. También vamos a apostar por generación, manipulación y detección de fotones, sin necesidad de generar un computador cuántico, es decir, por facilitar componentes. Estamos creando lo más importante: un ecosistema sólido.
¿La cultura forma parte de la agenda?
Hemos abierto el laboratorio, a través de dispositivos narrativos, para hacerlo un espacio pedagógico para todo el mundo. Yo creo en las afinidades, al fin y al cabo, el científico, el artista y el escritor se enfrentan al mismo desafío: el de la página en blanco. Lo que más nos funciona son los Q-camps: organizamos actividades de cuántica para estudiantes de secundaria que se mueren de ganas de aprender. No veo mucho interés en Asia, en cambio, en la reflexión filosófica sobre la cuántica; sí, en cambio, veo un cierto interés en el mundo del arte: hemos tenido a dos artistas en residencia. España y Europa me parecen en ese sentido mucho más estimulantes. El Viejo Continente sigue siendo el corazón del debate.
¿Cuáles son los planes del inminente futuro?
El objetivo del año pasado fue el de asentar el plan nacional; y este año nuestro propósito es hacerlo crecer e internacionalizarlo, en parte captando talento en Estados Unidos, pues son muchos los científicos de alto nivel que se plantean emigrar en estos momentos. Pero a veces el futuro está en el pasado. La Gran Ciencia de nuestros padres era muy diferente de la de hoy, que en vez de tener a un autor tiene una masa. Los artículos de 1925 están firmados por una única persona, no por un equipo ni por un jefe de proyecto o de grupo de investigación que impone su firma. Por eso he creado unas becas de 30.000 dólares para estudiantes de doctorado con una gran idea. Si ganan el premio, firman ellos solos el artículo. Así se potencia en serio sus carreras. Tenemos que volver a los inicios. Igual que tanta gente, después de pasar por las apps de citas, están volviendo a ligar en el bar.