“Tenemos que luchar por un lenguaje nuevo”, afirma Mónica Bello, comisaria de Visiones cuánticas (hasta el 8 de junio en Tabakalera de San Sebastián), y añade: “La cuántica es una oportunidad para que la ciencia cree una narrativa más afectuosa con la humanidad, porque tiene un punto de lírica, de esperanza, que nos conecta con ella”.
El proyecto expositivo nace de una paradoja: la esencia más íntima y profunda del mundo está más allá de nuestra percepción directa. Empezamos a acceder a ella hace justo cien años, a través de la especulación científica, cuando los físicos germánicos Werner Heisenberg, Max Born y Erwin Schrödinger publicaron los primeros trabajos sobre mecánica cuántica. “Y gracias a la experimentación en los laboratorios, hace cerca de medio siglo, empezamos a demostrar que aquella teoría era acertada, que toda aquella incertidumbre existía”, añade Bello, que ha dirigido durante una década el programa Arts at CERN de Ginebra.
El proyecto nace de una paradoja: la esencia más íntima y profunda del mundo está más allá de nuestra percepción
Aunque se nos escapa esa realidad subatómica, no determinista y no lineal, los artistas trabajan desde hace décadas con ella, sobre todo a través de tecnologías que la traducen o la hacen visible. Así, la creadora holandesa Joan Heemskerk ha explorado la computación y las redes cuánticas en proyectos como Prototype entangled binary network (Hello, world!) , especulando sobre los posibles intercambios de información entre humanos, inteligencias artificiales y hasta alienígenas.
También en Visiones cuánticas, el irlandés Yuri Pattison, con una trayectoria paralela en nuevos medios, muestra la obra cloud gazing (americium) , que por arte de alquimia convierte un generador de números aleatorios cuánticos en simulaciones de cielo (luces, colores, nubografías). Como dice Michio Kaku en Supremacía cuántica. La revolución tecnológica que lo cambiará todo (Debate), se acerca gradualmente el fin de la era del silicio y entre los ámbitos que va a sacudir la computación cuántica se encuentra el de las ciencias naturales: “Toda la biología, la medicina y la química se reducirán a mecánica cuántica”. Es decir, estarán condicionadas por la simulación. Como la meteorología.
Destacan también en la exposición los dibujos de Semiconductor, hechos con una única línea continua, que dibuja la cartografía de donde podría estar un orbital electrónico, pero nunca podremos estar seguros de ello. Antimapas preciosos, hipnóticos, en blanco y negro. Y la inesperada instalación Ensayo fílmico sobre la sordoceguera , de la directora vasca Jaione Camborda (ganadora de la Concha de Oro en el 2023), porque el espectador no puede ver la película, que se proyecta detrás de la pantalla, al igual que no puede observar la realidad cuántica.
Clara Montero, directora cultural de Tabakalera, un centro de cultura contemporánea que trabaja estrechamente con instituciones científicas como el Donostia International Physics Center, cree firmemente tanto en la necesidad de que el arte contemporáneo dialogue realmente con la ciencia como en la mediación: “Solo así podemos contribuir a ser un lugar de encuentro entre arte, conocimiento y sociedad”. Por eso, antes de entrar en los dos grandes espacios expositivos, los dos cubos blancos de Visiones cuánticas , puedes ver un vídeo introductorio y te reciben en pantallas verticales tanto divulgadores de la física cuántica (José Luis Crespo, Sonia Fernández Vidal) como investigadores de prestigio internacional (Juan Ignacio Cirac, Aran Garcia-Lekue, Javier Aizpurua).
Tras su montaje en San Sebastián, la muestra viajará a HEK (Haus der Elektronischen Künste) en Basilea y a MU Hybrid Art House de Eindhoven, las otras dos instituciones que la han producido. Allí contará con sus propios programas de mediación y públicos, en un afán compartido por difundir entre la ciudadanía los principios, los misterios y los encantos de los universos subatómicos.
El arte es un fin en sí mismo, pero también puede ser una interfaz, un puente entre mundos aparentemente alejados entre sí. Además de una oportunidad para recordar el pasado de la física cuántica y para reflexionar sobre sus mayores desafíos, el año cuántico celebra la divulgación. No solo a través de exposiciones (también Cosmic Titans: Art, Science and the Quantum Universe, que se puede ver en el Lakeside Arts de la Universidad de Nottingham hasta el 27 de abril), también mediante libros.
Se acaba de publicar el primer volumen del magno proyecto de José Manuel Sánchez Ron, Historia de la física cuántica , con el subtítulo El período fundacional: origen y desarrollo de la cuantización de Planck , 1860-1924 (Crítica). Es decir, la crónica del prólogo a la revolución que ahora conmemoramos. En junio se publicará el segundo tomo, La creación e interpretación de la mecánica cuántica: de Heisenberg al gato de Schrödinger (1925-1935).
La ciencia, el arte y la literatura se parecen en lo más importante. Como dice Carlo Rovelli en Siete breves lecciones de física (Anagrama), “la ciencia nos enseña a comprender mejor el mundo, pero también nos da una idea de la vastedad de lo que aún ignoramos”. Cuando termine este año seremos un poco más sabios, pero también casi tan ignorantes como siempre. Esa paradoja no es cuántica, sino simplemente humana.