Es viernes por la mañana en Miami y el músico de jazz camerunés, Richard Bona (Minta, 1967), ya ha entrenado en bicicleta y dado un paseo por la playa. Antes de sentarse a tocar algo de música, atiende por teléfono a bet365, desde su casa, la semana previa a viajar a Barcelona. “Iré a tocar buena música y celebraré que el Barcelona será campeón de liga”, comenta entre risas. El artista ofrecerá cuatro funciones en El Molino, el 17 y 18 de abril, a las 20 y 22.30 h.
El músico visita la ciudad varias veces al año –en ocasiones solo para ver jugar al Barça– y en su día incluso consideró mudarse a Vilanova i la Geltrú. Sin embargo, la pandemia lo retuvo en Estados Unidos, donde asegura vivir como un “espíritu libre”. En los últimos meses, figuras del mundo cultural –desde la cantautora Courtney Love hasta la comediante Ellen DeGeneres– han decidido abandonar el país como forma de protesta contra las políticas de Donald Trump. No es el caso de Bona. “De momento no veo una diferencia sustancial, no me iré solo porque este hombre haya sido elegido, me iré el día que ya no me sienta bien aquí”.

El músico de jazz Richard Bona
El virtuosismo de Richard Bona se ha forjado a lo largo de una carrera excepcional. Su vínculo con la música comenzó a los cuatro años, cuando ya tocaba el balafón, un instrumento tradicional africano de percusión similar al xilófono, hecho de láminas de madera y resonadores de calabaza. Más adelante encontró en el bajo eléctrico su medio de expresión principal y se convirtió en uno de sus máximos exponentes. Ha trabajado con leyendas del jazz, como Harry Belafonte o Mike Stern, y tocado en clubes como Le Duc des Lombards de París y el Blue Note de Nueva York, dos ciudades que también han sido su hogar en distintos momentos de su carrera.
Un jazz con sabor latino
Bona regresa a Barcelona acompañado por dos músicos cubanos: el pianista Jesús Pupo y el percusionista Ludwig Afonso
“Cuando era joven, tuve mucha suerte de que figuras como Joe Zawinul me llevaran de gira, cuando nadie me conocía”, recuerda Bona. Jamás olvidó cómo el legendario tecladista austriaco lo alentaba antes de cederle el escenario. “Cuando veo a un músico joven trato de hacer lo mismo, siento que le debo algo a la música y al mundo”. En esta ocasión, Bona llega a Barcelona para ofrecer “un jazz con sabor latino”, acompañado por el pianista cubano de 32 años, Jesús Pupo, y el percusionista Ludwig Afonso.
Aunque Bona asegura no haber notado cambios sustanciales desde el regreso del gobierno republicano al poder, las fronteras del país en el que reside desde hace tres décadas se han endurecido, incluso para los artistas. En los últimos meses, figuras como la cantante Mónica Naranjo o el mexicano Carlos Rivera han relatado las dificultades que enfrentaron al pasar el control migratorio de Estados Unidos. Algunas bandas, como los Hijos de Overon o Valkyria, no lograron presentarse con su formación completa, ya que varios de sus miembros fueron retenidos en el aeropuerto.
El camerunés, no obstante, se define como un hombre sin prejuicios y lo expresa a través de su jazz, una fusión de influencias africanas, funk y ritmos latinos. “No veo ninguna diferencia entre un ucraniano, un palestino, un judío o un estadounidense; todos somos iguales”. A su juicio, el problema radica en la avaricia, el dinero y el poder. “Necesitamos unir este mundo y, afortunadamente, la música tiene esa fuerza”.
La carrera de Richard Bona no habría sido la misma si, a los 14 años, no se hubiera topado con el disco debut del bajista Jaco Pastorius. Para entonces, Bona ya trabajaba como guitarrista en una banda, pero aquel sonido rompía todos los esquemas que tenía sobre lo que era la música. Impresionado, le quitó dos cuerdas a su guitarra y comenzó a aprender el repertorio de Pastorius de principio a fin. Hoy en día, hay quienes se refieren a Bona como “el sucesor espiritual” del que fue “el mejor bajista de todos los tiempos”.
Necesitamos unir este mundo y, afortunadamente, la música tiene esa fuerza”
Esta semana, el jazzista regresa a los escenarios después de una pausa de dos semanas. “He estado recargando energías y ahora tengo muchas ganas de reencontrarme con amigos, hacer música y disfrutar, porque de eso se trata la vida”. A lo largo del día, admite que puede olvidarse de muchas cosas, incluso de comer, pero jamás de tocar. “No bebo, no fumo, ni consumo drogas; mi motor es la música”. A sus 57 años, aún no hay señales de agotamiento. “La música es una celebración de la vida. Celebremos, es lo único que realmente importa”.