Lemoiz no ocupa un lugar cómodo en la memoria vasca. Bajo las ruinas de esta central, una enorme mole varada en un acantilado del mar Cantábrico, hay mucho sufrimiento. La amplia lucha popular contra el plan para construir tres centrales en la costa vasca se vio desvirtuada cuando ETA entró de lleno en el conflicto, a partir de 1977, y protagonizó una cruel campaña de atentados que dejó cinco muertos. La central, prácticamente terminada, quedó abandonada en 1984, cuando se decretó la moratoria nuclear. Y cuatro décadas después permanece prácticamente como se dejó, con las heridas añadidas por el paso del tiempo.
La artista Ixone Sadaba nació en 1977, seis años después de que se iniciase la construcción y en pleno auge de las movilizaciones del movimiento antinuclear. Cuando tenía cuatro años se produjeron las concentraciones por el secuestro y posterior asesinato por parte de ETA de José María Ryan, ingeniero jefe de la central, y cuando tenía siete el proyecto quedo abandonado definitivamente. Lemoiz, sin embargo, se había borrado de su cabeza.

La exposición 'Escala 1:1' sobre la central de Lemoiz ha exigido un trabajo de varios años a Ixone Sádaba
“Era una historia muy relacionada con mi infancia, que recuerdo cuando la carretera sobre el acantilado estaba cerrada. Pero la había borrado de mi mente. Durante la cuarentena, sin embargo, hubo una época en la que sólo podíamos movernos por áreas de proximidad, y fui con un amigo a dar una vuelta en moto entre Bakio y Armintza. Ahí me encontré de nuevo con Lemoiz, Fue como si mi pasado viniera a visitarme”, explica.
Ixone Sádaba juega con una escala 1:1 para retratar “un monumento al fracaso de la humanidad”
La escena de la imponente central nuclear le removió. En primer lugar, por el impacto propio de la imagen. “Pero también por ver cómo la naturaleza se estaba comiendo la propia central en un momento, durante la pandemia, en el que se hablaba de cómo la naturaleza se estaba haciendo con zonas urbanas”, añade
Ixone Sadaba, artista, investigadora y profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), tenía la intuición de que Lemoiz “trascendía las lecturas que hasta entonces se habían hecho”. Y logró una beca de la Fundación Leonardo del BBVA para abordarlas: “Solo había trascendido el relato del conflicto, pero detrás de Lemoiz hay muchas más cuestiones. Cruza nuestra historia contemporánea reciente de forma transversal desde 1972 hasta hoy. Había otras cuestiones ahí encerradas: el antropoceno, el desarrollismo, el colapso, el País Vasco que pudo ser y no fue, el avance de las plantas, la humanidad nuclear, el no acceso... Además alberga muchas contradicciones: construir algo indestructible para luego querer destruirlo y no poder. Me pareció que el arte, en concreto la fotografía, podía tener la capacidad de reabrir relatos que de otra forma quizá no podrían ser abordaros”, explica.
Sadaba ha dedicado casi cuatro años a escudriñar Lemoiz, de manera presencial y documental, dentro un proceso complejo en el interior de la centra: “Acceder a Lemoiz es muy complicado, empezando por los permisos. Es un lugar muy angosto. Y es enorme: como una ciudad a oscuras que se viene abajo. Además, es muy peligroso: la altura que tiene hacia arriba la tiene hacia abajo. Está lleno de desniveles, tiene edificios subterráneos inundados y un suelo que puede ceder. Se encuentra en estado de putrefacción y se respira un aire denso”.
El resultado es la exposición Escala 1:1, comisariada por Carles Guerra, en la que proyecto a tamaño real fragmentos de las construcciones: “Hay dos elementos protagonistas. El primero es la fotografía, el papel que ha tenido a la hora de justificar determinada idea de progreso y este tipo de proyectos ligados al capital. Una idea fallida de progreso. El segundo es la central. He utilizado ese tipo de fotografía a escala para mostrar la decadencia de esa mole de hormigón que se está cayendo. La escala es muy importante: no es una escala humana, es más bien imperial. Es un monumento al fracaso de la humanidad. Y está más vigente que nunca porque nos lleva a pensar cómo nos relacionamos con el mundo y como nos queremos relacionar”.
La muestra de Ixone Sábaba se puede visitar hasta el 27 de abril en Azkuna Zentroa.