H ace dos semanas, mientras la guerra de los aranceles escalaba, Elon Musk colgó en X un famoso vídeo en que el economista Milton Friedman analiza la cadena de suministro del lápiz que tiene en sus manos, un objeto fabricado en Pensilvania que probablemente incorpora una barra de grafito extraída de una mina de América del Sur y una goma hecha con caucho de Malasia.
Este vídeo, en el que Friedman pretende ilustrar las bondades milagrosas del sistema de precios del supuesto libre mercado, no es un producto de la IA. Es un pasaje de un capítulo del programa Free to choose (Libre para escoger), que, en 1980, la televisión pública PBS puso a disposición de Milton y Rose Friedman para que propagaran la fe en los mitos del neoliberalismo entre la población norteamericana. Y el relato que explica es una adaptación de Yo, el lápiz, un artículo en forma de relato de Leonard Read en que el utensilio protagonista narra su fabricación en primera persona.

Ronald Reagan y Margaret Thatcher
Los Friedman grabaron su programa cuando estaba en marcha una revolución en la economía política que seguía la ideología que promovían y que ha tenido elevados costes sociales. Faltaban unos meses para que Reagan ganara la presidencia, Thatcher era desde hacía un año primera ministra y a quienes se presentaban como apóstoles de la libertad no les quitaba el sueño que, en Chile, las políticas impuestas manu militari por Pinochet y los discípulos de Friedman ejemplificaran un camino de servidumbre alternativo al que Friedrich Hayek, uno de sus héroes, había asociado en la planificación estatal.
Conviene no perder el hilo que lleva de Leonard Read a Elon Musk pasando por Milton Friedman
En 1946, el mismo año de la publicación de Yo, el lápiz y uno antes de crear con Hayek y Milton Friedman la Sociedad Mont Pélerin, Read fundó el lobby empresarial Fundación para la Educación Económica desde donde popularizó el uso del término libertarismo para denominar la ideología con que esta organización quería demoler el estado del bienestar cimentado con el new deal de Roosevelt. Musk y los oligarcas tecnológicos pro-Trump suelen autodescribirse, apoderándose de esta tradición, como libertarios o nacional-libertarios.
Y la recuperación por Musk de la fábula del lápiz sobre las maravillas de la mano invisible de los mercados autorregulados cuando, desde hace años, China, con su peculiar economía mixta, con una importante intervención gubernamental, es el principal fabricante y exportador de lápices del mundo tiene mucho que ver con lo que Eugeni d’Ors denominaba “la santa continuidad”.
Para no extraviarse en ningún laberinto, conviene no perder el hilo que lleva de Read a Musk pasando por Friedman. La actual guerra comercial también tiene un frente interior donde luchan dos fracciones del trumpismo, que nació proteccionista, con sus respectivos despropósitos. Si esta guerra se disolviera en una estrategia para imponer lo que los nacional-libertarios estarían dispuestos a definir como “libre mercado” tampoco sería para echar las campanas al vuelo.