Menuda y pizpireta, Cristina García Rodero no levanta más de metro y medio del suelo, pero a sus 75 años sigue siendo una fuerza de la naturaleza, sabia, parlanchina, indomable y corajuda. Su currículum es apabullante. Es una de las figuras más importante de la historia de la fotografía española, tiene todos los premios del mundo, fue la primera española (y español) en ingresar en la agencia Magnum y es autora de uno de los libros fundamentales de la fotografía, España oculta , en el que deambuló por pueblos inhóspitos, retratando ritos, fiestas y tradiciones que estaban a punto de desaparecer.
Sus colegas la admiran y el público la adora, lo cual hace que resulte aún más sonrojante el hecho de que nunca hasta ahora haya disfrutado de una exposición individual en Barcelona, a excepción de Tierra de sueños, un encargo de la Fundación La Caixa sobre el trabajo de la Fundación Vicente Ferrer en la India que se vio en CaixaForum en 2016. La oportunidad se la ha dado la nueva galería SELTZ, que ocupa el espacio de la histórica Joan Prats en el número 54 de la calle Balmes, con una muestra comisariada por Rafael Doctor, Con la boca abierta, que acumula miles de kilómetros -de una aldea gallega a Haití o Georgia– y casi cuatro décadas de trabajo al encuentro del ser humano y sus emociones en fiestas, entierros, desfiles gay, concursos de belleza o festivales porno.
¿Siempre ha hecho lo que le ha dado la gana?
Sí, ¿sabes por qué? El 90 % de mi trabajo me lo he pagado yo. Si encima del sacrificio y el esfuerzo que supone el ir por el mundo más sola que la una, costeándomelo todo, esperando décadas para poder publicar, no pudiera permitírmelo... Tienes que enfrentarte a tantas inclemencias y a tantas dificultades que si no sientes pasión, si no sientes amor, si no eres libre para hacer lo que te da la gana y no trabajas para ti, que eres tu peor juez, va a ser difícil que te salga una obra poderosa. Eso y ser fiel a lo que estás viendo, porque es un contacto con la gente muy directo. A veces ellos te tocan, tú les tocas para calmarlos o ellos te echan, depende. Por eso también tienes que saber estar con la gente, saber entenderla, saber cuándo tienes que respetarla, cuándo tienes que irte o cuándo están felices de que los estés fotografiando.

Limpieza espiritual. Venezuela, 2006
'Con la boca abierta' es una retrospectiva con el hilo conductor de los sentimientos y emociones del ser humano expresados a través de la boca, desde las primeras muecas de dolor hasta la muerte. ¿Por qué la boca y no los ojos, por ejemplo?
Yo era una obsesa de la mirada, porque la mirada me dice mucho de las personas, pero después me di cuenta de que es através de la boca por donde salen todos los sentimientos, las emociones, la risa, el llanto, el grito o el beso. Y eso es algo incontrolable porque son los músculos los que obedecen a esas emociones.
Sus imágenes son más que documento. Conmueven, emocionan, hacen sonreír, generan misterio....

Imagen de la exposición en la nueva galería SELTZ de la calle Balmes
No busco transmitir hechos sino sentimientos. Yo vengo de las bellas artes, no del periodismo, y detrás de todo lo que hago siempre hay un intento de hacer algo creativo. Una obra personal que se distinga de otras por mi forma de ver, de entender la vida y la manera de explicar las cosas.
¿El secreto es ser uno más? ¿Vivir lo que viven los protagonistas de sus historias?
Mi padre y mi madre eran personas con muchísima empatía, personas buenas, y creo yo también lo soy por una cuestión genética. Me transmitieron esa sensibilidad. Yo iba a ser pintora, pero viajar tiene tantos alicientes, es tan emocionante ir descubriendo a los demás, llegar a un pueblo sin saber qué te vas a encontrar... El humo de las chimeneas que anuncia que la gente se ha levantado y pronto va a salir para participar en el rito o la fiesta que quieres fotografiar. Y estás ansiosa de ver cómo se va a desarrollar aquello, porque es una forma de descubrir el mundo, de descubrirte a ti misma y de descubrir a los demás. Y de vivir la fiesta, claro, porque a veces hay tristeza pero también una gran alegría. Una vez en Cerdeña colgué la cámara y me puse a bailar... A lo mejor me meto en medio de un grupo de mujeres mayores donde no hay hombres porque son viudas o los maridos son unos aburridos y se ponen a bailar porque necesitan esa alegría contagiosa.

Algunos de los retratos de García Rodero que forman parte de la exposición
¿Ha llorado mucho haciendo fotos?
Muchísimas veces. La cámara es un instrumento que según cómo lo utilices puede ser como el brazo de un pulpo, te permite acariciar a la gente con tu mirada. Y también puede ser un escudo para protegerte. Yo a veces la he utilizado para cubrirme, para que no me viera la gente llorar porque me daba vergüenza. Ahora, con cincuenta y tantos años en la profesión me da igual que me vean con hipos o sin hipos, con lágrimas que caen de las mejillas, con mocos... Dejo que los sentimientos corran, ¿para qué voy a taparlos yo si ellos no se están tapando? Lo viven con todo el dolor, con toda la alegría. Pues tú eres otra más.
“La cámara puede ser como el brazo de un pulpo: te permite acariciar a la gente con la mirada”
Cuando comenzó la llamaban ‘la chica sin dueño’.
Muchas veces era la única fotógrafa que llegaba al pueblo y no tenían ni idea de lo que era un reportero y mucho menos una reportera. Iba cargada con dos bolsas muy grandes. En una llevaba el material fotográfico y en la otra el saco de dormir, que a veces me tocaba dormir en las estaciones. Lo primero que pensaban era que vendía algo. Otras veces, al verme sola, me preguntaban ‘¿qué? ¿ha venido a ver a la familia?’. Pues no.
Y la confundían con una prostituta porque hablaba con los hombres en los bares.
Sí, y sobre todo con una chica con la podían ligar. Se suponía que si iba sola, pues iba a ligar. Siempre digo que era el comodín perfecto para los osos, los aburridos, los que no ligaban nunca, los conquistadores. Era la persona idónea porque no tenía dueño, no tenía familiares, no tenía amigos, no tenía a nadie, iba sola. Luego era como un campo libre para ellos.

La fotógrafa fotografiada durante la presentación de la exposición
¿Y ligó mucho?
Nada, porque yo iba a trabajar. Lo tenía clarísimo. Quería contar la riqueza cultural que teníamos en España y cómo lo vivía nuestra gente. En aquel momento la España antigua, la de los pueblos, no interesaba. Era el momento de la Movida y queríamos ser Europa. Pero cuando se crearon las autonomías ya no se veía como una herencia antigua, sino como las raíces. Y entendieron que era parte de su personalidad, que la distinguía de otras autonomías.
“Busco gente que se emociona, ríe, llora o sufre, y me contagia ese sentimiento con el que yo trato de contagiar a los demás”
En sus retratos apenas hay personas solitarias, aunque la cámara encuadre a alguien en concreto, ese alguien siempre está rodado de gente.
Es que yo me muevo siempre entre masas de gente, pero también hay situaciones de soledad. Como la de esa chica bajando por un parque de Santiago de Cuba que está lleno de animales prehistóricos. ¡Fue tan bonito ver a esa figura tan delgada rodeada de esos animales tan enormes! Ese día había escuchado un discurso de Fidel Castro. Realmente era un buen orador, lo que pasa es que siempre decía lo mismo.

'Encadenado', Haití, 2002
¿Qué es lo que más le impresionado del ser humano de todo lo que ha visto?
Su necesidad de creer en algo, de ser feliz, de proteger a las personas que amas, de ser escuchado, de encontrar a alguien justo... Lo solos que estamos y también la necesidad de divertirnos, de dejar el trabajo y ser felices con la música, con el baile, con el canto. La fiesta es sentirte dentro de algo en lo que todos participan y es un momento de goce. Tengo 75 años y sé que no me queda mucho tiempo para trabajar, así que siempre que puedo salgo a hacer una fiesta. Yo he tenido la suerte de encontrar a lo largo de mi vida cosas a las que amar. Busco gente que se emociona, que ríe, llora o sufre, y me contagia ese sentimiento con el que yo trato de contagiar a los demás.