El escritor británico Kingsley Amis, reputado bebedor, solía distinguir dos tipos de resaca, la física y la metafísica, caracterizada esta última por oleadas de autocompasión y fatiga del mundo tras los excesos no etílicos, sino de trabajo y emociones en el caso que nos ocupa: Sant Jordi. ¡Menudo resacón! Multitudes y nada menos que dos millones de ejemplares vendidos: o sea, 26 millones de euros de facturación. Los libreros catalanes se recuperan del guayabo, como se dice en Colombia, con más trabajo aún —el trajín de las devoluciones—, desoyendo los consejos de Amis, quien recomendaba curarse de la bajona metafísica mediante Chaikovski y la lectura de Un día en la vida de Iván Denísovich , de Aleksandr Solzhenitsyn. Nadie puede autocompadecerse ante las penurias en un campo de concentración soviético.

Las gemelas Carla y Laia acarreando cajas para las devoluciones de unos días estresantes... y queridos
En eso andan ahora, en el trasiego de cajas y el inventario, Laia y Carla Arce Masià, quienes abrieron la librería Mitja Mosca hace tres años, poco después del maldito covid, en el mismo centro de Badalona, a dos pasos de la estación de metro Pompeu Fabra. El nombre elegido, una clase de anzuelo, viene de una estrofa del poeta badalonés Josep Gual Lloberes, con cuya nieta las libreras mantienen amistad desde la infancia: “ Com un grapat de peix / us ofereixo els versos, / feu compte, no se us passin / a les mans, que són pescats / amb ham de mitja mosca ”. La paliza de Sant Jordi ha sido monumental, más si cabe porque en el municipio la Diada se ha celebrado durante tres jornadas –desde el lunes de Pascua hasta la festividad en sí–, pero las hermanas gemelas, que en sus inicios se baquetearon en las librerías Laie de la capital, le ponen tanta pasión al oficio que sonríen satisfechas: ha valido la pena. En su lista particular de más vendidos, han sabido deslizar La intrusa , de Irene Pujadas (L’Altra Editorial). Son de las que, aparte de vender libros, pretenden generar comunidad, redes culturales, barrio.
El poeta García Montero presenta en el Verdi ‘Almudena’, documental íntimo de la añorada escritora
Ah, los libros, “la última trinchera del conocimiento y el pensamiento sólido”, dijo la añorada Almudena Grandes en su pregón de Sant Jordi del 2018. Nos consta que le encantaba la festividad aunque en una de sus ediciones le robaron el bolso, según le confesó a la escritora Laura Fernández; lo había dejado en el suelo, tapado con esos mantones que suelen cubrir las mesas de firmas, con el DNI dentro, el billete de regreso a Madrid y las llaves del piso. Un enredo tremendo. Su editor tuvo que acompañarla a la comisaría de los Mossos, pero, pese al percance, le entusiasmaba que la Diada propiciara el contacto con los lectores, quienes siguen echándola de menos, como le han repetido estos días a su viudo, el poeta y catedrático Luis García Montero, de visita en Barcelona. El jueves, García Montero, director del Instituto Cervantes, presentó en el cine Verdi el documental Almudena , acompañado de su directora, Azucena Rodríguez; la productora, Mariela Besuievsky, y la responsable del BCN Film Fest, Conxita Casanovas –qué maravillosa voz–. La sala, abarrotada de gente, entusiasmo y aplausos.

El poeta Luis García Montero presenta el documental Almudena, un retrato íntimo de la escritora
Después de 30 años de convivencia, García Montero palpa un hueco enorme en la casa: en el despacho de Almudena, el ordenador está apagado; “te sientas a ver una peli y el sofá parece un transatlántico porque falta una persona”. El tiempo no ha podido marchitar el poema que le dedicó: “ Si alguna vez la vida te maltrata, / acuérdate de mí, / que no puede cansarse de esperar / aquel que no se cansa de mirarte”.
Las gemelas Laia y Carla, de la librería Mitja Mosca, sufren la paliza de la Diada y la agradecen sonrientes
Qué difícil sobreponerse a las pérdidas. Por suerte, tiene un no sé qué balsámico contemplar a Almudena Grandes en la pantalla gigante con su sonrisa habitual, las paletas graciosamente separadas, a lo largo de un retrato íntimo que comenzó a rodarse cuando la escritora aún estaba viva y sana. El espectador hojea las libretas en que tomaba notas la autora de El corazón helado . Escucha a sus hijos, Mauro y Elisa. Aprende de su disciplina prusiana. Recorre con ella los paisajes que la hicieron feliz (Madrid, Rota, el barrio del Bajo Albaicín, en Granada). Y la acompaña en la cocina, donde solía resolver las tramas dándole vueltas a la bechamel. El cine obra el extraño milagro de detener el tiempo y hacerlo eterno. Una gota de ámbar.
Ojo, agendas: el documental Almudena vuelve a proyectarse mañana, domingo, a las 11.30 h, en la biblioteca Jaume Fuster. Habrá un coloquio posterior con la directora, la productora y el editor de Tusquets, Juan Cerezo.