¿Cómo se escribirán dentro de cien años las biografías de los personajes de hoy, cuando sobre cada potencial biografiado estarán disponibles océanos de información digital, veraz o contaminada por la IA? ¿Jugamos a imaginarlo?
Bien, de entrada, el biógrafo humano del futuro tendrá que multiplicarse para indagar en una vastísima gama de archivos disponibles, digitales y analógicos, pero también deberá intensificar su vis creativa, ya que, más que nunca, se verá obligado a elaborar audaces hipótesis, ante su imposibilidad de abarcar más allá de una ínfima parte de los datos que el investigado dejó diseminados por la red.
El biógrafo que busque la verdad del personaje (en el caso de que en el futuro aún se valore el concepto de verdad ) deberá dotarse de medios para descontaminar de algoritmos juguetones la información de sus fuentes, por lo que cabe imaginarse su pantalla llena de aplicaciones para la verificación de datos: “¿Cuál de los 898 perfiles de este influencer de 2025 es el bueno, suponiendo que entre los falsos no haya algunos creados por él mismo para crear confusión o revestirse de misterio?” De esta guisa serán sus tribulaciones.
El biógrafo del futuro navegará en un océano de datos contaminados por la IA
De hecho, no estamos lejos de este modelo imaginado. La propia Wikipedia es una plataforma biográfica abierta a la modificación y actualización de datos, tanto por parte del personaje reseñado como por el prójimo. No es descabellado verla como la pionera de la conversión de la biografía clásica en un proceso participativo.
Pero no hay que desmerecer en absoluto el trabajo de los actuales biógrafos. Si no a través de océanos, ellos también navegan en mares de datos y referencias en los que todavía hay simas inexploradas. La diferencia es que las fuentes son aún relativamente fiables, por estar libres de la polución algorítmica.

A Byron le encantó siempre ser retratado por Thomas Phillips
Eso no implica, sin embargo, que el investigador de hoy se libre de la ardua tarea de desproveer a los biografiados del aura que envuelve sus vidas. Hemos asistido a hace poco a la revisión a fondo de la figura de Giacomo Casanova: nuevos estudios sugieren que el escritor veneciano no era un depredador sexual de carácter extrovertido, sino un hombre hasta cierto punto respetuoso con las mujeres que vivió a la sombra de una profunda melancolía.
Sobre otro rompecorazones de la literatura universal, Lord Byron, Debate ha publicado en español una biografía cuya autora ha tenido acceso a algunas de esas simas que guardan secretos sobre el investigado. En su libro Byron , Fiona Maccarthy (fallecida en 2020) abordó la complejidad de un poeta que siempre tuvo vocación de posteridad.
Hay revelaciones concretas, como la causa de su exilio de Inglaterra en 1816. Siempre se ha especulado con una suma de razones, entre las que predominaban los rumores de incesto con su hermanastra Augusta, pero, según Maccarthy (que accedió a correspondencia inédita), hubo un solo motivo: una acusación formal de prácticas homosexuales que comportaba el riesgo de ejecución.
Pero, más allá de esto, la autora nos muestra a un poeta obsesionado con su imagen y por la posibilidad de encontrarse turistas ingleses siguiendo sus pasos por cualquier ciudad de Italia. A veces los rehuía, y otros se hacía el encontradizo.
Su vida disoluta durante los tres años que pasó en Venecia fue exagerada en sus cartas a Londres por el propio Byron, quien, por otra parte, dedicó muchas horas de su estancia a la escritura y al estudio de la lengua armenia. Sentencia la biógrafa que “Byron tenía una sed tan insaciable de celebridad que no dejó de probar ningún medio para alcanzarla: ello lo llevaba con frecuencia a expresar opiniones totalmente discrepantes con sus acciones y con sus propios sentimientos”.
A modo de conclusión: Lord Byron, un personaje bicentenario que aún nos enamora tanto por sus poemas (su Don Juan es una obra cumbre de la literatura) como por su actitud vital y la belleza de sus retratos, sería, en el caso de vivir hoy y de tener cuentas en Instagram, TikTok, YouTube o Twich, una pesadilla intolerable para los biógrafos del futuro.
La amante más pasional
Nuevos detalles sobre la Fornarina
La biógrafa Fiona Maccarthy aporta nuevos datos sobre la pasional amante veneciana de Byron llamada Margherita Cogni, apodada la Fornarina por ser esposa de un hornero (convenientemente untado de dinero para que consintiera). Dice la biógrafa que, mientras Cogni y Byron hacían el amor, ella se santiguaba al escuchar las campanas de la iglesia. Que no supiera ni leer ni escribir satisfacía al poeta: así, a diferencia de sus otras amantes, Cogni no podría enviarle cartas fastidiosas cuando la cambiara por otra.
La amante más sofisticada
Arpalice Taruscelli y su séquito
Fiona Maccarthy nos habla de “una creadora de escenas más profesional” que también compartió cama con Lord Byron (se especula que se acostó con 200 mujeres en su etapa veneciana). Era cantante de ópera y tenía el sofisticado nombre de Arpalice Taruscelli. “Es la bacante más hermosa del mundo y una hembra en la que perecer”, dejó patente el poeta en una carta. Además de Byron, “Taruscelli contaba ya con un complicado séquito de amantes, examantes y un cavaliere servente oficial, un coronel del ejército austríaco”.
La confirmación
Muy trabajador y gran nadador
Escribió Chateaubriand que era una lástima que Byron dilapidara su etapa veneciana dándose a la buena vida en lugar de escribir. Se equivocaba. Le faltaba información. La biografía de Maccarthy confirma que el poeta, además de avanzar en su obra, pasó muchas tardes estudiando la lengua armenia en la isla de San Lázaro y ayudando a su preceptor espiritual, el padre Paschal, a escribir una gramática de armenio en inglés. Tardes de estudio que compaginaba con la natación, en la que era un avezado practicante. La biografía confirma su larga travesía a nado desde el Lido hasta el lugar en el que ahora está la estación de tren, superando todo el Gran Canal.