Albert Llovera Massana (Andorra, 1966) bien podría haber nacido en el Renacimiento: ha hecho y hace de todo. Ortopeda, piloto de rallies de todo tipo (WRC, Dakar, hielo y asfalto; en coche, en camión, en buggy), esquiador olímpico en Sarajevo 1984, subcampeón del mundo de baloncesto, colaborador de la NASA, instructor de conducción, embajador de la Unicef, miembro de la comisión de discapacidad y accesibilidad de la FIA, conferenciante, coach, mentor... y predispuesto a ayudar a quien lo necesite.
Intento disfrutar de cada momento de este regalo que es la vida”
“Intento disfrutar de cada momento de este regalo que es la vida”, justifica su hiperactividad Llovera, que está de conmemoración: “Hoy es mi 40 cumpleaños de mi segundo cumpleaños”, recordaba en un vídeo que colgaba en sus redes sociales. “El 15 de marzo de 1985, un tremendo accidente de esquí me dejó en silla de ruedas...”, relataba.
Aquel 15 de marzo de hace 40 años, Albert Llovera volvió a nacer. Pero lo hizo sin movilidad del pecho hacia abajo. El juez de la FIS al que se le ocurrió salir a pasear por la pista de Sarajevo en una prueba del Campeonato de Europa cuando el andorrano bajaba a 103 km/h era una mole de carne, 1,90 m y 130 kg. Albert, en posición aerodinámica para repelar décimas al crono, ni lo vio.

Albert Llovera cuando era esquiador en los Juegos Olímpicos de Sarajevo de 1984
La colisión fue violentísima: todas las costillas del costado izquierdo rotas, fracturas de omóplato, clavícula, esternón y pierna derecha, y las vértebras D3, D4 y D5 destrozadas: condenado a una silla de ruedas de por vida con solo 18 años. Tres meses inmovilizado en el hospital, dos más de rehabilitación en el Vall d’Hebron, otros tres en la Guttmann de Inglaterra, y siete de “conejillo de indias” de la NASA en Houston. Experimentaban con Albert los métodos, entonces incipientes, de electroestimulación de la musculatura.
–No guardo demasiado un buen recuerdo de aquella época. A parte de ser subcampeón mundial de baloncesto en silla de ruedas con los Cardinals de Charlottesville, no me divertía. Me sentía utilizado. Me aplicaban descargas eléctricas y lo pasaba fatal –recuerda ahora Llovera desde la ortopedia que regenta en el centro de Andorra la Vella desde hace 30 años. Es su principal ocupación laboral, pero no la única. La vida de Albert tiene pocas páginas en blanco, a pesar (¿o a causa?) de la paraplejia que lo acompaña. Desde aquel 1985 su vida se aceleró... dando gas con la mano.

Albert Llovera en su centro de ortopedia en Andorra la Vella
Una vida a todo gas
Después del accidente de esquí y dos años de rehabilitación, Llovera se dio cuenta de que conducía muy rápido... y acabó siendo piloto
“Entre mi última carrera de esquí y la primera en un rally tan solo pasaron cuatro años”, recuerda en un momento del vídeo.
–Después del accidente estuve dos años haciendo rehabilitación, cuatro horas diarias. No me quedaban ganas de hacer deporte. Hacía bici, esquí... pero no me acababa de gustar. Me di cuenta de que empezaba a conducir rápido en la carretera...
(Como la mayoría de los andorranos)
Y así fue, en el parking de Grau Roig esquivando pilonas, como nació su otra faceta profesional: piloto de coches. “Y allí comenzó el peregrinaje para obtener la licencia federativa”, recuerda Llovera, que presume de haber sido la primera persona que ha hecho deporte inclusivo, es decir, que compite en igualdad de condiciones con “la gente normal” –como dice él–, sin limitaciones de movilidad.

Albert Llovera fue el primer piloto con paraplejia en obtener una licencia para competir en el Mundial de rallies
Dos años tardó en obtener la licencia, pero entonces ya fue imparable: ganó la Copa Peugeot en 1989, empezó a trabajar para Abarth y para Guidosimplex (probando mandos para coches adaptados), pasó de los rallies a los circuitos, luego corrió el Mundial de rallies WRC en las categorías Super 1600 y Super 2000 (donde se hizo amigo de Nasser Al Attiyah), en el 2007, a propuesta de Clay Regazzoni, corrió con una pick-up Isuzu el primero de sus nueve rallies Dakar (seis en camión), y ha ido diversificando su oficio con cursos de conducción, charlas motivacionales y sesiones de coaching a “reincidentes”, como Albert llama a los pilotos de motos que han tenido un accidente medular y quieren volver a correr en coche. Como Carlos Tatay, Tinín Iglesias o Marc Roma, el hijo de Nani Roma, su último pupilo.

Albert Llovera con Marc Roma en el circuito de hielo de Pas de la Casa
–Me mueve facilitarles el camino. Llevo 40 años abriendo puertas. A mí no me ayudó nadie cuando empecé, así que les abro las puertas para encontrar patrocinios, les ayudo a mejorar la conducción, a ir rápido, y también en el aspecto psicológico, a tirar adelante sin que se coman la cabeza... Lo que he aprendido se lo traspaso a esta gente, para que ellos sigan –explica Llovera, cuya generosidad va más allá de los deportistas con lesiones medulares.

Albert Llovera en su ortopedia en Andorra la Vella
Su otra gran faceta es transmitir valores –el esfuerzo, el trabajo en equipo, la humildad, la generosidad, las ganas de aprender, de vivir...–, y Llovera lo hace en conferencias y charlas motivacionales, en ocasiones con codrivings, a empresas y colectivos de personas con movilidad reducida. “Saben lo que cuesta hacer lo que hago”, y por eso lo reclaman como modelo y referente de superación, positividad y pasión vital.

Albert Llovera en una conferencia motivacional a personas con movilidad reducida
–En estos 40 años he aprendido que nadie más que tú puede decidir tu destino. En la vida, al final todo sale bien, y si no sale bien, es que no es el final.